-Ashton Kutcher mitificando la manzana a bocados pequeños.-
Antes de nada, debemos ponernos a
pensar. ‘Jobs’ no es una película
crítica sobre los logros de una persona, es una revisión positiva. Los que
hayan visto ‘Los piratas de Silycon
Valley’ -cuyo visionado se vuelve obligatorio- no se alarmen, no estamos
ante un reboot –ni mucho menos-. Nos encontramos ante un estudio detenido de la
figura de Steve Jobs, más como pensador y artista que como informático. No vamos
a tener una versión tan crítica como con los piratas, pero sí que vamos a poder
acercarnos ligeramente a la realidad de lo que fue Steve Jobs.
Arrancamos este biopic, con el
que quizá fuera el culmen de la carrera de Steve Jobs: la presentación del
primer iPod, con toda la parafernalia, farándula y teatralidad que Jobs
aportaba a sus presentaciones de cara al público. Siempre intentando alienarlos
hacia una corriente pensativa, cargada de poética y una innegable búsqueda de
la belleza mediante el arte inherente a cualquier componente electrónico, ya
sea un ordenador o un walkman –cuya mera mención nos hace tener la sensación de
volver a la edad de piedra-.
Tras atisbar lo que fueron los
años dorados de un Steve Jobs experimentado, caemos de lleno en las bases de
toda buena historia, la etapa universitaria. Desde un principio, los que hemos
seguido un poco la historia de Apple, Jobs, Microsoft, Xerox, etc., vemos el
planteamiento de esta biografía reescrita a golpe de fotograma. Steve Jobs es
un joven inquieto, lleno de ideas y con un carácter perfectamente normal en un
joven universitario. El caso es que nunca resultó ser así. Pese a que siempre
se mostró como gran figura, Jobs fue un hombre altamente inseguro.
Siempre
vivía descalzo para mostrar su inconformidad con lo que le rodeaba y, al
tiempo, acercarse a todo lo que consideraba natural. Vivió aterrado por la idea
de que sus padres lo hubieran ‘abandonado’ siendo niño, condicionando así la
mayor parte de su vida. También fue siempre un hombre con problemas de
personalidad: problemas de control de la ira, problemas fuertes de tics… Pero
según ‘Jobs’ es una persona cercana,
casi un ligón, que únicamente sueña despierto -inmerso en alguna que otra
droga-, todo un artista de inquietudes espirituales y filosóficas. No digo yo
que no fuera así, solo observo que ‘Jobs’
trata de resaltar únicamente los puntos positivos del carácter de Steve. Que
comparados con los negativos eran bastante pocos.
Con apreciable torpeza, se van
desgranando pequeños detalles, casi retales, de lo que fueron los comienzos de
Apple. Retales, porque omite detallar las relaciones de Steve, centrándose más
en cómo participó el en todo ello. Esto no es del todo un error –al menos, no
narrativo- pero sí que es arrogante que Steve Wozniack ocupe unos 10 o 15 de
los 122 minutos totales, o que las empresas Atari, Next y Microsoft pasen solo
a saludar, así como la sorpresiva omisión de Pixar y la ofensiva supresión de
Xerox. A quien Apple robó descaradamente el sistema operativo presentándolo
poco después como propio –aprovechando que los directivos de Xerox se
preguntaron a sí mismos “¿Quién diablos va a usar algo llamado ratón?”,
procediendo así a mostrar, al equipo al completo de Apple, un producto que
pensaban desechar-. Tras revisar el film varias veces, uno acaba comprendiendo
la intención de ‘Jobs’.
No está aquí
para entrar en debates, ni para dar pie a reabrir viejas heridas. Su objetivo
no va más allá de cumplir con su nombre y aprovechar –algo tarde- el tirón generado
por la sobredimensión de la figura de un hombre que, al final, quiso llegar a
cierta humildad en su arrogancia y despotismo. ‘Jobs’ solo trata de plantear la película desde Jobs, pasando de
refilón por todos aquellos que intervinieron en la construcción de este icono.
Cuando Apple se vuelve global,
nos encontramos con una tendencia curiosa: el victimismo. Desde que IBM,
Microsoft, una junta directiva estrecha de miras y un Steve Jobs rozando la irracionalidad,
volvieran Apple una casa patas arriba, la trama de la cinta se sitúa al cien
por cien del lado de su protagonista, volviéndolo mártir de una conspiración
sin base alguna. Mientras Steve va perdiendo terreno y liderazgo, todos sus
superiores parecen estar confabulados para erradicar poco a poco su molesta
figura. La disputa profesional que llevaron Steve Jobs y John Sculley –a quien
Jobs contrató personalmente para ser su CEO- está muy mal tratada. Siempre
parece que Sculley tenga algo personal contra Jobs, hasta que acaba por conseguir
su salida de Apple. Es aquí cuando Steve se centró en Next –que fue otro de sus
grandes fracasos- para acabar dirigiendo Pixar y Apple al mismo tiempo, ambos
detalles omitidos totalmente.
En líneas generales ‘Jobs’ no es más que una retahíla de
medias verdades bonitas; es el resurgir de una figura de la que no se puede
contar nada nuevo sin caer en la contradicción. Llegamos ahora al que, a mi
parecer, es el punto más interesante: Ashton Kutcher. Kutcher parte de la
ventaja de su parecido físico con Steve Jobs, pero también de la contra de su
juventud y participación en desastres como la continuación de ‘Dos hombres y medio’ –sin Charlie
Sheen-. Pero en toda su puesta en escena se percibe un estudio muy detallado de
las maneras, gestos y ademanes de Jobs, que siempre fue algo excéntrico. En
este sentido, todo son palabras de agradecimiento hacia el logrado trabajo de
Kutcher que, sin embargo, se disuelve en una estructura muy mal organizada y en
frentes abiertos sin aclarar o cerrar.
‘Jobs’
no cumple las expectativas. Se dedica a dar palos de ciego, intentando adornar
la historia –sin llegar a convencer- de un hombre que llegó a abandonar a su
propia hija por causa de sus miedos y que, para bien o para mal, cambió el
mundo de la informática, la música, el cine y la publicidad. Siendo,
finalmente, incapaz de sobrevivir a sus propias convicciones.
Nota: 5,2
Jorge Tomillo Soto-Jove
No hay comentarios:
Publicar un comentario