-Oda a la acción frenética en la carretera.-
Han
pasado treinta años y puede que las generaciones actuales sólo conozcan Mad Max
por aquel episodio de Los Simpson que tantos buenos ratos nos ha hecho pasar,
pero hay mucho más de fondo. Lo que en principio iba a ser una precuela anime,
ha terminado siendo una secuela fresca y renovada, a la altura y muy por encima
de toda la saga. Comienza con un Max atormentado por su pasado que, aunque
acaba de anunciar que sus fantasmas no le atraparán, cae derrotado ante los
villanos segundos después.
Ya
prisionero, este nuevo Max nos dirá indirectamente que la época de Mel Gibson
estuvo bien pero ya le ha llegado su momento a Tom Hardy, cuando la melena
ochentera le es arrebatada. Sus captores intentarán someterlo y transformarlo
en uno de sus esclavos, pero no les será fácil: Max no caerá sin luchar. Título
y telón. La nueva entrega ya ha sentado sus bases y ahora sólo le quedará
crecer.
Este es precisamente uno de los méritos que uno no esperaba encontrar
en una película de Mad Max: el correcto uso de la narrativa que, de escasa,
sencilla y simple, algún hortera la acabará llamando naif. Pero con decir que
usa sus recursos de manera escueta y sumamente acertada, nos acercaremos mucho
más a la verdadera realidad del filme sin parecer unos idiotas.
‘Mad Max: Furia en la carretera’
destaca, si uno consigue analizarlo entre tanta trepidancia, por ser exacta a
su protagonista. Max no es hombre de grandes palabras. Es posible que todos sus
diálogos ocupen apenas un párrafo en un folio en blanco –y no uno muy abundante-,
pero cada vez que dice algo es concreto, conciso y certero. Con esas mismas
cartas juega la película. Nos va a introducir en una trama casi inexistente de
lo escasa que es, con cuentagotas, pero todo lo que nos ofrece no tiene
desperdicio y siempre hace que la cinta y su ritmo sigan avanzando en una
dirección más que correcta.
Toda esta escasez argumentativa, por así llamarla,
está plenamente justificada por su increíble presencia. Tanto a nivel estético
como en lo referente a la puesta en escena, ‘Mad
Max: Furia en la carretera’ sienta
un poderoso precedente en el mundo del blockbuster y del cine de acción en
general.
Si alguien llegó a pensar que la saga ‘Fast & Furious’ era cine de acción con coches, no podía estar
más equivocado. Por si aún hay quien lo crea, puede comprar una entrada; lo
nuevo de Mad Max ya está en los cines. No veremos aquí deportivos ni luces de
neón, al revés, todo es sucio y despiadado en el futuro post-apocalíptico de
Mad Max. No hay un solo vehículo, arma o pomo que no esté diseñado para matar
personas de una forma u otra.
Aunque no sean diseños elegantes, son perfectos y
de una laboriosidad admirable, casi merece la pena ir fijándose en qué partes
de qué modelos de coches se han usado para construir tanques y carrocerías de
combate.
Quizá
uno de los puntos más a favor de ‘Mad
Max: Furia en la carretera’ sea el hecho de que todo, absolutamente todo,
está enfocado para reflejar una continuidad con el ambiente ochentero cutroide
de sus predecesoras. Cada vez que veamos alguna locura fuera de lugar en este
filme debemos pensar: “sí, es cierto, esto en los años ochenta hubiera
funcionado como idea de futuro post-apocalíptico”.
Y tendremos razón, pero eso
sólo hará toda esta desmesurada y casi circense aventura un poco más divertida.
Mad Max, además de una increíble fotografía y unas batallas trepidantes donde
uno llega a pensar que ahí hay gente que se ha hecho daño de verdad, nos
sorprenderá con una inmejorable banda sonora. Todos los momentos cumbre del
filme, como las batallas nocturnas o la persecución en la tormenta de arena, no
habrían sido igual de sobrecogedoras sin esa alucinante banda sonora capaz de
poner todo nuestro vello de punta.
No
tenemos casi diálogos, no hay unos personajes demasiado construidos ni muy
desarrollados. Entonces ¿qué es lo que hace de ‘Mad Max: Furia en la carretera’ la mejor película de la saga, la
mejor peli de acción del año –da igual casi lo que venga detrás, esto
difícilmente se puede superar- y una orgía visual? Pues, dejando la BSO al
margen, estos personajes poco desarrollados tienen un imponente carisma y un
poderío escénico importantes.
Tom Hardy y Charlize Theron consiguen que todo y
todos los que estén a su alrededor brillen con luz propia. No sabremos a
ciencia cierta por qué pero, desde que los vemos aparecer, estos dos nos van a
atrapar con sus magnéticas interpretaciones y apariciones.
Esto hará que los
mencionados personajes, de poco recorrido argumental y construcción, sean
perfectos para una película que debería tomar el mismo rumbo que sus
predecesoras y volverse rápidamente de culto.
Todo
en esta entrega de Mad Max parte de una base de un conflicto y acaba
convirtiéndose en una auténtica locura, haciendo así honor al nombre del filme.
La presencia estética y visual es tal que, cuando las cosas se salen de madre,
es un placer encontrarse agarrado al sillón y con la boca abierta sin poder
creer que todo se haya vuelto tan loco y que, además, resulte coherente con el
planteamiento del filme.
-Just a little bit crazy-
No es de tono realista, pero sí que es coherente con
su propia realidad. No veremos una salida de tono en un personaje o un descuadre
en sus habilidades de lucha, todo será exageradamente exagerado, pero resultará
coherente.
A excepción de algún par de volantazos de ritmo y argumento, ‘Mad Max: Furia en la carretera’ es una
película que mantiene un nivel de adrenalina e interés constante mucho más
elevado de lo que cupiera esperar. Al principio puede que digamos “¿qué narices
estoy viendo?” Pero si se deja al ojo acostumbrarse a esos descarados
acelerones de cámara y a sus planos sumamente ochenteros, nos encontraremos
sumergidos en la odisea de acción más ridículamente asombrosa del año.
Resulta
extraño que con tan escaso guión –tradicionalmente hablando- se haya podido
llegar a una odisea visual de este nivel. ‘Mad
Max: Furia en la carretera’ es la apuesta segura del año para cualquiera
que le guste el buen cine de acción y para quienes disfruten del cine cuidado
al detalle sin pretensiones.
Nota: 9,2
Jorge Tomillo Soto-Jove
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