-Mucho, mucho estilo. Decadencia y Leonardo Di Caprio.-
Llega un momento en la vida de
las personas en que se convierten en soñadoras. Para algunos ocurre en sus
primeros días; para otros, más adelante. Lo importante de estos sueños es la
obsesión que traen con ellos. Dejan de ser efímeros para pasar a ser un credo
inmortal que, seguido y cumplido estoicamente, se transmite por su inherente
carisma a cuantos rodean a su portador. Esas personas tienen una visión muy
concreta de sí mismas y harán todo lo que esté en sus manos para lograr sus
objetivos. Es el caso de Jay Gatsby.
Comenzamos esta multimillonaria
oda -de, aproximadamente, cien millones de dólares- con unos créditos,
enmarcados en colores grisáceos, que pronto dejan paso a la verde luz del faro
que guía la trama. Nick Carraway (a quien da vida el ex-Spiderman de Hollywood,
Tobey Mcguire), será el narrador que trate de explicarnos los motivos de Gatsby
para sentirse obligado a soñar al contemplar, en la lejanía, la verde luz del
faro del puerto de la casa de la mujer de sus sueños. Antes de explicar cómo
llegó a ser el vecino del propio Gatsby, vemos cómo, en la actualidad, es un
hombre perturbado y deshecho, cuya manera de hablar en pasado deja claro el
tono de este drama veraniego.
Ya nada más empezar, tenemos
varias curiosidades que destacar. El personaje de Nick, que trata de librarse
de sus demonios y de sus vicios, se supone que trata de ser el mismo Scott
Fitzgerald dentro de su propia obra. El segundo dato bizarro es el actor que le
da vida, Tobey McGuire. Comparte una característica de este personaje, o la
compartió. En la famosa escena del beso de Spiderman y Kirsten Dunts, McGuire
pasó un muy mal rato. Su dependencia del alcohol le hacía estar, durante esa
escena, en una condición poco apropiada para permanecer colgado boca abajo, con
una máscara y besando a una chica bajo la lluvia.
Esta obra capta la atención con
rapidez. Su ambientación, pese a ser algo recargada, está muy cerca de ser
sublime. Recuerda a 'Anna Karenina',
donde se reflejaba también con precisión la decadencia de los más ricos que,
acostumbrados a vivir a todo trapo, acaban perdiendo el contacto con la
realidad, sumiéndose en las profundidades de la contradicción y la degeneración.
Nick, en su relato, cuenta cómo fue el único de los miles de asistentes a las
fiestas de la mansión de Gatsby que, realmente, recibió una invitación para acudir.
Descubre pronto, que Gatsby no parece ser más que una sombra, un mal aliento que
corre rápido de boca en boca. Algunos lo tildan de asesino, de príncipe y hasta
de inventor del tiempo, si una copa más de alcohol se les suministrara.
Gatsby hace su aparición en
escena tal como es. Se desliza con suavidad entre las sombras de la gente que
finge ser su amiga, de los políticos que buscan su favor o de los enemigos que
lo quieren tener bien vigilado. No se muestra, aún estando a cara descubierta.
Maneja bien sus cartas y decide cuándo sacarlas sobre el tapete. Tiene el
dominio total y -aún entre todo su poderío y todas las luces de su palacio- se
entrevé un hombre fuerte pero humilde, con mucho que contar pero con miedo a
hacerlo.
Leonardo Di Caprio (nominado al óscar por 'Quién Ama a Gilbert Grape', que recientemente ha demostrado no ser
ya 'el chico del Titanic' con superéxitos como 'Diamantes de Sangre', 'Shutter Island', 'Legendary Road', 'Origen'
y la sobrevalorada 'Django desencadenado')
se encarga de llevar en esta adaptación la corona que ostentó Robert Redford,
de una forma más presencial que carismática, con un espectacular vestuario
diseñado por Ralph Lauren.
A su vez, el mayor reto para Leonardo no es superar
a Redford: es recuperar la atención del público, desperdiciada por Baz
Luhrmann. Casi podríamos decir que el director desaprovecha la trama con
esperpénticos movimientos giratorios de una cámara que acaba por resultar
hipocondríaca. Pese a los continuos juegos confusos del enfoque, el abrumador
talento de Di Caprio da plena solidez a este personaje que Scott Fidgerald
diseñara como carismático a la par que inseguro y enamoradizo, misterioso al
tiempo que comedido, en pro de custodiar una ira que él mismo teme más que
nadie.
La película es de una solidez
bastante contundente, pese a los anacronismos musicales que supone meter música
discotequera actual en fiestas de los años veinte. Si no fuera por la llegada
de Lana del Rey con su particular, decadente y disfuncional estilo de música
-la tonadilla perfecta para esta clase de historia, de romance condenado- esta
película hubiera perdido demasiado rápido el interés del público, malgastado en
escenas de confuso enfoque y movimiento excesivo.
Los colores y las luces
rebosan por todas partes, mas, por encima de todas ellas, brilla la soberbia
actuación de Leonardo Di Caprio, que hace de 'El Gran Gatsby' una firme candidata a mejor película de este año.
Su actuación es tan acertada que deja fuera de lugar a todo el reparto, incluido
su rival en la película, Tom Buchanan. Éste iba a ser interpretado por Ben
Affleck, que rechazó el papel. Después se consideró a Bradley Cooper y Luke
Evans que, finalmente, quedaron relegados por Joel Edgerton.
En general, 'El Gran Gatsby' puede que no sea como Fitzgerald la tenía pensada,
pero es la adaptación que ésta época necesita. Incluso se permite la licencia
de hacer un ligero homenaje a 'El
Padrino' y sus naranjas; los alumnos aventajados sabrán de qué hablo. Su historia, en principio simple y algo
predecible, se vuelve llena de interés por la costosa y recargada ambientación
de Baz Luhrmann y su giratoria visión de la narrativa visual. Pese a venir
introducida por una mayoría de críticas negativas, 'El Gran Gatsby' puede llegar a ser uno de los éxitos más sonados
de este año; tiempo al tiempo.
NOTA: 7,9
Jorge Tomillo Soto-Jove
LANA DEL REY - YOUNG AND BEAUTIFUL
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