—Nolan saca toda su artillería
alejándose del tono Hollywoodiense—
Hay directores que los
odies o los ames, son casi una cita obligada cuando una de sus
películas se estrena y, para mi, Christopher Nolan está en esa
lista. Cómo sea personalmente y cuanto odie Netflix, y todo lo que
lleve la palabra digital, no es algo que me interese demasiado a la
hora de ver una de sus películas.
Y si hay una buena cita para
analizar su trabajo es 'Dunkerque' donde
escribe y dirige por tercera vez. Llega a nuestras salas de cine una
película que, según rumores,
llevaría en la mente del director desde 1992, cuando navegaba la
zona con Emma Thomas, actual productora de varias de las películas
del director.
La
cinta presupone el conocimiento de la batalla de Dunkerque por parte
del espectador y se deja ahí una oportunidad perdida para realzar el
drama de la situación, que por mucho que apueste por la elegancia y
sutileza, se deja cosas en el tintero o esa sensación deja. Siendo
Nolan era imposible que hubiera algo de sobreexplicación, de modo
que, después de un cortísimo contexto histórico veremos tres
acotaciones sobre las tres líneas temporales que va a sacar a
pasear.
En ellas indica cuánto tiempo intervinieron los ejércitos
de tierra, mar y aire hasta la resolución del conflicto que abarca
el filme. Pero el espectador al que esto le pille sin previo aviso,
le puede parecer que, además de volver a los tintes de 'Memento',
el director se está marcando una sacada de pecho y pretensión de
quedar como un intelectual, cuando bastaba con que se ciñese al
hecho en sí. Al principio las líneas narrativas se presentan
confusas, aunque es intencional.
La gente casi no habla, muchos de
los actores con minutos se confunden debido a la obsesión del filme
por despersonalizar al personaje en favor de la presencia y vivencia
bélica. Para cuando va cobrando un mínimo sentido surge “ese
flashback innecesario de Cillian Murphy” (que tan bien se podía
haber contado en una línea de diálogo), y la estructura da un
tropezón del que le cuesta recuperarse. Hay algo en la primera mitad
del filme que, simplemente, no funciona del todo o que, como suele
pasar con Nolan, invita —y llama— a un segundo visionado para la
mejor comprensión de lo propuesto.
Más
adelante, las líneas narrativas toman forma juntas, resultando
tremendamente satisfactorio para el espectador, pero al mismo tiempo
deja algo de sensación de vacío, como si no supieras muy bien qué
le falta, sabiendo que falta algo. Puede que eso venga de que
'Dunkerque' es una
película de guerra empeñada en no parecerse a ninguna que se haya
hecho hasta ahora, y lo consigue de pleno. La ausencia de belicismo
de corte clásico es total. Estamos en la guerra pero no una guerra a
la americana.
Quizá sí que haya belicismo, pero lo que echo en
falta —por exceso de costumbre— sea la narrativa clásica
americana sobre los conflictos bélicos. Aquí, además de su tono
aséptico y elegante, que algunas veces se permite ser tremendamente
brutal y destrozar a su público, prima el transmitir un sentimiento
global. Prima sentir la derrota y la necesidad por sobrevivir por
encima de todo: Sean personajes, argumento o coherencia histórica. Y
una vez que te acostumbras a sus reglas 'Dunkerque' te
hiere y te deja tocado, aunque no de gravedad.
Lo
que sí me gustaría reconocerle a Nolan es que, pese a alguna línea
de diálogo al final, la película no se unirá a la lista de obras
propagandísticas que vendan a los alemanes como monstruos
devoradores de bebés, que ríen ante la muerte desde las sombras.
No, aquí, de pronto, surcará el cielo un avión enemigo y sin hacer
preguntas, ni soltar frases trilladas se llevará por delante a
cuanta gente pueda. Después, silencio. No habrá carcajadas frente a
una hoguera acariciando un gato, simplemente veremos a la humanidad
enfrentada y la retirada de una Europa que lo creía todo perdido.
