Mátalos Suavemente + retrato Brad Pitt

-Guión cojo, dirección magistral: destinado a ser un clásico.-



El mundo actual es solo una sombra, no ya de lo que fue, si no de lo que será. Vivimos en un escenario de cartón papel, la farsa y la decadencia son las actrices de moda, engalanadas con vestidos raidos y perfumes pútridos. Interpretan la comedia de la humanidad que, exterminando la imaginación y la inocencia, acaba ahogándose en los milagros que solo ella pudo crear.



En esta premisa tratará de introducirnos el crudísimo estreno de esta semana  -curiosamente, se pasa en nuestro país antes que en USA para evitar la coincidencia en un mes de dos estrenos de Pitt-. Basada en el libro 'Cogan´s Trade' de George V. Higgings, tenemos el placer de estudiar una película fácilmente considerable como cine independiente debido a su especial carácter. 'Mátalos suavemente' llega de la mano del director -en esta ocasión también escritor-  Andrew Dominik, que ya trabajara con Brad Pitt ('Seven', 'El Club de la lucha', 'El curioso caso de Benjamin Button' y 'Malditos Bastardos') con la singular historia, de interminable nombre, 'El asesinato de Jessie James por el cobarde Robert Ford', en la que este poderoso tándem ya se vio las caras. 



La película comienza con un tono negativo y oscuro, los créditos entrecortan de lleno la primera secuencia de un hombre saliendo de un almacén con una desagradable banda sonora inicial que muy bien pudiera tentarnos a abandonar la sala de inmediato. Pero aguantar el tipo dará grandes frutos siempre y cuando no pensemos presenciar una película comercial y fácil de digerir. Si nos gusta el cine con poderío y varias lecturas, estaremos como en casa. 



Ese hombre es un adicto llamado Frankie, interpretado de forma magistral -llegando a hacer una sombra bastante considerable al propio Pitt- por el joven y desconocido actor Scoot McNairy ('Herbie' y 'Monsters') que, junto a su amigo Russell (Ben Mendelsohn, 'El caballero Oscuro: la leyenda renace' y 'Señales del futuro') reciben el encargo de asaltar una timba de póker de cuyo robo, según el plan, nunca les culparán. El crimen es cometido con una tensión permanente que Andrew Dominik plasma perfectamente.



 A lo largo de toda la trama hay siempre un patrón a seguir: escenas largas, introducidas o finalizadas siempre con música contraria a las cruentas situaciones que se muestran, y tensión en extensos diálogos que, pese a parecer que no llevan a ninguna parte, dan profundidad y carisma a los personajes.



 El resto del tiempo, la banda sonora pasa casi desapercibida. Al contrario que en la novela, aquí la historia se ubica en la campaña electoral de Barack Obama, quién tampoco se libra de la crítica en esta poderosa película de ritmo lento pero implacable. Es después de este asalto cuando, finalmente, aparece Brad Pitt haciendo lo mismo de siempre pero sabiendo dar una identidad muy propia a un personaje que, frío como el acero, no carece de humor, sátira y mal genio, participando en la organización de un plan que llevará a cazar a los responsables del hurto a la timba de póker.



 Si bien su presencia se hace demasiado de esperar, aparece de forma errática hasta tomar tierra plenamente en una cinta que, sin él, hubiera sido difícil de seguir por lo sombría y cruenta que resulta. Acaba por ser un reflejo fiel de los bajos fondos de los Estados Unidos, en los que los encontronazos con la mafia resultan inevitables.



Uno de los errores inexplicables de esta cinta es la aparición de James Gandolfini (protagonista de 'Los Soprano'). Interpreta con convicción a un mercenario carcomido por el tiempo y el alcohol, sumido en la pena y la nostalgia que -sin que el espectador sepa muy bien cómo- desaparece por completo de la trama de la película con una leve justificación verbal que insinúa una supuesta traición por parte de Jackie Cogan (Brad Pitt), dándole así a este personaje una naturaleza contradictoria, mezcla de capricho y frialdad. Se presenta al personaje de Gandolfini como uno de los elementos clave de la acción y, de pronto, volvemos a estar solos con Pitt sin saber muy bien el motivo.



Durante toda la trama disfrutaremos de unas escenas particulares forzadas hasta el extremo para hacernos sentir en primera línea de fuego en todo momento. Siempre nos parecerá que el personaje que sale en la escena somos nosotros mismos por la forma en que está enfocada. Si el personaje camina por un aparcamiento hacia el maletero de su coche, estaremos viendo sus pies o sus hombros, caminaremos por unas escenas largas en las que Dominik demuestra no tener miedo a los silencios con gran poderío. 



Es como si Tarantino se hubiera decidido a hacer una historia de mercenarios y mafias con un trasfondo de crítica política y económica, aunando fuerzas con Darren Aronofsky. Los enfoques en primera persona desde las espaldas del personaje fueron elementos fundamentalmente característicos de filmes como 'Cisne Negro' o 'The Wrestler' (mal traducido como 'El Luchador').




De 'Mátalos suavemente' sería un error esperar una película de usar y tirar. En esta ocasión, debemos sentarnos ante la butaca armados de paciencia, palomitas y un buen refresco. La elipsis narrativa es asesinada en pos de escenas con exceso de realismo. Cuando llega el momento de una paliza o de un tiroteo no faltarán los detalles más viscerales, aunque nunca llegan a salirse de lugar. Todo está perfectamente calculado y medido, así que veremos la totalidad de los detalles -agradables o no, visualmente- en los momentos clave. 



Si observamos bien, acabaremos entendiendo que esta película cuenta con varias escenas y momentos que deberían pasar a la historia del cine debido a su espectacularidad y buen acabado, tanto dramático como a nivel visual. La flojera de guión es un elemento constante, la historia no es nada impresionante, pero la dirección y la manera de llevar la trama, sí.

NOTA: 7,8

Jorge Tomillo Soto-Jove

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