-Carreras de tortugas fotografiadas con mano
diestra-
En los últimos años, el cine español ha
decidido desmarcarse de un estereotipo que se había ganado a pulso. Con esta
tendencia comenzó a experimentar cierta trascendencia internacional evidenciada
en películas recientes como ‘El orfanato’,
‘La habitación de Fermat’, ‘Celda 211’ y la teatral ‘Stockholm’ –una de las mayores sorpresas
que pude ver en 2013; aún hoy guardo un gran recuerdo de este rifirrafe entre
Aura Garrido y Javier Pereira-.
-Escena de Aura Garrido junto a Javier Pereira en Stockholm-
No incluyo las producciones americanas en las
que participa algún talento español no por falta de calidad sino, simplemente,
por enumerar una serie de títulos hechos por y con españoles. Así, de paso, se
desmiente la negativa connotación con la que se cita nuestro cine, aunque en
ocasiones se tenga razón con despropósitos como ‘Manolete’, ‘La gran familia española’,
‘Ocho apellidos vascos’ y la reciente
‘El niño’. Parecen empeñadas en
perpetuar el estereotipo de cine pobre y cutre que rodea al cine de factura española.
-Carolina Bang, la sorpresa de Las brujas de Zugarramurdi-
Bien es cierto que películas como ‘Las
brujas de Zugarramurdi’ o ‘Los
amantes pasajeros’ se alimentan de esta reputación, recreándose así casi
como auto-parodias totalmente críticas con estos tópicos y sus géneros. Pero
mejor obviar estas excepciones que hacen que uno pierda el sentido de lo que
dice.
En esta ocasión tenemos ante nosotros una
cinta que se está construyendo una reputación propia con mucha rapidez; y no es
para menos. ‘La isla mínima’ es una cinta
que nos traslada a una historia tan densa como la mantequilla fría, con un
ambiente social muy marcado.
Estamos en una España con el franquismo bastante
reciente en la que dos policías se verán las caras con una investigación dura y
larga, plagada de misterio. Este encargo no es precisamente una recompensa por
sus méritos como agentes de la ley, todo lo contrario.
Esta expedientación será
una llamada de atención para estas dos caras de la misma moneda. De esta forma,
se expone ya pronto el contraste del que tratará de alimentarse este filme,
entre otras cosas. El problema es que la relación no funciona tan bien como
estaba pensado. El contraste no surge y uno de los pilares de este thriller de
investigación falla, dejando esta casa coja.
-La espectacularidad visual está garantizada-
En un pueblo a las orillas del Guadalquivir,
donde las marismas guardan más de un secreto, nos encontramos con una de las
técnicas favoritas de Stephen King para narrar sus historias. Se crea una
pequeña población apartada de los grandes núcleos, con una sociedad cerrada formada
por gentes con una cultura tirando a escasa y unos recursos similares.
En este
contexto, se alumbra un gran crimen. Lo que comienza como una desaparición, se
revela pronto como un doble homicidio. Dos chicas de la localidad, a las que la
propia policía local tilda como merecedoras de su reputación de “fáciles”, son
encontradas muertas en las marismas.
Toda una serie de detalles macabros -que
omitiré- están presentes y bien visibles en los cuerpos de las dos jóvenes. La
investigación parece no llevar a ningún lado. Cuanto más se esfuerzan estos
polémicos agentes en hacer averiguaciones, más cerrada se muestra la sociedad
de este pequeño pueblo, cuyas marismas no son las únicas que esconden secretos.
Este recurso propio del señor King está tan
bien trabajado que no se llega a apreciar la influencia del escritor, pero uno
no puede pasarla por alto cuando la considera tan evidente. No es solo la
caracterización de esta sociedad, que retrata lo peor de las gentes que habitan
España; es el tratamiento de sus paisajes y la incursión de la sociedad –casi-
como un personaje más.
El compendio que forma el reparto, junto con un guion
más que sólido, nos integra en la deconstrucción de un cruento misterio
alimentado por la imaginería de la novela negra y el cine del mismo color. Todo
el tiempo que esta historia se va desarrollando a cuentagotas, recrea
perfectamente la sensación de nadar entre arenas movedizas.
El problema de este filme llega con esta
construcción/deconstrucción del misterio y la comparativa inevitable que uno
tiende a hacer –y que se está haciendo casi como estándar-. Al ver ‘La isla mínima’ el público “seriéfilo”
no podrá evitar acordarse de ‘True Detective’,
pues comparten casi toda su esencia. La serie que consuma a Matthew McConaughey
como un actor de talante, seriedad y talento innegables, comparte con esta
historia española más de lo que nos gustaría admitir.
El tratamiento de la
sociedad cerrada en un ambiente pantanoso donde la cultura brilla por su
ausencia y destacan las bajezas humanas, hace que prevalezca esta comparativa.
El estilo es casi idéntico. El problema de ‘La
isla mínima’ es que falla en querer rellenar minutos con metáforas visuales
que no llevan a ninguna parte e incluso incorpora temáticas –como el uso de las
cornamentas de ciervo como elemento amenazador- que, en el fondo, no aportan
nada más que su acabado técnico.
Lo que motiva que esta comparación pierda
fuerza es la falta de caracterización filosófica de la historia. Esto es lo que
hacía de ‘True Detective’ una
historia presuntuosa –y algo cansina- y lo que hace de la ‘La isla mínima’ una historia policíaca con falta de trasfondo y
arrogancia.
En definitiva, ‘La isla mínima’ es una de las mejores apuestas del cine español del
año. Tiene poderío y tiene estilo propio. Quizá el único fallo sea que su
dirección está centrada en darle un ritmo lento, muy lento. Da la información a
cuentagotas y a veces no sé sabe muy bien hacia dónde va la narrativa.
Si se
añade que sus protagonistas no crean una dualidad tan acusada como podría ser
la de ‘True Detective’, solo nos
queda disfrutar de un trabajo de fotografía y ambientación de diez. Este último
aspecto merece todos los halagos, ya que su acabado y cuidado trabajo
fotográfico está en un nivel de calidad muy superior a la media, tanto nacional
como internacional.
NOTA: 7,9
Jorge Tomillo Soto-Jove
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