-Matthew-Leto se llevan el oro por sobredosis de correctísimo y unas actuaciones titánicas.-
Este era su año, este es su
momento, de esta no se le escapa. Eso era lo que todos pensaban de Leo DiCaprio,
hasta que llegó ‘Dallas Buyers Club’
pisando fuerte para llevarse el oro. Todas las esperanzas del favorito de
Scorsese iban siendo devoradas por dos actores que siempre mantuvieron un
perfil bajo; uno por consagrarse como uno de los dandis de Hollywood, y el otro
por enfocar su carrera como actor desde un estricto punto de vista alternativo.
Uno de ellos abrazaba papeles que parecían grandes pero terminaban por resultar
de escaso interés; el otro se enfrascaba con todo lo que tenía en producciones
extrañas que, finalmente, acababan aportando ese toque artístico que tanto le
falta al cine de hoy, sin conseguir quitarse de encima ese estigma de confundir
-más que entretener- al público.
-Wat yu say?-
Un tándem que, ante la abismal diferencia
comercial que los separaba, hizo lo que Hollywood nunca esperó de ninguno de
los dos. Tal vez deberíamos analizar los porqués; quizás, de esta forma, Leo
pueda dormir mejor por las noches y no terminar por convertirse en el nuevo Al
Pacino –cuya vida de excesos echó por la borda su talento-. Lo mejor que puede
hacer DiCaprio ahora es seguir intentando ser Paul Newman: un grandioso actor,
guapo, con clase y con un par de Óscars que, aunque tardíos, finalmente
llegaron.
-el ying y el yang-
Comenzamos en la Texas natal de
nuestro actor protagonista. Matthew McConaughey introduce dos realidades de
golpe y porrazo. Bajo las gradas, tras la reja de protección, un hombre llamado
Ron Woodroof mira con pasión a un vaquero intentando domar a un toro. Entre sus
piernas y tras de sí, dos mujeres de dudosa reputación reciben las embestidas y
gemidos del texano, que se deleita observando al vaquero mientras los dos
montan a diferentes bestias. Al ver esta escena y sentir como Matthew se
derrumba poco a poco, uno se pregunta ¿quién es la bestia enjaulada? ¿El toro,
o el hombre que se acaba de condenar?
Con un brusco cambio de escena,
nos introducimos ligeramente en la vida de Ron. En el rodeo, él no es de los
que montan sobre el toro. Pasa por allí sin que las miradas reparen en su
estrecha figura y apuesta, apuesta con avaricia y pierde, lo pierde todo, menos
las ganas de correr de la gente a la que debe dinero. Tras pegarse con un
policía para ser arrestado, es llevado a casa por su captor. Su cuerpo comienza
a fallarle antes siquiera de entrar. Lo toma con humor, pero ese pitido
incesante sigue ahí. Finalmente Ron sucumbe, dando con sus huesos contra el
suelo de su pequeño apartamento. Tras un nuevo cambio brusco de escena,
ahondamos algo más en la vida de este hombre que se revela como un racista y
machista, vamos, lo normal en Texas.
El contraste está en que, en el accidente
en el que le mandan que colabore –un hombre está atrapado bajo una máquina- él
exige que venga asistencia sanitaria pese a que el trabajador sea un inmigrante
ilegal latino. Será racista, pero es justo. La idea surge, apagar la maquinaria
–como electricista texano que es- resulta el planteamiento más lógico. Hasta
que el panel de mando le estalla en la cara, y otro repentino cambio de ritmo
nos funde a negro sin previo aviso para cambiar de escena.
Despertamos con Matthew, que se
ve más delgado por minutos, y dos médicos no tardan en hacer acto de presencia.
Sabemos que son dos, pero al igual que McConaughey, únicamente veremos a
Jennifer Garner. El médico invisible –se merece su nombre- solo tratará de
vender el paquete estándar de empatía falsa y rancia, soportando los insultos
de su paciente hasta que Garner toma el control, demostrando que a chula no le
gana nadie por mucho SIDA que se tenga. ¿Crees que, porque te queden treinta
días de vida, voy a dejar que me pases por encima? No señor. De esta forma, la
doctora se gana la atención y respeto de su paciente.
Consciente de que su situación es
real, Woodroof intentará acceder a la medicina que, en fase experimental,
promete curar el SIDA. Ante la negativa de la doctora, emprenderá su propio
camino, por la vía que sea, para conseguirla.
-Momento exacto en el que Matthew ganó el óscar-
En este carril lento, Matthew
descubre todo el dinero que mueven las farmacéuticas de Estados Unidos a costa
de la gente enferma, y se vuelve algo así como un héroe de barrio, solo que por
dinero y porque él mismo tiene SIDA. De cualquier otra forma, esa máscara de
héroe nunca hubiera recaído sobre sus afilados pómulos.
En su ilegal carrera por la
supervivencia, Matthew arrasa fronteras, finge identidades, pero se sigue
desmayando brutalmente tras ese agobiante pitido que precede a un fundido en
negro, seco y certero. La enfermedad parece ir avanzando más hacia su objetivo
que Ron en su plan heroico-comercial, hasta que, después de que le confisquen varias
veces sus medicinas, tropieza con un hueso tan duro de roer como él. Entra en
escena Rayon.
Jared Leto –más conocido en la industria de la música por su grupo “30
Seconds to Mars”- siempre ha demostrado compromiso con su trabajo; desde su
pronta aparición en ‘American Psycko’
o ‘Inocencia interrumpida’, hasta
pasar por verdaderas calamidades físicas en ‘Réquiem
por un sueño’ o ‘El asesinato de John
Lennon’.
Pero todos esos méritos quedaban siempre oscurecidos por papeles
pequeños y películas menores con un trasfondo confuso. O, simplemente, era todo
como en ‘Las vidas posibles de Mr.Nobody’,
aspirando a demasiadas cosas como para resultar mínimamente estable. Con la tranquilidad
que le ha aportado el club de compradores de Dallas, Jared ha podido
reafirmarse como algo más que una cara bonita, un actor alternativo o ese
jovenzuelo de 40 años con californianas.
‘Dallas Buyers Club’, antes de decir nada más, es una película como
tantas otras sobre temas de ETS, sexo, drogas y una sociedad corrupta. Si no
fuera por Matthew McConaughey, este proyecto no sería el mismo. Tanto ha
sorprendido en Hollywood que este actor diera un cambio tan radical y comenzase
a actuar con criterio –sumado a su popularidad in crescendo gracias a su papel
en el nuevo gran éxito de la HBO, ‘True
Detective’- que a todos ha comenzado a parecerles Cristo renacido.
Esa
nueva reputación, sumada a su transformación física para el papel, ha sido el
coctel perfecto para su éxito y el de Jared Leto. Tristemente, sin la
reputación de Matthew, poca gente hubiera tomado en consideración ‘Dallas Buyers Club’ y hubiese sido un
derroche de talento. Si Matthew McConaughey realiza un trabajo imponente, Jared
Leto rompe todos los esquemas y, juntos, hacen de una película –tirando a
aburrida- una cinta digna de estudio.
Jorge Tomillo Soto-Jove
Nota: 6,9
No hay comentarios:
Publicar un comentario