Cernobyl (HBO) | POPCOKEN


—Ni tanto ni tan poco

Ya he terminado 'Chernobyl', la nueva apuesta de HBO por retener su cuota de suscriptores tras el batacazo de Juego de Tronos. Y he de decir que, sin fiarme mucho de lo que iba a ver, me cautivó y me perdió por el camino, para finalizar en un punto notable, en el que no gana nadie, pues esto es Chernobyl.



Para empezar bien, os diré que mi referente es un documental de Iker Jiménez, llamado la noche del fin del mundo. Quien pese a su evidente sensiblería —y alguna otra cosa rara— , merece el reconocimiento de haber aportado una gran recreación y búsqueda de los datos clave del terrible accidente. Seguramente haya libros u otros documentales mejores, pero este es mi referente con este tema. Así me aventuré en la producción de HBO, sin ningún tipo de miramientos. Simplemente me senté delante de la TV y me dejé llevar. 

De hecho acabé totalmente sumido en su propuesta, aunque en realidad era porque pensaba que serían más episodios. En perspectiva me parecen insuficientes, aunque entiendo por qué se han distribuido de esta forma. Pero no me termina de agradar porque la gente se alzará y proclamará a esta mini serie como "lo que ocurrió en Chernobyl". O como el "nuevo gran acierto de HBO" y ni lo uno ni lo otro.




El primer y más evidente fallo es estructural. La única mujer de peso en la trama es una invención de HBO. Un recurso que admiten haber usado, para favorecer la narración. La doctora representa en realidad a todo un grupo de personas, quienes no debieron pasar el corte de importancia como para mencionarlos, que se juntan en un solo ente para que la ficción pueda transmitirse como tal, como ficción. Y eso es comprensible, sobretodo con una estructura episódica planeada en corto. Pero el saberlo, te hace sentir que quizá haya otras cosas que no deberían estar ahí o que pudieron haber sido enfocadas de otra forma.



 Como el hecho de que la serie recrea el accidente nuclear —dos veces— pero nunca dice al espectador cómo se solucionó nada de eso. El sarcófago, y futuros sarcófagos, reciben una viñeta en los créditos finales del último capítulo, nada más. Cuando para mi ese era el verdadero drama: el de los hombres que se enfundaron en plomo y fueron haciendo turnos para despejar el tejado de la central. Aunque esa escena sí que sale, pero cortar ahí, para mi le quita el corazón a esta historia. Dejar esa bala en la recámara es un sinsentido cuando no se han suavizado otros detalles de menor calado histórico. Ese espacio, entre el tejado y la construcción de la bóveda es un drama tal que quizá requiriera otra miniserie para recrearse con justicia.



Pero lo que la serie mete por la vía rápida son dramas humanos como el de la embarazada o los quemados que declararon la verdad antes de morir, en el que es el mejor episodio de la serie, el tercero. Pero luego se les va la mano para mi gusto. En el episodio cuarto, en lugar de recrear el cómo se diseñó o concibió la idea del sarcófago, tenemos un capítulo en el que personajes sacados de la nada acaban con las mascotas dejadas atrás. Aquí ya se le ve el plumero a HBO, porque esto se podía solucionar en dos escenas, o incluso en un comentario, pero no, tenemos que estar presentes cuando un soldado asesine perros que "vendrán a nosotros ellos mismos". O el colmo cuando, para cebarse con la tecla del efectismo barato, el soldado jefe se ve obligado a sacrificar a tiros a una camada de cachorros y a su madre.



 ¿Eso es una historia peor? No, pero condiciona al espectador a sentirse predispuesto al drama hacia un episodio final que no es lo que parecía. Lo que son esos perritos en realidad, y por qué se les da tanta importancia, es por la misma razón que la serie narra en estos términos. Porque no es un documental, es un show, por jodido que sea pensar eso con algo como Chernobyl en la palestra.



Entonces llega el último episodio y toca explicación de manual para acudir al final de nuestros personajes, finalmente impuestos a la trama en sí, de nuevo para favorecer la narración más televisiva, que ha centrado su tercio final en los propios personajes y no en el conflicto. Lo malo es que el propio juicio tiene un punto focal muy claro, quizá por las motivaciones del protagonista o por que es el objetivo final de la serie. De todas formas no puedo evitar que se sienta reiterativo. 



O quizás no me gusta que la serie se empecine tan infantilmente en señalar a un culpable y pontificar al resto. ¿Era necesario recrear el accidente dos veces, con datos, hacia un único villano?. Pero de nuevo, cuando busco respuestas a todas estas pegas, sólo viene a mi cabeza que esto es un show, ficción diseñada para la televisión. Y que esa premisa no desaparezca por mucho que la propia serie se esfuerce en desdibujarlo. Que se esfuerza, y mucho. 

Nota: 7,2

Jorge Tomillo Soto-Jove





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