-Adicto
a la adicción. Las estrellas de Hollywood parodian el porno-
-Mi retrato de Scarlett Johansson, más aquí -
*Crítica publicada originalmente en el estreno de Don Jon en 2013*
Tras unas semanas
de películas -que más bien parecían partidos políticos que pelis- todas con un
título propio pero, a la vez, con un título inherente grabado en la frente: “candidata
al Oscar”, llegó un filme menos ambicioso. Entre una lista apabullante de
estrenos sonados y altamente publicitados, que batallan, dentro de su campaña
política, intentando dejar claro que son mejores que el vecino, llega ‘Don Jon’, de la mano –totalmente- de Joseph
Gordon-Levitt, que escribe, dirige y protagoniza su propia primera película.
-Yo como en casa, oye-
Nada más comenzar
esta cinta de redescubrimiento personal, partimos de una premisa sencilla: chico
conoce a chica. Solo que, en esta ocasión, no es una chica, son miles y no son
exactamente reales. Bueno, reales sí que lo son, pero no son personas físicas,
son virtuales. Quizás ni esa referencia sea correcta. Dejándonos de finuras, lo
que a Don Jon le gusta es ver porno.
-¿Porno? ¿Yo?-
Le encanta, para él es algo muy personal.
Contado con pelos y señales, desde un retrato en primera persona y bien llevado
por Gordon-Levitt, tanto desde la silla de director como frente a la cámara, el
plan diario de porno llevado a cabo por Jon va más allá de un simple proceso
satisfactorio. Es más que algo sexual. Para él, ver porno es casi una
obligación, es un ritual selectivo en el que pasa por un riguroso proceso de
trabajo y preparación. Primero, unos preámbulos cuidadosamente seleccionados,
luego, algo ligeramente subido de tono y, finalmente, llega la parte fuerte.
Fuegos artificiales y ya está, Jon sigue con su vida.
-El estilo parece hereditario, para bien o para mal-
Dentro de su
paródica visión de la realidad, Don Jon no es solo un hombre que viva de las
fantasías que tiene con las chicas a las que considera físicamente perfectas, a
las que disfruta parte por parte. Es también un hombre que sigue una rutina
–rutina que al final se convierte en la estructura narrativa de la cinta-. Todos
los días, sin faltar uno solo, tiene una cita con su ordenador y su ritual en torno
al porno. Tras ello, se nos presenta como algo más. Antes que nada, se trata de
un hombre devoto a su cuerpo y a su fe, llevando estas dos de la mano.
Asiste a
misa cada domingo con su familia –padre macarra, madre abdicada y hermana
enganchada al Smartphone, que supone un retrato muy fiel de los adolescentes de
hoy- y, tras acabar la ceremonia, se acerca al padre y confiesa sus pecados, a
lo que el sacerdote responde con un precio a pagar en forma de padrenuestros y
avemarías, para inmediatamente después absolverlo de sus faltas. Tras todo este
circo, se va al gimnasio y perfecciona su físico mientras recita sus oraciones.
Con la conciencia y el cuerpo limpios, Don Jon vuelve a estar al cien por cien
y eso le permite dar rienda suelta a su otra adicción: salir.
Jon acude con sus
amigos siempre a la misma discoteca, charlan entre ellos, se toman el pelo
satirizando la jerga habitual entre colegas que se creen muy machos y luego
pasan a escrutar sus alrededores. Como verdaderos buitres, sitúan a toda fémina
presente en la sala dentro de una no muy convincente escala del uno al diez. Al
acabar la purga, Jon alza su ceja, suena la música y la seducción toma lugar: se
presenta a Jon como una máquina de ligar infalible, que nunca acaba con menos
de un ocho en la cama.
-Lección: cuidado con las guapas que se saben guapas, son peligrosas-
Los que no sean de
mente abierta van a verse sumamente alarmados y sería mejor que fuesen a ver ‘Thor 2’ o ‘Capitán Phillips’ por enésima vez, ya que así no tendrán que
pensar ni expandir sus miras. Nada más empezar, y en toda escena coital que
aparece en la cinta, las alusiones a vídeos porno y a posturas sexuales son
concretas y explícitas.
-El rostro es el espejo del alma-
No es que aparezcan escenas XXX –que las hay, solo que
no implican al reparto de esta película-, estamos más bien ante muchos cúmulos
de escenas XX pero que no omiten nada. ‘Don
Jon’ no es una de esas películas en la que las escenas de sexo consisten en
dos besos seguidos de un primer plano del amanecer de un nuevo día.
-selfieeeeeeeee-
Aquí la
consumación se trata, de principio a fin, como algo que no se estila en este
país, un hecho natural y normal. No hay tapujos, si hay que llamar a una
felación por su nombre más barriobajero, no serán los dobladores de Joseph
Gordon-Levitt, Scarlett Johansson o Julianne Moore los que se corten, y ese es
un punto muy de agradecer. Está bien, de entrada es impactante ver trozos de
escenas de películas porno, escuchar gemidos continuados o el hecho de que
palabras como ‘cubana’ o ‘mamada’ suenen fatal incluso escritas. Pero ahí está
la integridad de esta cinta.
-Así, así. Si no hay arcada no es una buena m...¡BIEN, CORTEN!-
‘Don Jon’ tiene el valor de
tratar adicciones, pérdidas familiares, dependencias o incluso las relaciones
de chico conoce a chica, que acaban siendo chico se enamora de físico de chica
y chica solo buscaba alguien mono a quien dar órdenes, desde un punto de vista meridianamente
claro y estableciendo una complicidad total con el espectador.
-¿Vas a ser un chico obediente, "cari"?-
Al final solo
encontramos situaciones que no son nada ajenas. Gordon-Levitt ha escrito una
historia que, satirizada, nos podría haber pasado a cualquiera alguna vez. Tiene
sus fallos, puede incurrir en defectos de repetición ya que la trama no está
llena de sorpresas, pero no es su objetivo sorprender, sino plantear desde un
punto de vista más cercano, más relajado, un tema que casi se considera tabú.
-La 'mujer de rojo' (Matrix) no está cómo para decirle que no-
Queda demostrado así que hablar de porno no tiene nada de malo y que cada uno,
seamos como seamos y tengamos la adicción que tengamos, siempre podemos
encontrar un camino digno apoyándonos en otras personas. Que resulte más cierto
para unos que para otros, ¡ah! He ahí el dilema que ‘Don Jon’ nos plantea esta semana con su particular y descarado
sentido del humor.
Nota: 6,9
Jorge Tomillo Soto-Jove
Está bien, de entrada es impactante ver trozos de escenas de películas porno, escuchar gemidos continuados o el hecho de que palabras como ‘cubana’ o ‘mamada’ suenen fatal incluso escritas. Pero ahí está la integridad de esta cinta.
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