-Digna secuela con más dinosaurios que nunca-
Catorce
años han pasado desde la última vez que el mundo de Jurassic Park aterrizara en
nuestras pantallas de cine. ‘Jurassic
Park III’ era una confusa apuesta que, aunque combinara elementos atrevidos
y novedosos, se derrumbaba cuando cualquier personaje abría la boca –y a veces
hasta lo hacía con algún dinosaurio-. Tal fue la tempestad de críticas que la
franquicia parecía sentenciada.
Lo cierto es que siempre había sido una idea
flotante, un rumor siempre presente, que Jurassic Park 4 pudiera ocurrir, hasta
sigue siendo una de las búsquedas predeterminadas de Google. Pero la tormenta
de ideas sólo fue eso, una tormenta caótica y sin sentido, hasta que, en 2013,
Colin Trevorrow se llevó el guión –según sus palabras: desastroso- de la nueva
entrega y, junto a Spielberg, dio las puntadas finales que lo hicieron viable.
‘Jurassic World’ ha hecho aparición
finalmente en la cartelera, casi condenando a quienes se hayan atrevido a
estrenar al tiempo. Tras una abusiva campaña publicitaria repleta de bombardeos
a base de fotos crípticas y tráilers sin miramientos a la hora de crear expectativas, finalmente, ‘Jurassic
World’ está en nuestras salas de cine.
En su mismo estreno he tenido el
gusto de volver a adentrarme en la Isla Nublar en Costa Rica. Poco hacía falta
para llevar a este servidor a pagar su entrada. Después de una primera entrega muy técnica, casi de manual de cine, y dos secuelas, cada una más
confusa que la anterior, la cita con los dinos resultó ineludible.
‘Jurassic World’, una vez vista y
superando con creces todas las expectativas puestas en ella, merece una
análisis coherente de sus luces y de sus sombras. ‘Jurassic World’ comienza como lo que es, el rescate heroico de la
franquicia que desde un primer momento se balanceara de forma consciente y
plenamente intencional entre la ironía, la ciencia ficción y el cine de serie
B.
Todo esto combinado de una forma que no la convierte en ninguna de ellas. Es
como si ‘Jurassic World’ por fin
hubiera decidido asimilar el impacto de ‘Jurassic
Park’ en el imaginario popular, aprovechándose de sus propios clichés y
topicazos para crecerse sobre ellos. Lo malo, al igual que lo bueno, también se
comienza a entrever pronto.
‘Jurassic World’ no podía estar carente
de crítica para ser una secuela de esta franquicia. Eso que muchos tildan de
metalenguaje, no tiene nada que lo haga digno de ese nombre, no porque carezca
de contenido crítico, sino por lo contrario. ‘Jurassic World’ está plagada de crítica, tanto para sí misma, como
para el mundo del entretenimiento, como para todos los blockbusters habidos y
por haber. Pero lo dice alto y claro, sin cortarse un pelo. El mensaje es
directo, conciso y algo cínico, pues, más adelante, la propia película incurre
en todo lo que denuncia.
Lo hace, está bien que lo haga, para crecer sobre ello
y desarrollar una apuesta más ambiciosa, pero sigue estando ahí. Es como si
alguien te dijera lo delicioso que es el McDonnald’s mientras come allí, para luego explicarte que
hay sitios donde se come mejor. El debate se ubica en los primeros minutos de
la película, y es aquí donde la gente se bajará o subirá al barco, pues esta
historia o te la crees o no te la crees. Si crees en lo que dice y quieres
saber más, el paseo será trepidante, casi al borde del infarto, con un ritmo
incansable e insaciable.
Por contra, si no te la crees, los primeros veinte
minutos del film estás condenado a sufrir una dosis continuada y cada vez más
exagerada de surrealismo de proporciones dinosáuricas. Las dos lecturas del
filme están ahí y ninguna es más válida que la otra, pero, siendo justos, hay
que reconocerle a esta secuela que ha añadido muchísima carne al asador. Ha
traído lo bueno de todas las anteriores y les ha añadido un toque propio, una
apuesta original y arriesgada que no hará más que sumir las opiniones en una
constante polarización.
‘Jurassic World’ se acoge a
–posiblemente- lo único bueno de su predecesora: el noventa por ciento del
metraje es a plena luz del día. Así no hay posibilidad de aprovechar la
oscuridad como tópico y/o elemento a favor del terror, pero se corre el riesgo
de desubicar al espectador hacia el género de aventura y acción.
Esta
presentación luminosa hace que sea más meritorio todo lo que ocurre en el
filme, pero también es intencionado, ya que les permite justificar mejor la
falta de sangre hacia una visión final totalmente comercial. Tenemos muchos
dientes, muchos más dinosaurios que nunca y el mayor número de muertes de toda
la saga y, del uno al diez, sólo un dos de sangre. Esto nos lleva a lo que hace
de ‘Jurassic World’ y su filosofía
crítica un concepto plenamente cínico, pues su máxima final es la venta de
entradas y juguetes, así como la financiación de otras dos secuelas –ya
anunciadas- que cumplirán con el mismo propósito.
