-Un cuento contado entre diseños de Calatrava-
‘Tomorrowland: El mundo del mañana’ es
otra de esas grandes y sonadas producciones a las que ni el buen tiempo del
verano sacará de la taquilla - en cambio puede que sea su propia reputación la que consiga lapidarla-. En este caso concreto merece la pena pasarse a
echar un vistazo o dos, pues pocas historias hay hoy día en el cine que no
estén basadas en nada.
Esta es la película que hizo que Brad Bird –director de
‘El gigante de hierro’, ‘Los increíbles’ y ‘Misión Imposible: Protocolo fantasma’- dijera que no a ‘Star Wars: El despertar de la Fuerza’
(que, a todas luces, será el estreno del año) para embarcarse de lleno en una
producción que comenzara por el año 2011.
En ese entonces, Damon Lindelof se
confirmó como productor y escritor, a quien se le sumaría un año más tarde el
propio Bird como co-escritor. Con el apellido Lindelof en mente, sabemos a qué
nos exponemos y por dónde va a cojear ‘Tomorrowland:
El mundo del mañana’; y si no recordemos ‘Lost’, que, pese a sus momentos de extrema claridad, acabó haciendo
aguas por todas partes. Finalmente, ya he podido disfrutar de esta película que
tuvo su estreno adulterado para dar una mejor fecha a Star Wars, así que sólo
falta analizar.
‘Tomorrowland: El mundo del mañana’ es
una película de, por y para Disney, ya que son ellos quien la firman e incluso
se basa en una de sus atracciones del parque recreativo. Hasta llegar al punto
de que, la primera vez que el espectador pone sus ojos sobre la tierra de las
maravillas, es por medio de un pasadizo secreto localizado dentro de una de las
atracciones del parque de marras –lo que hace a uno pensar si, realmente, la
película se llama Tomorrowland o Disneyland-.
El filme comienza enseñando una
carta que le va a costar arreglar más adelante: el humor desenfadado y algo
cañero es una constante presente en cada esquina; lo desborda, tanto
es así que incluso se sobrepone al tono argumental general mágico/misterioso
que le iría mucho mejor.
Este ambiente tan especial se lo aportan el estilo
propio y algo ingenuo de este director y la banda sonora del gran Michael
Giacchino –que también trabajó en ‘Lost’,
con varias piezas inconmensurables-. Esta mezcla, además del sesenta por ciento
de la trama, aporta un tono cándido y misterioso al film, que llega casi a lapidar
con sus ansias de meter dosis de humor.
Es como si, ante la fórmula Marvel,
Disney sintiera una constante necesidad, basada en desconfianza sobre su
producto, de introducir cada dos frases una salida narrativa en forma de humor.
Se trata de un recurso muy válido, pero sacarlo a lucir antes casi de que
comience el filme dejará al espectador desorientado y algo confuso, y el señor
Lindelof no ayudará a arreglarlo.
‘Tomorrowland: El mundo del mañana’,
aunque tardaremos en darnos cuenta dentro de este cuento con tintes de clásico
de Disney, no es exactamente un típico film distópico apocalíptico adolescente,
en el que prima la figura del individuo adornado con ideas de colectivos
revolucionarios, ensalzando la figura de héroes imposibles.
Tomorrowland es un
mensaje claro y alto sobre la conservación del medio ambiente, sobre los
pecados pendientes de la humanidad contra la madre natura y otras tantas
lecturas más. Además de usar y abusar de muchos tópicos poco válidos y de lugares
comunes trillados, ‘Tomorrowland: El
mundo del mañana’ al menos tiene claro qué quiere ser, aunque esta
percepción de sí misma llegue tarde.
No es del todo una idea que se plantee de
pronto, pero sí que parecía más una película que fuera a recrear una sociedad
distópica de una forma más extensa y no a pararse tanto por el camino con mil y
una excusas. Lo verdaderamente sorprendente es el soplo de aire fresco que
supone la aparición de George Clooney, que parece no ser el único personaje
protagonista sumido en la sobreoptimista actitud heroica que caracteriza al resto.
Tanto sus historias de niño como sus historias de adulto son las más
interesantes con diferencia, hasta que llegan las narraciones solitarias de
Britt Robertson –cuyo mayor logro hasta la fecha es haber salido en ‘Scream 4’-, que casi cae en el
mejorismo americano de que el héroe es “especial” y, por serlo, es mejor que
los demás para una tarea X (sustitúyase X por “salvar al mundo”). Pero también
se beneficia de una presentación y realización más mundana que el típico héroe
americano. Este balance acaba por inferir en un par de puntos interesantes, si
conseguimos que no nos caiga mal antes.
En
definitiva ‘Tomorrowland: El mundo del
mañana’ plantea un mensaje ingenuo y algo apolillado, que realmente sí que
debería funcionar mejor en un público de una edad menor, aunque puede que este
mensaje se vea desvirtuado por su muy interesante puesta en escena y la magia
inherente.
El mimo de la imagen es un detalle muy presente en esta película,
resulta tan coherente con la idea general y la BSO que compensa las extrañas
desviaciones argumentales y alguna que otra subtrama totalmente innecesaria. En
un cómputo general, este sería el mayor error del filme: resultar extraña y
confusa gran parte de su trama.
Estas singulares desviaciones le harán pasar
por la incoherencia argumental en varias ocasiones, lo que provoca la ruptura
del espectador con la agradable ambientación/tono narrativo traído hasta ahora
–sorteando los chistes fuera de lugar- y esto nos llevará a mirar el reloj para
ver cuánto falta.
Si ‘Tomorrowland: El
mundo del mañana’ hubiese confiado un poco más en sí misma, hubiera dejado
al margen las ansias de agradar y hubiese camuflado un poco mejor su mensaje
digno de Greenpeace, podría haber sido un filme destinado a convertirse en un
nuevo clásico de Disney.
En su lugar, han conseguido estropear un trabajo
novedoso reduciéndolo a “otro blockbuster más” del que pronto sólo recordaremos
sus músicas, la niña robot y el dichoso pin. ¿Del resto del metraje? Luces y colores
informes nos quedarán en la memoria.
Nota: 6,8
Jorge Tomillo Soto-Jove
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