-Viajes en el tiempo, pelucas y chascarrillos. Un placer culpable.-
El
24 de febrero se estrenaba en la televisión pública Española ‘El Ministerio del tiempo’ una apuesta
arriesgada, creada por los hermanos Olivares y producida por Onza Partners y
Cliffhanger para TVE. Tres meses exactos más tarde –tras varios cambios de
horario y fecha de emisión-, con la confirmación de su solicita renovación por
una segunda temporada y cinco episodios emitidos –que bien se pueden ver el la
web de TVE en HD- uno ya sabe que está ante un producto que merece, y puede ser
analizado con rigor.
En
2015 un enfermero Español es reclutado por el Ministerio para participar en un
proyecto cuyo secretismo alcanza cotas soviéticas. El espectador conoce por
primera vez al organismo secreto que da nombre a la serie. El Ministerio del
tiempo, como buen invento Español, que tanto presume ser, cumple con carácter
estoico la evidencia de su nombre, regla fundamental en un invento nuestro. En
esta secreta agencia del gobierno, se encuentran protegidas una serie de
puertas que abren camino a incontables años en la historia de la humanidad,
siempre dentro del territorio manejado por Españoles.
De esta forma, al viajar
a diferentes épocas, la propia serie no limita su internacionalidad, en
principio, ya que España no siempre ha sido el territorio que es hoy día. Para
esta curiosa liga de hombres
extraordinarios Españoles, el Ministerio recluta a un enfermero del siglo
XXI, (Julián, sobreactuado por Rodolfo Sancho, actor acuñado en ‘Al salir de clase’ y llegado a primera
división con ‘No habrá paz para los
malvados’)
un soldado de los Tercios de Flandes del siglo XVI(Alonso de
Entrerríos, al que da vida con mano diestra el bien asentado en la Tv Española,
Nacho Fresneda. A quién pudimos ver tanto en ‘Hospital Central’ como ‘La
señora’, ‘Amar es para siempre’ y
también en ‘No habrá paz para los
malvados’)
y por último, para cumplir con el porcentaje minoritario y mucho
más, tenemos a una estudiante de la universidad de Barcelona en el siglo XIX
(Amelia Folch, es interpretada por Aura Garrido, -la Saoirse Ronan Española-
con el consabido registro etéreo de la actriz. A quién pudimos ver en la
estrafalaria ‘Ángel o Demonio’ y la
impredeciblemente interesante ‘Stockholm’,
cuyo visionado nos demostrará que aún quedan visos de esperanza en el cine
Español).
Una vez formado el equipo la serie no se cansará de someter cada
situación o subtrama posible, al juicio de cada personaje, en contraste y
resonancia con los tópicos y características de cada época. Nace así, una
curiosa narrativa, que a veces parece no sostenerse por –además de la
momentánea inconsistencia de sus personajes- una razón, y es que parece no
creerse a sí misma, cayendo así en constantes incoherencias.
-Disfrutaremos también de sus cameos-
‘El Ministerio del tiempo’ revisitará
interesantes capítulos de la historia de nuestro país con su particular equipo
de héroes. Nos expone historias nuestras que quizás no conocíamos, o que no nos
molestará ver recreadas con corrección para la pequeña pantalla, con tintes
americanos.
Como
viene a ser costumbre en este país, todo tarda su tiempo en cruzar el charco y
las “series película” parecen ser el último producto de importación de moda.
Donde estaban los característicos escenarios de cartón piedra cutroides, con
una iluminación focal casi imperdonable, que parecía, junto a la constante
sobreactuación e imposta de voces, tomar por tonto y conformista al espectador
medio.
Si bien ‘El Ministerio del tiempo’
parece querer dejar esa costumbre atrás a golpe de croma, solamente es una
mascarada inestable. ‘El Ministerio del
tiempo’ va a caballo entre el típico chascarrillo de bar Español y una idea
culta bien expuesta. Nuevamente, cabe recalcar que el problema en esta serie no
son las evidentes pelucas o Aura Garrido leyendo el libreto con descaro y
ninguna entonación –método propio de la malograda escuela de fonética
Española-.
El problema de esta serie es no confiar en sus propios méritos y
disfrazar constantemente cualquier principio de cultura e idea con una mínima
complejidad de chiste agridulce. Transmite la sensación de creer realmente que
el público es estúpido y que su trama no está a su alcance, de modo que, para
que nadie se pierda, rebaja –y se rebaja- el tono dramático y la construcción
narrativa, a favor de una transmisión sencilla y evidente de su guión.
Incluso
algunas veces se permite colocar chistes supuestamente mordaces, con pobres
juegos de palabras o críticas carentes de sutileza al clima político actual, lo
cual, venido de una serie pagada por la televisión pública, resulta cuanto
menos extraño –y un poco ofensivo-.
En
definitiva, ‘El Ministerio del tiempo’
es una muy entretenida gallina de los huevos de oro, con toda la pinta de irse
a estrellar de cabeza contra la pared. Este servidor, duda mucho que TVE sepa
aprovechar lo que tiene entre manos y teme que ceda ante la presión de las
facturas, ya que la transición entre “típica seriucha Españoloide” hacia
“queremos ser EEUU” cuesta, y cuesta mucho.
-No, no es la misma escena, pero se entiende la comparativa-
Lástima que aquí la financiación no
funcione como allí, porque ‘El Ministerio
del tiempo’ merece una oportunidad, al ser una de las apuestas más
originales y ocurrentes en la historia de la televisión Española. No es sólo
que puede desarrollar una trama inteligente, casi culta y con ideas fértiles;
es que, además de todo eso, por ahora no se ha visto contaminada por los vicios
adquiridos,
tan típicos de la narrativa Española; como la suciedad visual, el
abuso de la sexualidad como herramienta comercial o la pena histórica
–consistente y triste resurrección de los mitos pasados, como la guerra civil,
todo revisado desde un punto de lamento, amargor y tristeza penosos-
Si todo
siguiera como hasta ahora, con un rating de audiencia decente y cancha de sobra
para jugar ‘El Ministerio del tiempo’
podría asentarse en el imaginario Español; que aún sin saberlo, vive tan
necesitado de un soplo de aire fresco que reintroduzca una cultura perdida, en
una sociedad emponzoñada por el famoseo, el miedo a lo intelectual y pánico a cualquier
cosa que no se nos de masticada de antemano.
Jorge Tomillo Soto-Jove
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