Sin embargo, de ahí surge
otro punto interesante –todo ello aderezado con la magnífica banda sonora de
Michael Giacchino, que parece ser el único en poder sacudirse la injustamente
malograda ‘Tomorrowland’-. ‘Jurassic World’ no tiene reparos en
exhibir sus defectos y hacerse grande sobre ellos. Al exponerlos todos de una
forma tan directa –incluso expone que es incoherente con el verdadero aspecto
de los dinosaurios, y lo justifica como un requisito estético exigido al
diseñar el parque- sólo cabían dos salidas, caer bajo su peso o usarlos en su
favor, y ha sido la segunda.
Si ‘Jurassic World’ es algo, además de una
grandiosa secuela y una plaga de dinosaurios, es otras dos cosas: un casi
divorcio –o divorcio total- con el género de terror, y una actualización en
toda regla. Este último punto es la casi total desaparición de dinosaurios animatrónicos.
Puede sonar triste, era gran parte de la esencia de la franquicia y, con el
paso de los años, a lo mejor vuelve a serlo, pero a día de hoy, aunque los
efectos visuales/CGI le den un acabado peor, le confieren mayor versatilidad y
libertad de movimiento.
El Indominus Rex es el mejor ejemplo de ello, así como
los raptores son el peor ejemplo. El Indominus Rex es el dinosaurio más
dinámico y versátil de toda la saga. Está en todo y contra todos, su libertad
de movimiento e interacción es total y no está limitado ni parece acartonado en
algunas escenas –como les pasaba al espinosaurio y al t-rex-.
De esta forma,
aunque no da la sensación de que lo puedas tocar, sí que multiplica
exponencialmente su valor como personaje, villano y dinosaurio, todo en uno. Es
como jugar en el ajedrez con un peón o con la reina. Es justo la sensación que
transmite el Indominus pero, por otra parte, están estos carismáticos
velocirraptores que, al igual que el mosasaurus, cantan por todas partes. Incluso
hay momentos donde se muestran difuminados y borrosos, rompiendo el magnífico
ritmo en el que la acción, tan bien repartida, te sumía.
Al
final, el futuro de la franquicia debería estar asegurado incluso si no
volviera a darse una idea tan fresca y bien traída como la del Indominus Rex,
pero sí que deja la sensación de que es una carta quemada para siempre. Esta
idea es difícilmente reutilizable si no se encontrase una forma inteligente de
no romper la coherencia de la saga. Si, simplemente, alguien volviera a
intentar abrir otro parque, o a hacer una incursión en la secretas
instalaciones de InGen, sería catastrófico para la franquicia.
Así que, desde
aquí, recomiendo que, de volver a traer la marca Jurassic al cine, olviden las
jugosas ventas de merchandising y piensen algo más en la coherencia narrativa
global de todas las películas. Esta vez ha salido bien, pero resulta difícil
imaginar que vuelva a salir así de bien sin incurrir en la repetitividad o la
total inmersión en el cine de serie B, así como la mofa y la burla bien
merecidas, de caer en ello.
-Imagen de Lego Jurassic World -
En
cuanto al reparto, son parte del problema y total causa de la mejora -fugaz- de
la saga. Tanto Chris Pratt como Bryce Dallas Howard –a quien mucha gente sigue
confundiendo (por alguna razón) con Jessica Chastain, hasta el punto de que
Bryce ha sacado su propia versión de una canción llamada ‘Jessica Chastain: The
Musical’ en el que proclama “Im not Jessica Chastain”- son el refresco
generacional que tanto necesitaba, sin que lo supiéramos, la saga Jurásica.
Los
niños en la película son una causa para una consecuencia, un mero trámite, la
excusa para meter otra cara de Spielberg en el cine y, aunque no aporten
demasiado, recalcan una fluidez narrativa que parece capaz de vencer a todo y a
todos, sea un dinosaurio, un tópico o cualquier cosa. El trasfondo queda
presente, pero el salvar todo tipo de errores, incoherencias o exageraciones,
también es un mérito que sumarle a ‘Jurassic
World’.
En
definitiva ‘Jurassic World’ es un
blockbuster más, pero, al tiempo, es una mucho más que digna secuela que se
resarce del exceso de moralina de ‘El
mundo perdido’ y de la tontuna de la tercera. Al final, todo está donde
debería estar, y hasta les da tiempo a homenajear a sus predecesoras y dejar un
par de caminos para posibles futuras secuelas.
Jorge Tomillo Soto-Jove
No hay comentarios:
Publicar un comentario