-Eva Green y la liga de los hombres extraordinarios-
En
esta época en la que la originalidad es castigada con crudeza en el cine,
quizás donde mejores películas se estén realizando sea en una pantalla más
pequeña. ¿A qué se debe? Es sencillo, una serie de televisión, aún con un
presupuesto elevado, tiene la oportunidad de mostrar una media de diez horas de
contenido –si no más- al año y encima, manteniendo al espectador un mínimo de
diez semanas –más o menos- pendiente de su producto.
En cambio, en el cine, una
producción de nivel sale mucho más cara y, como mucho, podemos esperar dos o
tres horas de entretenimiento cada dos o cuatro años. La ventaja en la
televisión es que el terreno está mucho más fértil y aún hay un público al que
se pueda sorprender.
Esta
tendencia la inició ‘Hermanos de sangre’
allá por el año 2001 –mini serie bélica de visionado obligatorio-, pues tanto ‘Los Soprano’, como ‘The Wire’ (ambas sobrevaloradas), aunque ya apuntaban maneras,
estaban diseñadas específicamente para el formato doméstico.
De este movimiento
de “series película” se aprovecha con creces ‘Penny Dreadful’, serie que, tras una magnífica segunda temporada,
pasaré a analizar. Se aprovecha, porque, aunque sí que hay unas labores
tremendas tras la historia de ‘Penny
Dreadful’ , como son todos los aspectos de diseño y puesta en escena, es
una serie que vive muy cómoda en el formato televisivo, por mucho que despunte
maneras de “serie película”.
La
historia protagonizada por Eva Green, es una de esas series casi destinada a
ser de culto nada más nacer. Ambientada en un Londres –extremadamente-
victoriano del siglo XIX, ‘Penny
Dreadful’ no podía hacer mayor honor a su nombre.
El término viene dado por
unos fascículos vendidos por un penique en Inglaterra durante el siglo XIX,
que narraban historias terribles, macabras y de terror. Casi exactamente el
mismo fenómeno acontece en esta serie de Tv escrita por John Logan, emitida por
Showtime.
En este Londres altamente victoriano tendremos ante nosotros una
serie de personajes que o bien serán clásicos de la literatura y el imaginario
popular o bien, se verán forzosamente sumergidos en ellos.
Personajes como el
Doctor Frankenstein, Dorian Grey o el mismo Drácula, verán sus orígenes
recreados con una revisión de sus orígenes respetuosa e innovadora al mismo
tiempo. En cambio personajes como el de Vanessa Ives –a quien dará vida
magistralmente Eva Green- se verán sumergidos en todo tipo de desventuras,
propias y ajenas.
En
la primera temporada, teníamos una puesta de fichas sobre el tablero en toda
regla, pero eso, la construcción cuidada de los personajes y un desarrollo
equilibrado –tomándose su tiempo- es lo que permite que la segunda, sea una
apuesta tan apasionada.
Cada personaje era presentado con una definida
personalidad y visión propia de la realidad. De este contraste nace uno de los
núcleos de interés de la serie, al grupo principal de personajes les pasarán
todo tipo de desventuras, sí, pero el ver la diferente reacción de cada uno
dependiendo del tipo de creencia en la que esté basado el personaje, hace que
cada trama tenga luz propia.
Puede que no sean las más sorpresivas, ni las
mejor contadas –aunque están contadas de lujo-, puede ser, pero el análisis de esas situaciones mediante la
contraposición de realidades culturales, hace de ‘Penny Dreadful’ no sólo un placer visual, si no una agradable
propuesta cultural.
Si
algo merece rescatarse realmente, por encima de su apasionante narrativa o la
soberbia construcción de sus personajes, es el vestuario. ‘Penny Dreadful’ es una serie única y de culto, pero la labor que
supera a todo eso es la gran calidad y buen gusto del vestuario. Ver aparecer a
Eva Green en cada escena es un orgasmo mental y aunque muchos puedan pensar que
es por lo físico, no lo es. Es por el desfile de conjuntos que aparecen a lo
largo de la serie.
Lo bueno, es que ‘Penny
Dreadful’ ha sabido encontrar un equilibrio muy bien llevado entre cultura
y entretenimiento, tenemos ante nosotros una liga de hombres extraordinarios,
nacida involuntariamente, de lejos superior a la estrafalaria película que
protagonizó Sean Connery. Quien la eligió por encima de ‘El Señor de los anillos’, pues no comprendía el guión y, aún a día
de hoy, sigue afirmando no entenderlo del todo.
‘Penny Dreadful’, aunque no vaya a ser el
fenómeno de masas que le gustaría a Showtime -como puede ser ‘Juego de Tronos’-, sí que es uno de esos
refugios en los que la cultura y el entretenimiento aún pueden ir de la mano
sin que nadie bostece. ‘Penny Dreadful’
está muy bien nivelada, aunque su construcción sea lenta, lo vale, porque está
equilibrada para que cualquiera pueda seguirla sin sentirse un analfabeto.
Esta
virtud puede que no la tuviera la recientemente –y con gran pesar- cancelada ‘Hannibal’. La serie protagonizada por
Mads Mikelsen, ha sido a nivel cultural lo mejor que ha dado la televisión
comercial –aunque de comercial no tenía nada- y al contrario que ‘Penny Dreadful’ estaba completamente mal
balanceada, se requería un nivel de buen gusto y cultura casi excesivos por
momentos para entenderlo todo y paciencia para seguir su ritmo pausado.
Esta
receta, sumándole un público acostumbrado a que se lo den todo mascado le ha
acabado pasando factura al caníbal más famoso del cine y la tv, cosa que por
ahora parece no hacer cojear a ‘Penny
Dreadful’.
‘Penny Dreadful’ no sólo está sabiendo
capear el temporal, si no que, después de una apoteósica segunda temporada,
donde se lo han apostado todo por el todo en cada capítulo, el anuncio
de una tercera temporada suena como algo lógico.
Esta es una serie fuera del
circuito comercialoide –o casi- que sabrá recompensar a los fans que sepan
esperar durante la primera temporada y no cometer el error de creer que van a
ver una serie de sustos facilones. ‘Penny
Dreadful’ si algo no es, es una serie de terror, lo más lógico sería
considerarla como fantasía, suspense y drama, pero en ningún caso terror.
Ahora
sólo queda esperar que la tercera temporada sepa estar a la altura de lo
propuesto y pueda seguir creciendo sobre sus propios términos.
Nota: 8,8
Jorge Tomillo Soto-Jove
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