Noé


-Aronofsky y Crowe, de la mano y a la deriva.-



Tras meses de espera y de una campaña viral bastante abrasiva; finalmente ha llegado a nuestras salas de cine de confianza la última obra de Darren Aronofsky -y Ari Handel ,  su guionista habitual-  director a su vez de las siempre polémicas ‘Requiem por un sueño’, ‘The Wrestler’ o ‘El Cisne negro’, películas siempre determinadas por una narrativa muy personal, que trata de avanzar sobre los hombros de su protagonista, en la que la crudeza parece se presenta ante nosotros siempre como algo inherente a la historia planteada;



 como si los personajes no tuviesen otra alternativa que no fuera el redescubrimiento personal mediante pasar por todo tipo de calamidades y bajezas, que harán bajar al espectador al infierno con ellos.


-¡Corred, insensatos!-

En este punto donde nos damos cuenta de lo bien que se ajusta Aronofsky como director a esta historia. Un par de párrafos del libro del génesis es lo que ha bastado para construir dos horas de película, pero los elementos estaban ahí; un ser de poder ilimitado  -y rencor ilimitado- crea al hombre que, tras  generaciones varias se ve sumido en el más puro de los pecados y por ello han de ser cruelmente destruidos, sin lugar para la redención o cualquier tipo de perdón. Muerte por agua será la condena y la solución.



Al  comienzo del filme, nos encontramos con un Noé niño que escucha atentamente a su padre, quién trata de ponerse en comunión con él, mediante una llamativa banda de luz en su brazo, hasta que ellos aparecen ‘Hombres...’ susurra el padre con temor. 


-¿soy un superhéroe ya?-

El planteamiento de esta frase resulta extraño, refleja la forma de pensar de este padre que su hijo heredará con fidelidad: Nosotros somos puros y ellos no, por lo tanto son un peligro. Tras escapar por poco, Noé veo como el filo de un hacha atraviesa el cráneo de su padre, el futuro villano se acaba de coronar.



En la escena anteriormente comentada encontramos una importante contradicción. Entre las filas de los hombres impuros llegamos a ver una figura de gran tamaño que camina a su lado. Más adelante se nos cuenta que ese gigante es una especie de guardián de piedra que antes era un espíritu de luz, que al querer ayudar al hombre, su creador condenó a vagar por la tierra, enjaulados en sus nuevos cuerpos de piedra y barro. Como no podía ser de otra forma, al intentar ayudar a los hombres, estos reducen su especie al borde de la extinción. 



Condenados al exilio, estos gigantes se vuelven desconfiados y reniegan de volver a ayudar al hombre en cualquier futuro. Por este detalle resulta inconcebible que uno de ellos estuviera en el bando de los hombres impuros. O eso, o es un robot gigante.



Poco después vemos a una versión adulta de Noé, ya interpretado por Russell Crowe, que va cambiando la combinación indirectamente proporcional de su cabello y su barba para recrear   la sensación de paso del tiempo, detalle que se agradece pero, en ocasiones aporta a Crowe un aire violento que resulta innecesario. Al igual que pasaba con Heisenberg (Bryan Cranston) en ‘Breaking Bad’, ver a un hombre calvo o prácticamente calvo, con una gran barba, resulta una imagen visual muy poderosa, de gran presencia, que dota al actor y al personaje de un carácter muy concreto.



Entre visiones proféticas, Noé despierta de su ensoñación y comprende el mensaje ‘El fin está cerca’ y decide acometer un peregrinaje desesperado por las únicamente volcánicas tierras en las que se ambienta este filme. -Sí, vale, hay vegetación pero siempre todo tiene esa luz y esa pesadez de las zonas volcánicas de las primeras escenas-. 



Durante su viaje, sigue teniendo más visiones, rescata a una niña moribunda, a la que convertirá en su hija –Interpretada por Emma Watson, la niña favorita de internet- 


-Hey 4chan Wassup?-

andando el camino, acabará por comprender –con ayuda de Anthony Hopkins, que encarna a Matusalén, personaje que directamente tiene poderes mágicos y roza la inmortalidad. Ahí queda eso-


-Matusalén, y su espada de fuego, en su juventud-


 que ha de ser él, quién se encargue de salvar a las especies animales del planeta, para que su señor pueda matarlos a todos a gusto. Noé, que se considera al tiempo,  recompensado y puesto a prueba en base a su fe, no acepta, ni se niega, simplemente lo hace porque cree que lo que se le pida ha de ser llevado a cabo si es un designio divino.



La creencia de Noé puede que sea el único punto interesante en este filme sobrecargado de una épica sucia e innecesaria, crudo en la representación de la vida y las relaciones humanas. Noé que empieza siendo como su padre, un hombre de fe pura que quiere vivir por y para su familia, poco a poco va creciendo en sí mismo al creerse en poder de la razón absoluta por haber sido el elegido para acometer los deseos de su dios. 



Esta arrogancia y fanatismo crecientes, le llevarán desde negar la ley de los hombres no admitiendo que un hombre pueda tener rey, hasta a dejar morir a gente a la que escucha pedir auxilio o a intentar matar a sus nietos si nacieran mujeres, pues quiere que su familia sean los últimos hombres y, de nacer más mujeres, su estadística se vería peligrosamente balanceada y eso es algo que un fanático irracional jamás toleraría.



Noé, puede que sea la película más pesada de los últimos trabajos de Aronofsky. Es una película que es perfectamente bíblica, no por fidelidad a la historia, que no pues de un par de líneas saca oro añadiendo otras historias o personajes.



 Es perfectamente bíblica porque se consolida en la más absoluta de las crueldades, el fanatismo y el encumbramiento de la muerte ajena como único método de supervivencia. Noé es, sin lugar a dudas, la mayor decepción del año.

Nota: 3,8

Jorge Tomillo Soto-Jove





No hay comentarios:

Publicar un comentario