La importancia de Gambito de Dama (Opinión) | POPCOKEN

 

Llevo dándole vueltas muchas semanas a cómo afrontar esta crítica y esta es la mejor forma, siendo subjetivo. No encontraba la manera de decir lo especial que es la serie sin entrar en destripes totales o convertirme en un narrador de hechos, en lugar de un crítico. Para mi afrontar esta respuesta era complicado porque la serie es muy buena, y al mismo tiempo se parece mucho a otras series y películas que ya he visto. Así que me hice preguntas a mi mismo ¿Gambito de Dama es así de buena por sí misma? Si, lo es, es genuinamente buena y el extraño carisma de Anya Taylor-Joy multiplica todo lo que la serie trata de ofrecer... y aún así algo me faltaba, ese "algo" que explicase qué tiene esta serie que sea tan importante. Y la respuesta a este enigma estaba todo el tiempo delante de mi: existir en sí misma. Me explicaré.

La serie va sobre una chica huérfana con evidentes taras de sociabilidad, severas adicciones que sirven como sustitutivo para otro tipo de atenciones y potenciadores para su gran talento: el ajedrez. Ese juego que hace que su vida tenga sentido, que responda a esa gran presunción americana de que uno es especial y está predestinado a cosas grandes por ello. Beth Harmon se postula sobre el buen uso de grandes tópicos para resultar humana en su falta de apego a lo que se entiende en primera instancia como valores humanos. Parece fría e inestable y todo eso, de alguna forma, suma a que siga pudiendo ser el gran monstruo devorador de tableros de ajedrez que es. Beth es un rodillo, invencible cuando se mueve hacia delante, siempre hacia delante.

 ¿Es invencible por el síndrome del protagonista? Cierto, pero esa reputación de monstruo indomable del ajedrez se va diluyendo cuanta más posesión del personaje toma Anya Taylor-Joy, quien pese a esa peluca horrible, sabe sacarle las lecturas exigidas al personaje. Lecturas que además se alejan de miradas de valores absolutos y que, sin pretender ser en ningún momento rupturista, suma interés al añadir grises a la lectura general y hace que las victorias (todas) se sientan suyas. De otra forma el personaje sería insoportable y molesto, justo como Harry Potter.

El ajedrez se desplaza como tema de la conversación de formas muy agradables para dejar sitio a la propia Beth, o más bien a una versión de ella donde el tablero no solucione nada. En estas partes es donde el comportamiento alejado, en principio, del carácter humano abraza el humanismo por entero. Cuando el juego no es suficiente veremos su alcoholismo, su adicción a las drogas, su redención con fallos de aprendizaje de su infancia, su manipular a la gente y sus curas de humildad al jugar en ligas que no son la suya, por no mencionar su relación con la madre, que daría para todo un artículo. Por eso es Beth tan interesante, porque se balancea su talento puro y duro por el ajedrez con la contraposición de quién es ella por dentro y ver cómo evolucionan todas las cosas que ya sabemos de ella al exponerse a nuevos retos. 

Todo esto lo hace una gran serie, pero ¿es lo que hace que sea especial? Si, pero porque es ficción. Gambito de Dama presta una atención tan exuberante al detalle y al cuidado de la ambientación que todos hemos ido al acabar un par de episodios a buscar quién fue en realidad Beth Harmond y... no existe, porque Beth es un personaje de ficción. Uno que se sirve de la realidad (readaptando muchos mitos de Fisher y otros a su propia historia) y lo que esperamos que sea ésta en una ficción dramática como es Gambito de Dama. Parece imposible que estos eventos no ocurriesen así por la buena mano con la que se narran y la estructuración tan evidente de bloques temporales con la que se nos presenta. 

Y si echamos la vista atrás, nunca se dice que este personaje o su historia se base en hechos reales, es nuestra expectativa la que crea esa imagen, ese "¿la tendría que conocer no?, si fuera tan buena". Ese "si fuera tan buena", "si fuera como Fisher", se traduce rápidamente en una lectura que algunos pueden querer negar; que es que una mujer no puede hacer eso sin que le des tu validación, para presumir con tus amigotes de ser el más listo de la barra del bar. 

