Monuments Men


-Sacar a un grupo de actores de la nevera no es hacer una película, George-


Durante la segunda guerra mundial, toda la humanidad perdió algo, incluso el derecho de seguir llamándose así. Los crímenes fueron tan atroces –por parte de todos los bandos, aunque algunos hicieran méritos- que por un segundo uno cree que lo mejor es olvidar la historia, hacer como que nunca estuvo allí, pero eso será solo por un segundo. Nos damos cuenta entonces de que no podemos permitirnos olvidar.La humanidad ha de recordar sus mayores errores para recobrar el derecho a considerarse como tal. 



Contar una historia ambientada al término de la batalla, dejando de lado todo detalle que relacione la trama con la crueldad de la historia, resulta envuelta en una pesada sensación de irrealidad. Bajo esta premisa parten las aventuras de George Clooney tras las cámaras de nuevo, ya que desde ‘Los idus de marzo’ –donde cedía el protagónico a un RyanGosling en alza- no había vuelto a tomar las riendas. Esta vez, desde luego que lo ha hecho. Pasamos a analizar porqué dejará al público insatisfecho.



La segunda guerra mundial lleva ya bastante tiempo sembrando su terror por el mundo: la gente muere, los soldados parten a un destino incierto y las ciudades son saqueadas y bombardeadas. Como esta historia ya se ha contado cientos de veces, ‘MonumentsMen’ nos presenta un escenario en el que todos tenemos que saber todo eso de antemano e inventarnos -desde lo que sepamos por el imaginario popular- toda todita la atmósfera bélica. 



La puesta en escena es en Francia, donde un grupo de capellanes trata de cubrir y esconder sus obras más valiosas.Dado que su país es muy sumiso y se ha dejado conquistar sin oponer resistencia –sí, sí, como en el chiste- deberán ser unos pocos los que traten de establecer la diferencia.



Después de un desfile en el que los nazis toman posesión de Francia –cayendo en el cliché de “¿somos nazis, no? pues vamos a poner cara demostrando lo malos que somos y cuánto odiamos todo lo que vemos;de los cerdos viciosos que somos; ¿personas normales que iban a la guerra? no señor, yo soy nazi”-. Y, como buenos nazis que son, comienzan a caer en la irrealidad propiciada por el sabor de su poder, se crecen en castillos en el aire y aplican la creencia de que el poderoso puede elegir con qué quedarse y cuándo. Las obras de arte de mayor renombre son rápidamente saqueadas y trasladadas en camiones rumbo a Alemania.



Ante tan aciago futuro, en el que la cultura será un cúmulo de colores en el viento o un eco lejano de tiempos pasados, un hombre estudioso clama por la salvación de algo más que la vida humana. El ser humano, con bajas, puede volver y tomar su ciudad, pero si pierde o le arrebatan sus logros y su historia, no conservará nada que le permita volver a tomar su hogar. Así pues, propone a sus superiores que la guerra no sea una excusa para los que se creen poderosos con derecho a vaciar el mundo de su vida y de su cultura. Que todo lo que las personas han logrado a nivel artístico no se desvanezca con la última luz del día. En una elaborada exposición, Frank Stokes –interpretado por el director de esta romántica visión de la guerra- convence al presidente de los Estados Unidos para que el arte no desaparezca bajo el fuego de los bombarderos y la avaricia de los hombres.



Para acometer una misión tan ambiciosa, no encajaría bien que un gran ejército se lanzase directamente a ello. Sin embargo, una empresa más discreta podría pasar desapercibida entre las diversas líneas de fuego y llegar al corazón del imperio alemán. Como Frodo hiciera por la tierra media, Clooney cree –y, realmente, no podría disponer de más medios aunque quisiera- que un pequeño puñado de hombres puede pasar desapercibido bajo la vista del ojo de Sauron e impedir así a Hitler gobernarlos a todos y a todo.



La compañía del anillo estará guiada por el carisma y popularidad en ascenso de George Clooney y Matt Damon formando equipo con Kate Blanchett, que hace las veces de testigo francesa de la falta de escrúpulos de los alemanes para saquear todo lo que de valor considerasen. Clooney, mientras Damon trata de descubrir un punto débil en París, llevará a los hombres monumentales directos al final de la guerra.



Entre ellos estarán John Goodman y Bill Murray. Ellos darán una cátedra sobre la naturaleza del cine en sí mismo a actores como Bob Balaban o el recientemente oscarizado Jean Dujardin por la deliciosamente carismática ‘TheArtist’. Al igual que en ‘TheArtist’,Dujardin lucirá su mejor sonrisa para ser más francés que nunca, aportar el tono internacional al equipo y hacerse un hueco entre los nombres más famosos de la industria.



Al fin y al cabo, ‘MonumentsMen’ no es más que un repaso romántico a una herida que sigue hoy en día abierta. Pero ese es su principal defecto. La cinta se centra demasiado en complacerse a sí misma con su puesta en escena y su reparto carismático pero, después de cruzar esa línea, hay muy poco más.



 No resulta un retrato fiel de la guerra. No es que debiera serlo pero, al menos, sí parecerlo y no resultar una excursión de un club de caballeros por las praderas –y ruinas- de Alemania. Al final, George Clooney pierde ese minuto de atención tan importante, en favor de ‘Her’, de Spike Jonze, que, pese a llegar con semanas de retraso, merece la ovación, el reconocimiento y la atención que los premios de la academia decidieron negarle deliberadamente.
NOTA: 6,2



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