-Expositor de presidentes de EEUU,
a la caza descarada del Óscar.-
Asentadas las bases de octubre de 2013 con firmeza, se abre la veda populista del ‘camino hacia los Óscars’. No es
más que una época propicia comercialmente, en la que los grandes estudios
sueltan sus bazas con vista a ser las últimas recordadas del año y, si cae un
premio o dos, mejor. Esto se aplica también a ‘El Mayordomo’ que, según mi punto de vista, no es más que una
historia inflada para estar a punto de Óscar. Paso a explicarlo.
Comenzamos la trama estableciendo un precedente al que
volver más adelante para justificar una
sensación de circularidad que, de otra forma, haría que no existiera un final
claro. Los futuros tópicos sensibleros se explican con la frase 'inspirado en
hechos reales'. Ya ni siquiera está basado en hechos reales: está cerca de ser
como la historia original, de la que los escépticos poco podremos creer.
Cecil
Gaines –cuyo nombre no se cansa en repetir- es nuestro hombre, mayor, cansado y
henchido de experiencias, quizás pagadas con un precio excesivo. Espera
pacientemente una audiencia con el presidente, mientras se ve invadido por el
aroma de la nostalgia. Los dulzones sabores del recuerdo lejano le invaden sin
remedio y, de esa reacción, nace la narración y el pie de esta historia. Nos
remontamos unos cuantos años atrás, a una granja de algodón en el sur de Estados
Unidos.
Cecil narra que, pese a lo duro que fuera el empleo o el trato
recibido, siempre era una alegría trabajar junto a sus padres, hasta que, sin
ninguna base argumental, el hijo de la terrateniente decide tomar a la fuerza a
su madre y hacerse un colador con la cabeza de su padre –lo que para otros podría
haber dado pie a una historia de superhéroes-. Una cosa es una película
sensible y con una cierta carga dramática, como pueden ser ‘Paseando a Miss Daisy’ o ‘Criadas y Señoras’, donde, pese a tratar
el tema del racismo en Estados Unidos desde dentro y sin filtros, no se llega a
la exageración y la ponderación de la lágrima fácil.
-No, el de la izquierda no es Eddie Murphy-
Pero ‘El Mayordomo’ es una historia que, de otra forma, no entraría
dentro de los cánones políticamente correctos, y seguro que se volvería
insulsa, hueca y muchas otras cosas que no justificarían una peli normal, y
mucho menos una de 2 h y 10.
-Ni el propio Scott Summers James Marsden parecía creerse que, después de ser Cíclope, le colocasen de JFK-
Los primeros saltos temporales colocan a Cecil abandonando
su tierra, el mundo que conocía, para embarcarse en una dura aventura en la que
no será fácil progresar. Poco a poco, en empleos de poca monta, va descubriendo
su buen hacer en las artes de servir. Trabajo que se gana su adoración en
contraposición a la recolección de algodón sobre el terreno, en el que yace la
sangre de su padre. De esa forma, comprueba que sí hay cosas que se le da bien
hacer, dentro de lo que espera de él una sociedad totalmente opresiva hacia la
raza negra. Pero, como se nos muestra, ese no es un problema que preocupe al
bueno de Cecil.
Él simplemente quiere tener una vida plena, con una familia
feliz y una casa donde comer y dormir caliente, o al menos así piensa al
principio. Aprendiendo su oficio con soltura y escalando gradualmente
en calidad respecto a los locales donde trabaja, Cecil es convocado en la Casa
Blanca para una entrevista de trabajo. A esta cita ya acude Forrest Whitaker,
ganador de la triple corona compuesta por el Óscar, el Globo de Oro y el Bafta
a mejor actor por ‘El último rey de
Escocia’. Las expectativas no podrían estar más altas para una persona que
ha llegado a trabajar en sus comienzos con el propio Paul Newman –‘El Color del Dinero’- o que ha acabado
ganando un Óscar como actor principal. Sin embargo, al margen de su talento,
gran parte de su fama como actor viene de su tara, que usa como amuleto.
He de admitir que, pese a su respetable carrera, en ‘El Mayordomo’ no llega a impresionar en
ningún momento –tiene sus más y sus menos con su hijo activista, pero no consigue
despegar-. Quizá sea por la seriedad y seguridad que requiere el personaje, o
puede que sea porque no llega a aportar nada que el guion no trajera ya de
serie, a excepción de su enfermedad -que no queda justificada en la historia- y
unos cuantos gestos serios. De pequeño no la padece, pero de adulto sí. ¿No
estaba esto centrado de alguna forma en hechos reales?
-¿Hechos reales? John Cusack interpretando a Nixon, no opina lo mismo.-
La mayor curiosidad que me ha venido a la cabeza, además del
diseño calculado para la nominación al Óscar, ha sido el reparto elegido. En el
caso de la comunidad negra, todo bien; Cuba Gooding Jr., Lenny Kravitz o la
propia Oprah Winfrey. Pero en el caso de los presidentes de los EEUU, rechinan
los dientes. Robin Williams encarna a Eisenhower, a quien ni recuerda; pero se
olvida rápidamente, pues es apenas un cameo.
James Marsden (Cíclope en la saga
X-men), es JFK. Aquí, la mera contraposición de rostros resulta ridícula. Liev
Schreiber (dientes de sable en ‘Lobezno
Origenes’) es Lyndon Johnson, y lo más que hace es aparecer en el excusado.
John Cusack es Nixon, y está fuera de lugar. Su papel lo interpreta la prótesis
que lleva en la nariz y mejor olvidar el resto. Elogiar por último la elección
de Alan Rickman (Severus Snape en ‘Harry
Potter’), que parece el propio Reagan traído de vuelta de su tumba.
Tristemente, esa ha sido la única buena elección de reparto en una película que,
tras pasar el momento Kennedy, va perdiendo interés a marchas forzadas hasta
rozar el tedio. Todo muy dramático, todo muy ejemplo de superación personal,
pero no hay nada que no se haya visto antes. Aunque eso nunca ha sido un
problema para ponderar a nadie por encima de sus posibilidades en los Óscar; o
tal vez se haga justicia y se lo lleve otro, el tiempo dirá.
Nota: 6,8
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