Pero yo, sin saber nada de ajedrez, sé quien es Bobby Fisher porque todos a mi alrededor, desde niño, me han contando sus hitos jugando en varias mesas, contra los soviéticos o contra ordenadores, incluso sale en los simpson representado por Bart, que pierde todas las partidas. Pero, estando seguro desde la total ignorancia de que existen mujeres con grandes logros en el mundo del ajedrez, nunca nadie se ha acercado a mi antes de Gambito de Dama a decirme sus historias. 

Ese es el mérito de esta serie. Al existir, Gambito de Dama se coloca como referente en la cultura pop y su atención al detalle es tal que, pese a ser ficción sientes la historia como veraz. Gambito de Dama abre las puertas de muchas cabezas a echarse a las librerías, a amazon o a donde sea a darle otra oportunidad al ajedrez. Ahora las generaciones que devoran Netflix, tienen a Beth Harmond diciéndoles que puedes ser sobrenaturalmente bueno en el ajedrez, en el dibujo, en la música, con las matemáticas o con lo que sea y que puedes serlo pese a no ser el típico héroe caballeresco de rancia película americana donde "el mejor de lo suyo en el mundo" salva el día con su rubia melena y la chica objeto del brazo. Beth Harmond es importante por lo mismo que Los ángeles de Charlie, Aves de Presa u otras ficciones pop recientes con mujeres al frente de la pantalla. 


Porque sí, Gambito de Dama es una gran serie y las otras mencionadas son consideradas como pecados contra la naturaleza, pero existen en un mismo plano. Exactamente el mismo. Uno donde quienes no tenían representaciones con las que sentirse identificados, ahora sí las tienen y no necesitan hace más méritos que otros establecidos por la costumbre o la tradición, al menos en ficción. Con el tiempo esto espero que fomente un efecto bola de nieve que redibuje la imagen del héroe a seguir, de la profesión ideal o de los valores del buen vecino que todos promulgamos tan orgullosamente y que al final no son la mejor idea.

Gambito de Dama y otras ficciones parecidas ahora están ahí donde nunca hubo nada parecido. Ahora invisibilizar a aquellos que no sean el hombre blanco tradicionalmente heroico, empieza a resquebrajarse y alejarse de ser la norma, aunque van a hacer falta muchas generaciones y muchos más Gambitos de Dama para lograrlo. Así entenderemos que cualquier historia es digna de ser contada y que no se es mejor por tener a unos u a otros arriba, pero que sí hay que empezar a dar prioridad a los que estaban invisibilizados por encima de los de siempre. 

Así una vez exista un balance, podamos ver la historia por encima del género, el color, el sexo o lo que nos moleste en ese momento por razones que seguramente vengan heredadas de otros. Ya que no son tus defectos lo que te define, ni nadie debería esconderlos al presentarnos a una ganadora rodillo como Beth Harmond. Al igual que tampoco te define únicamente como persona, o figura, lo que hagas en tus triunfos.

Por eso es tan necesario que esta serie exista, como tantas otras historias que antes no podían llegar a tanta gente, escondidas en el paradigma preestablecido por intereses tan obvios. Ahora nuestras figuras populares pop pueden alejarse de la ilustre bandera ondeante, o esos valores de bien absolutista y tan hipócrita que solo contempla un lado de una sola historia. Al final del día, Gambito de Dama no es tan importante por ser una gran serie (que es algo innegablemente bueno, porque refleja que ahora interesa invertir este tiempo y talento en este tipo de historia, contada de esta forma) si no por el hecho de contribuir a la visibilización de una parte de la imagen general que antes no existía. Y que cuando existía no se contaba, no se dejaba ver o se hacía de menos. 

Ahora existe y cada día más, porque al margen de su calidad, ahora suma mucho que existan tanto buenas como malas, para que al mirar hacia atrás o desde abajo, haya un reflejo que te devuelva una mirada cómplice y no una que te juzgue por ser tú.

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