-La ‘American Pie’ de Martin Scorsese-
Cada día que pasa, nuestra sociedad se va
viendo sumida más y más en el total y absoluto consumismo; esto no es una
novedad. La raíz de este movimiento no ha surgido en el aire, no ha brotado por
una reacción química espontánea. Si estamos donde estamos económicamente, es
por esa clase de personas que vieron una oportunidad de beneficiarse a costa de
todo y de todos –incluso de ellos mismos-, que aspiraban a vivir en el más
absoluto hedonismo sin reparar en posibles consecuencias. “¿Inflar la economía,
eso se come?”; “¿Sobredosis era el nombre de un grupo de música?”. Al final,
toda montaña rusa tiene su bajada
demencial. Por mucho que seas ‘El lobo de
Wall Street’, nada garantiza que vaya a haber luz al final del túnel. Bajo
esta premisa de corrupción absoluta, comienza una historia huérfana de
moraleja.
Martin Scorsese y Leonardo DiCaprio vuelven a
hacer equipo por quinta vez para demostrar su valía, aunque, realmente, ninguno
de los dos necesita demostrar nada a estas alturas. Basta con ceñirse al
trabajo que han realizado estos dos hombres juntos. Es bueno recordar que, en
ocasiones, no importa lo bien que hagas tu trabajo, lo bueno que seas en algo.
Ocurre simplemente que la consideración merecida no llega y no parece que vaya
a llegar nunca.
Si bien DiCaprio ya había acreditado valer su peso en oro al encarnar
a Gilbert Grape (‘¿A quién ama Grilbert
Grape?’)
-Escena de ¿A quién ama Grilbert Grape? con Johnny Depp-
consiguiendo la que es, a día de hoy, una de sus tres nominaciones
de la academia. Siguió manifestando su poderío interpretativo con películas
como ‘Diario de un rebelde’, pero
palideció ligeramente asumiendo el rol de Romeo o el de Jack.
-Los rebeldes, en este espectacular desfile al más puro estilo 'Reservoir Dogs'-
‘Titanic’ se convirtió así, al mismo
tiempo, en una catapulta y una condena para Leo. Fue el mayor blockbuster en
que participó y la fama que eso conlleva probablemente le haya hecho llegar a
donde está en la actualidad. Pero le convirtió también en ‘el chico de Titanic’
y, aún a día de hoy, mucha gente sigue considerándolo solamente por ese papel,
como si no hubiese habido un antes y un después.
-Escena que no necesita descripción ¿qué canción os viene a la mente? lo sé-
Tras el éxito de ‘El hombre de la máscara de
Hierro’ llegó Scorsese a la vida de DiCaprio, y tras las buenas vibraciones
que transmitía junto a Daniel Day-Lewis –que consiguió para sí una de las 10
nominaciones a los Óscar en ‘Gangs of New
York’- fue acumulando una lista de éxitos cuyos títulos ponen los pelos de
punta. Nuevamente con Scorsese llegaron ‘El
aviador’, ‘Infiltrados’ y, ahora,
‘El lobo de Wall Street’.
-Jack Nicholson compartía la escena con DiCaprio en 'Infiltrados'-
Bien es
cierto que ha tenido mala suerte con sus competidores (Jamie Foxx en ‘Ray’ y Forest Whitaker en ‘El último rey de escocia’ le arrebataron
sus más recientes nominaciones). Unos
cuantos compartimos la teoría de que la academia no tiene demasiado aprecio al
señor DiCaprio, por decirlo elegantemente, y ha acabado ganándose su cuarta
nominación por las malas, sumado a una grandísima presión de sus fans. ‘El lobo de Wall Street’ –película que en nuestro país no proyectarán
ni Cinesa, ni Kinepolis alegando abusivas tasas de distribución por parte de
Universal Studios- arranca con la historia de Jordan Belfort desde muy abajo.
Jordan no es más que un hombre casado, con ciertos estudios y muchas
aspiraciones.
Sus sueños tienen el punto de mira más que fijado. Al igual que
ya sucediera con ‘El gran Gatsby’,
este personaje de DiCaprio también tiene una visión muy clara de sí mismo:
desea con todo su corazón y todo lo que tiene, ser broker de Wall Street y
llegar lo más alto que pueda. En su primer día, todo lo que encuentra a su paso
son personas con más prisa que dinero invertido en trajes, teléfonos sonando a
todo trapo sin cesar y peces medianos que, temiendo cobijar una piraña más en
el acuario, le dejan claro que su sitio no es ese, ya que no vale más que el
agua sucia y emponzoñada de un charco de la calle.
Jordan, como buen novato,
regala sonrisas y buenos modales –a la par que cierta sumisión- a todo aquel
hombre trajeado que se ponga por delante, pero hay uno especial. Matthew McConaughey
entra en escena y, en su particular estilo, no rechaza a Jordan, no se muestra
inseguro ante él.
Lo acoge bajo sus alas tratando de convertirse en su guía
espiritual. Este año, Matthew y Leo no solo comparten candidatura a los Óscar
(uno por ser el Lobo y el otro por ‘Dallas
Buyers Club’, sacrificado papel que ha catapultado a McConaughey a dejar de
ser un playboy para convertirse en un actor con futuro muy prometedor). También
comparten la que puede que sea la escena más importante e icónica de toda la
cinta, que obliga a verla en versión original para disfrutar del arranque de
carisma de Matthew.
En esta escena, rodada en un restaurante con imponentes
vistas, Matthew trata de imprimir su estilo de vida como Broker extremadamente
avaricioso en Jordan que, atónito, no hace ademán de negarle un capricho a su
compañero, por humillante que resulte. La conversación versa sobre el resto de
la trama. McConaughey recalca que, para ser un buen bróker ambicioso y
asquerosamente rico, hay que vivir con una copa en la mano, cocaína en la nariz
–o todo lo que se pueda uno meter- y una prostituta entre las piernas. La
lección queda más que aprendida.
En resumidas cuentas, ‘El lobo de Wall Street’ es la película
más polémica del año. Pocos minutos hay en los que la comedia no sea el centro
de la escena, pero no podía ser de otra forma. Si el estilo de vida de Jordan
Belfort y sus amigos –entre los que merece destacarse la extrañamente
cautivadora actuación de Jonah Hill- se hubiera retratado desde un prisma
mínimamente dramático, el público, cuando menos, hubiera salido asqueado.
Al tratar este factor desde un punto de vista que va a caballo entre el hipérbaton y la parodia más pura, se consigue que uno acabe valorándose más a sí mismo, que se divierta con la vida de deslices, infidelidades y adicciones de los personajes y que acabe todas las risas en un deje triste. De aquí no podemos aprender nada bueno, ni nada en general. Esta es una historia solo de ida, carente de moraleja, pues es casi imposible volver a repetir una hazaña tal en una sociedad que ya no es tan ingenua. Al menos, eso le gustaría a uno creer.
Al tratar este factor desde un punto de vista que va a caballo entre el hipérbaton y la parodia más pura, se consigue que uno acabe valorándose más a sí mismo, que se divierta con la vida de deslices, infidelidades y adicciones de los personajes y que acabe todas las risas en un deje triste. De aquí no podemos aprender nada bueno, ni nada en general. Esta es una historia solo de ida, carente de moraleja, pues es casi imposible volver a repetir una hazaña tal en una sociedad que ya no es tan ingenua. Al menos, eso le gustaría a uno creer.
Nota: 8
Jorge Tomillo Soto-Jove
DETRÁS DE LAS CÁMARAS
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