Lo
malo de 'Dunkerque'
es que se venda y promocione como si fuera un blockbuster de verano
y, aunque sí se sirve del espectáculo para lucirse, no lo es, al
menos no uno al uso. 'Dunkerque' es
esa película que tratará de sumirnos en el ambiente de la crudeza
de una retirada como esta, sin decirnos bien del todo qué retirada
es. Quizá pretenda que, simplemente lo veamos y suframos nosotros
mismos, pero algo más de contexto le hubiera dado mucho poder a su
narración, más depurada y orientada hacia lo visual.
Es como si, en
el mejor de los sentidos, le hubiera dado una pataleta ante tanta
crítica por ser sobreexplicativo y se haya sacado de la manga todo
instrumento, técnica o conocimiento de cine que posee para callar a
todas las bocas. Donde yo venía a recibir un mazazo dramático, me
he topado con un Nolan mucho más enfocado que nunca y corrigiendo
sus errores —no todos, pero va muy bien encaminado—.
Vale,
'Dunkerque' tiene
alma, pero ¿y el reparto? Pues, su reparto es un elemento subjetivo,
que no reciben la presencia en pantalla a la que están acostumbrados
—salvo un poco Tom Hardy, y poco— . Aquí sucede como con 'El
Señor de los anillos', todos
los actores trabajan hacia la coralidad del filme, no de desmarques
individuales que huelan a estatuilla dorada. Como curiosidad en este
aspecto, cabe destacar el muy funcional e inesperadamente digno
trabajo de Harry Styles.
El cantante representa a los actores jóvenes
del filme, elegidos deliberadamente para representar a los soldados
de una edad parecida, así como experiencia y establecer uno de los
puntos claros de debate entre el personaje de Cillian Murphy y el de
Mark Rylance (cuyo doblaje español está cerca de sacarte de la
película).
Pero
la parte más importante es la gran presencia de 'Dunkerque',
que viene dada por su titánico trabajo técnico. No sólo es que el
montaje sea muy bueno —salvando el tropezón del flashback— es
que su espectro técnico es monstruosamente poderoso. Desde un Hans
Zimmer jugón —usando el reloj del propio Nolan para hacer parte de
la banda sonora— que da gusto volver a tener en forma, hasta la
calidad visual de casi cada plano gracias al empecinamiento de Nolan
por las cámaras IMAX y los 70mm.
Así como su obsesión para el
detalle palpable; el filme llega a tener delante de las cámaras en
un momento dado a 50 barcos y cuenta con más de 1.500 extras. Todos
estos datos apabullantes no son nada comparados con el uso de la
fotografía —y el color— a lo largo de toda la película. Hay
momentos en los que es ridículamente impresionante. El trabajo de
los planos aéreos y la dirección del ritmo de las escenas de acción
son, de calle, lo mejor de 'Dunkerque' .
En mi caso nunca había visto que la producción de sonido de un
filme fuese tan importante e impresionante como lo es aquí, que
tristemente perderá hasta un 40% de presencia fuera los cines. Pero
conociendo al director, se entiende que esté tan orientada a su
necesaria proyección en salas de cine. Sin embargo, los que vengan
para ver una “película de guerra” o a ver trabajar a su actores
favoritos, no es su película. Sencillamente no lo es.
'Dunkerque' es
lo más cerca que va a estar el cine comercial —bélico— de tener
un acercamiento al cine de autor y el minimalismo cinematográfico,
pero sin salirse de su zona de confort de cine palomitero. Eso sí,
con una calidad y presencia difíciles de cuestionar a un nivel
estético. Sin embargo, su guión, cumbre de la obsesión por dejar
cabos atados, es el punto más flojo del conjunto, que tira piedras
contra su propio tejado.
Esperemos que Christopher Nolan siga
evolucionando tan notablemente, ya que así, en su nuevo trabajo
logrará aunar narración visual y solidez argumental, sin que la una
solape a la otra, ambas bajo una clara —y elegante— línea de
dirección, obsesionada por lo aséptico y anti-emocional. Como única
excepción funcional y madura está 'Interstellar',
ya que 'Origen' se da
demasiados golpes contra el efectismo visual y la sobreexplicación
narrativa hecha película.
Nota: 8,7
Jorge Tomillo Soto-Jove
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