-Construyendo
la revolución a golpe de bostezos.-
Para
quién aún no lo sepa, Los juegos del hambre es una saga cinematográfica basada en
una serie de novelas homónimas -creadas con brocha gorda por Suzanne Collins- ,
protagonizadas por la heroína Katniss Everdeen en la que se realizan unos
eventos a vida o muerte llamados los juegos del hambre: un espectáculo para los
líderes del país donde un miembro de cada distrito -enviado como tributo- debe
competir para sobrevivir.
Ya en varias ocasiones, Katniss ha sido interpretada,
muy convenientemente, por la inmerecidamente oscarizada Jennifer Lawrence (quién
sí debió ganarlo en 'La gran estafa
americana' pero los estándares de correctísimo político y racial de
Hollywood regalaron esta candidatura a Lupita Nyong'o, por su intrascendental
actuación en '12 años de esclavitud')
Katniss, que viene de un distrito pobre, donde la minería es el empleo estandarizado,
es el simbolismo de la descendencia del
barrio obrero por excelencia, aunque su interprete la hace pasar por una
temperamental descabezada.
Dejando fuera el sentimiento propio de quién ve a su
familia diezmada y sometida, a sus amigos torturados y a su pueblo masacrado
por la doctrina de unos líderes cuya maldad está en cada entrega más
extrapolada hacia límites irracionales. Supongo que quisieran
conseguir un contraste entre facciones, pero lo cierto es que es mucho menos
sutil de lo que uno hubiera querido que fuera.
Todo esto, según cuenta su
autora, Suzanne Collins, son historias recreadas en su vida propia, donde su
padre, fallecido en la guerra de Vietnam es el eje central de la inspiración
dramática. Antes de fallecer en la guerra, Suzanne remarca cómo su padre hacía
grandes esfuerzos de pura supervivencia para llevar comida a casa durante la
gran depresión, de ahí la temática de supervivencia de la trama.
Esta
nueva entrega nos trae de vuelta a los orígenes de la historia, comenzando una
sensación de circularidad que, seguramente funcionará mejor en el libro, ya que
no se ha visto divido con un machete de carnicero en dos partes, para sacar con
ello todo el dinero posible. Volvemos al distrito 12 para que Katniss pueda
observar con estupor -ya que no mucho más transmite- cómo su pueblo y todo lo que
ella conocía ha perecido -Menos su gato,
que es a prueba de bombas, malnutrición y abandono, un gato ejemplar, vamos- así los líderes del distrito 13 consiguen que arda la llama del odio
hacia el capitolio en el interior de Katniss, para así poder recrear su campaña
viral de conciliación con otros distritos.
De esta forma, con una alianza renacida
de las cenizas, la tortura y la crueldad de lo políticos del capitolio y su
régimen militarizado, tratarán de construir un futuro mejor. Toda esta explicación
del guión en líneas generales, que ocupa menos de trescientas palabras, hace
cerca de la mitad del metraje de 'Los
juegos del hambre: Sinsajo (parte 1)'.
-Natalie Dormer (de Juego de Tronos) pasaba por aquí-
No
es que la película sea mala o buena, es simplemente que no es. No es nada de lo
que todos pudiéramos esperar tras el espectacular final de su predecesora -que
es la única escena con calidad de toda la saga, ya sabéis: Katniss, arco, rayo,
boom y todo eso-
-ESA es la escena, si pulsáis sobre la foto, la podréis ver-
Solo tenemos charlas que no llevan a nada importante, muchos
planos centrados en Jennifer Lawrence, para que el público se percate y deleite
de una belleza que no tiene. Da la sensación que las telenovelas
latinoamericanas, donde a los hombres se les enfoca casi de cintura para arriba
y con ellas se abusa del zoom en el primer plano. Como si nos quisieran
transmitir la necesidad de disfrutar de la belleza de lo que vemos en pantalla,
cuando el efecto es el contrario, al menos con Jennifer Lawrence.
La trama no
parece querer avanzar nunca y la dirección se delata por todas partes, el
dilatar la historia para sacar dos películas taquilleras de ello le pasa muy
mala factura a 'Los juegos del hambre:
Sinsajo (parte 1)'. Esta tendencia se inició con el último que realmente no
cabía en una sola película y su extensión fue gratificante.
Pero esta técnica/tendencia se
extendió a innecesariamente con Crepúsculo y Los juegos del hambre, solamente
la saga de El Hobbit ha sabido desempeñar esta técnica con calidad, ya que,
aunque sacan casi 9 horas de un libro de trescientas páginas, lo hacen con
tanta calidad que pueden contar lo que quieran, mientras mantengan ese nivel.
Sin embargo, a los juegos del hambre les está pasando lo mismo que a
Crepúsculo, están notando que el chicle ya está demasiado estirado y que poco
más puede aportar sin que se sienta forzado.
El
filme nuevamente expande los horizontes de este universo que aúna lo post-apocalíptico
y lo kistch -en este caso, la vulgaridad de la opulencia y la tontería como
movimiento filosófico- en una sola película, pero en esta ocasión, las
horteradas están de capa caída -un aliciente menos- y predomina el gris tonal
de la guerra y el drama mal justificado.
Cuando el filme parecía estar en su
momento más bajo, perdido en sus propios términos, sale a la pista a jugar el
tópico del trío amoroso que tan bien les ha funcionado a las autoras de Crepúsculo
y Memorias de Idhún (esta última a menos escala voluntariamente, ya que rechazó
la adaptación al cine a menos que la controlara completamente. Error)
En
general 'Los juegos del hambre: Sinsajo (parte
1)' no es nada más que lo que los
que no somos demasiado fans de la saga pudiéramos esperar, un intento de
sobreexplotar una saga cuyo rumbo y taquilla no necesitaban de esta estrategia
de marketing.
Únicamente y casi como concesión, resaltar la actuación de Josh
Hutcherson como Peeta, que aún sin ser demasiado importante su trabajo, sabe
aprovechar sus escenas. Estamos ante una película con un interés casi
inexistente y que se podía haber contado en cuarenta minutos, pero se ha
estirado para explotar lo inexplotable.
Jorge Tomillo Soto-Jove
Nota: 3
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