-Echando la vista atrás y exceso de Robert Downey Jr.-
Mi retrato de Robert Downey Jr.
Hace mucho que se intenta llevar
al cine el mundo de los cómics, tratando de reflejar con más o menos fidelidad
las historias que llevan a los niños a creer y crecer según unos ideales. Los
primeros intentos, vistos hoy día, dan cierta lástima. Podríamos considerarlos
elementos de culto o hasta parodias. Sus medios eran demasiado escasos y la
imaginación de las historias de héroes como "Spiderman" o "Los
cuatro fantásticos", quedan lejos del alcance de estas humildes
producciones. Las escenas se llenaban de largas charlas de los actores y
escasos momentos de acción de superhéroes. A finales del siglo XX, la cosa fue
cambiando.
Tim Burton hizo su versión caprichosa y un tanto mediocre de Batman
(que solo se salvaba por Jack Nicholson) y produjo otras cuya calidad resultó ser
recesiva. También tuvimos en pantalla personajes como el 'Juez Dredd', 'El Cuervo', 'Blade' o 'Spawn'; todas tenían más contras que pros y lo mejor acaba siendo
mirar hacia otro lado, con excepciones como el propio Cuervo o 'Mátrix'.
En 2002 llegó la adaptación de 'Spiderman' de mano de Sam Raimi
(protagonizada por Tobey McGuire, Kirsten Dunts y James Franco) y los estudios
Marvel. La tónica cambió completamente. Spiderman inició una oleada de películas
de un solo héroe por cinta. Se podía ver en ellas, por norma general, una
considerable inversión de capital y unas mejores construcciones de guión.
Seguían sin ser películas buenas, pero consiguieron salir de la ciencia ficción
y crear su propio género en el mundo del cine. Hubo buenas y malas adaptaciones,
como siempre: 'Daredevil' o 'Superman Returns' como ejemplo de, no
ya una mala adaptación, sino de cómo hacer una mala película de una buena
historia (casi como 'Crepúsculo') y
Spiderman o los X-men, como ejemplo de las bases que realzaron el género. Lo que
comenzó con impresionantes inversiones de capital, acabó con producciones
canceladas, repartos enteros despedidos y peleas por los derechos de
explotación.
Cuando todo parecía perder
interés, resurgió la esperanza. 'Batman
Begins' y, sobre todo, 'Batman el
Caballero oscuro', demostraron que, si se hace bien y con seriedad, el
género de los superhéroes puede aportar obras maestras al mundo del cine.
Tras
el resurgido interés, Marvel trazó un efectivo plan. El público parecía algo
cansado de las películas de héroes individuales. Debido a la dispersión de los
derechos de cada personaje, parecía imposible ver a más de un superhéroe en
pantalla, cuando en el cómic ocurría con
frecuencia. Aquí llegó la idea maestra.
En 2008 llegó al cine la saga de 'Iron Man'.
En principio, parecía más de
lo mismo: un hombre comete un error y tiene que alzarse sobre él, llevarlo como
estandarte y luchar por aquello que ama. Pero aquí aparece la diferencia. Al
tiempo de lanzarse 'Iron Man',
llegaron a su vez varias películas de otros héroes como 'Hulk', 'El capitán América',
'Thor', Lobezno y el propio Spiderman.
Marvel inventó una nueva forma de publicidad. Al final de los créditos, había
una escena extra en la que los superhéroes de diferentes películas coincidían.
El método fue súper efectivo. La gente vendió bien su atención a la astucia de
Marvel, que fue construyendo con esmero y paciencia el proyecto de 'Los vengadores'.
Ahora ha llegado el momento de
iniciar la siguiente ronda. De nuevo será Tony Stark el encargado de abrir las
puertas y liderar la batería de películas de superhéroes, tanto en Marvel como
en DC.
Nada más comenzar, la trama nos
traslada a la nochevieja de 1999. En una convención, Tony Stark disfruta de ser
él mismo más que nunca: desprecios, sobradas, malos gestos y todo lo que sale
de su agrio ego. Comparte habitación y cama con una bióloga que le muestra, de
buenas a primeras, su trabajo: regeneración instantánea. Solo hay un pequeño
detalle; si no sale bien, las cosas explotan.
La trama se hace evidente desde
un principio.
Todos los personajes nuevos giran en torno a esta tecnología de
regeneración. Por generación espontánea, surge un villano que utiliza este tipo
de explosiones para matar y hacer atentados. El público suma rápidamente uno
más uno; las sorpresas resultan escasas. El villano en cuestión es el Mandarín,
interpretado por Ben Kingsley (reconocido actor de 'La lista de Schindler', que participó también en 'El caso Slevin' o en 'El principe de Persia: las arenas del
tiempo').
Como el propio Kingsley afirmó en una entrevista, el Mandarín
hace especial hincapié en cada palabra que dice, pues cree que sus
disertaciones son la verdad absoluta. Ben Kingsley tendría razón si no fuera
porque la película está completamente desestructurada y el personaje del
Mandarín surge sin razón alguna. Tony Stark -que es esta vez el narrador- enciende
un momento la TV y ahí está el malo, así porque sí.
El filme, cuya excesiva duración -dos
horas y cuarenta minutos- ahoga toda emoción, se debate continuamente entre subtramas
que no llevan a ninguna parte y que no dejan avanzar la rivalidad contra el
villano. Pese a tener unos efectos especiales de diez, el guión deja mucho que
desear. Está completamente amoldado a justificar el salario de su protagonista
que, al ingresar una media de cincuenta millones por película, no hace más que
aparecer por todas partes, injustificadamente, a cara descubierta. Deja así al
superhéroe, Iron Man, unos quince minutos -a lo sumo- frente a la cámara.
El escaso
hueco que queda por cubrir, se lo apropian Gwyneth Paltrow y su Óscar de papel
(injustificado en 'Shakespeare in love'),
que tiene una rivalidad más digna con Guy Pierce que Robert Downey Jr. con Ben
Kingsley. Al final, lo único importante que deja 'Iron Man 3' es el inicio del camino hacia 'Los Vengadores 2'. Esperemos que Robert Downey Jr. y su ego estén
contentos al quedarse con el 98 % del metraje de la película, centrado en su
anaranjado rostro y su sobreactuada pose.
Nota: 4
Jorge Tomillo Soto-Jove
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