—Vuelven los titanes. Vuelve el mal rollo—
Desde
que en 2013 ‘Shingeki No Kyojin’ se
alzase como uno de los animes más populares de la era “anime + internet”, hemos
visto todo tipo de teorías, fanarts y cosplays que trataban de emular ese ansia
y vacío que había dejado la primera entrega de la serie.
Cuatro años más tarde
hemos podido disfrutar de cómo ‘Shingeki
No Kyojin’ se suma a la tendencia de hacer temporadas “a la americana” por
cuestiones puramente económicas. Se suma otro factor, que es la periodicidad de
publicación de los mangas, en este caso mensual. Así se huye del mito del
relleno de las series blockbuster y se reparten los capítulos en tandas cortas
y de cita anual a las que el espectador puede acudir sin que lo quemen con malas
historias de relleno.
Para
esta segunda temporada, retomamos la trama pero no el protagónico. Donde
tuviéramos a un Eren como clara punta de lanza, en esta segunda entrega el
brazalete de líder no tendrá un portador claro. Aunque se podría decir que, más
que nunca, los protagonistas son los titanes. Y eso es lo segundo mejor que le
podía pasar a la serie.
En
la crítica anterior decía que: “Todos los
puntos de apoyo que se establecen casi por accidente para construir una gran
narrativa, son derribados por la necesidad de establecer un misterio estirado
hasta límites insospechados.” Y era algo totalmente cierto en ese caso,
pero no lo es en esta segunda temporada por una tendencia muy muy curiosa: La
segunda temporada de ‘Shingeki No Kyojin’
no sigue el manga. Aclaremos este punto. La serie sigue basada en el mismo
manga, pero no de la misma forma linear y llena de momentos vacíos que no
llevan a ninguna parte.
Esta vez han decido pasar del storytelling de Hajime
Isayama y usar uno propio. Se nota mucho que del manga siguen al dedillo los
momentos potentes, pero cuando Isayama flaquea, la serie lanza pistas sobre
momentos que realmente no estaban ahí en el cómic original pero que balancean
mucho mejor la carga dramática a favor de la propia historia. Así, en el manga
y la primera temporada, tenemos una estructura narrativa totalmente inestable,
con picos muy fuertes y bajones mucho más duros. Pero ahora, estamos ante doce
capítulos que sobrepasan todos el notable, menos uno concreto entremedias que
anestesia un poco la acción (el del pasado de los niños).
El
manga le debe todo a que la historia y los personajes son buenos, porque el
estilo de dibujo, escudándose en las líneas dinámicas como principal premisa,
resulta deleznable de lo malo que es. Lo que otros llaman bosquejo o delineado
previo sobre el que trabajar, Hajime Isayama lo manda directo al editor. En
cambio en el anime se divorciaron totalmente de esa dinámica, metiendo a una
animación buena —que abusa un poco del ordenador— todos los efectos de edición
e iluminación de cuantos dispone la industria.
Esta segunda temporada tampoco
se saca de encima ese efectismo endémico y da otro paso hacia atrás metiendo
más efectos de ordenador de los que la coherencia visual del anime puede
soportar. En la primera temporada, cantaban un poco los decorados digitales,
pero ahora hay titanes completos animados mediante ordenador contrastados con
los personajes hechos con un trazo humano.
No llega al nivel de indiscreción y
molestia de la última vejación que le han hecho a Berserk, porque aquí se usa
en momentos, que aunque son muy muy espectaculares, son cortos. No es algo que
se use como recurso principal, para bien de esta temporada. Aunque entendemos
que, para publicar una serie con este acabado visual, sin recurrir a una
animación tradicional de coste desorbitado —que a día de hoy la industria no
quiere permitirse— y, además cumplir unos plazos lógicos, hay que ahorrar
costes en determinados momentos. Es entonces un strike menor, lo entendemos
pero canta por soleares igualmente.
Ahora
bien. La trama. Puede que estemos ante una de las temporadas de anime más
redondas que se hayan visto últimamente. Casi no hay bajones de ritmo o cosas
sin interés. Casi todo el episodio —en cada episodio— el ritmo es bueno y sube
y baja sin que resulte chocante. Todo está tan bien orientado que asusta.
Porque un servidor ha leído lo que está por venir y puede que ni la mano
diestra de estos showrunners salve a la tercera temporada de ser una aberración.
Esta segunda temporada puede ser el equivalente en ‘Dragon Ball Z’ a la saga de Célula, donde la sobrepoblación de
Super Saiyans —y una historia que lo refuerce— la convertía en la saga del
espectáculo. Aquí tenemos más de lo mismo. Esta segunda temporada es cuando
vamos a ver más veces a los titanes más populares, y además los vamos a ver
partiéndose la cara y sembrando el drama allá por donde pisen. Luego vendrán
una o dos temporadas de “¿Pero qué está pasando?” ”¿Seguro que es la misma
serie?” y luego volveremos a otra temporada gloriosa que encarrilará la serie
hacia su final. Eso si no la alargan innecesariamente.
En
definitiva: ¿merece la pena esta segunda temporada? Si, y mucho más que la
primera. No me cansaré de decir que el “formato de 10 capítulos” (10 y un poco
más aquí), es lo justo para no sobrecargarse y encima quedarte con más ganas.
Porque meterte 25, y hacer un producto coherente de los 25, no está al alcance
de las series de larga duración. Al menos no lo ha estado hasta ahora. Aunque
podemos encontrar algo de esperanza con ejemplos como ‘One Punch Man’ y ‘My Hero
Academia’.
Me
remito a lo que dije para el cierre de la anterior crítica: “Mientras tanto, esperaremos su segunda
temporada y confiaremos en que el anime arregle los desvaríos a los que llega
el manga.” Y de hecho, es a lo que apunta la nueva línea de narración.
Aunque puede que sea un espejismo, ya que las rarezas que están por venir no
son nada comparado con las que ya ha salvado la nueva tendencia del anime. ¿Se
saltarán las incoherencias del manga? ¿Las redistribuirán en una línea temporal
diferente para darles cuerpo y salvar el tipo? Sólo nos queda esperar al año
que viene y confiar en que sabrán cómo hacerlo funcionar.
Nota: 8
Jorge Tomillo Soto-Jove
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