Halt and Catch Fire (Temporada 2) | POPCOKEN


-The road to California-

El año pasado por estas mismas fechas, escribía la crítica de la primera temporada de una de las series más refrescantes e innovadoras que había tenido el gusto de ver. ‘Halt and Catch Fire’, en su primera temporada y con un ritmo narrativo demoledor, había conseguido no solo llamar mi atención, sino dejarme completamente impresionado con todo su ser. La cadena AMC parecía haber dado con un nuevo clavo de esos que sólo esta cadena –o la HBO- sabe sacar adelante. Pero esto se fue convirtiendo en un problema con la llegada de su segunda temporada. 



Durante su primera temporada, ‘Halt and Catch Fire’ era desafiantemente ocurrente porque su temática no se había dado antes con tanta fidelidad y seriedad, a la par que respeto, y porque sus personajes eran la base de un gran entramado dramático que, de no haber estado tan bien planteado, casi hubiera parecido telenovelesco.



 Echando la vista atrás, nos damos cuenta de que toda aquella demoledora historia sobre cables y circuitos era sólo la puesta sobre el tablero de sus fichas. La partida de ajedrez aún estaba por comenzar. Si algo parecía claro era que a HCF le gustaban –y mucho- todos sus personajes, aunque su narrativa era tan poderosa que uno esperaba que volvieran a caer por esos derroteros, pero no. 



Halt and Catch Fire’, en su segunda temporada, ha echado deliberadamente el freno. Lo cual no es nada malo; pudiera serlo en un futuro, pero aún no lo es. Simplemente, se han dado cuenta de cuántas líneas narrativas estaban quemando, y con cuánta rapidez, para que su primera temporada pudiera contentar y abarcar a tantos espectadores como fuera posible.



 No sólo consiguió contentar, sino también retener a los suficientes como para que circulen rumores por internet de que sus productores tienen intención de llegar hasta las siete temporadas. Para conseguirlo, han replanteado el ritmo de la serie. ¿Hacia dónde? Eso es: hacia sus personajes como principal baza. Durante esta temporada, ahondar en ellos será el tópico del día.



Mutiny será el eje central de esta segunda entrega de drama informático. Se trata, pues, de una empresa convenientemente fundada por mujeres, de modo que los ochenta sean accesibles a las tendencias de hoy en día. No es que no resulte creíble que una empresa pueda ser fundada por mujeres; el problema llega cuando echamos la vista atrás –o hacia adelante- y recordamos los nombres que han hecho del panorama tecnológico lo que es hoy en día.



 Y Jobs o Gates no son mejores que cualquier mujer que hubiera podido estar allí. El problema era, primero, la escasa accesibilidad laboral de la mujer; y, segundo, el interés real que pudiera haber tenido una mujer de aquella época por los ordenadores. Aunque, de haberlo tenido, seguramente nos hubiera llevado de vuelta al punto uno. Seguro que existen empresas fundadas por mujeres pero, desde luego, no al nivel de Apple o Microsoft. No en los ochenta. 



Con la llegada de Mutiny, no sólo tendremos a los protagonistas masculinos relegados a un cómodo segundo plano, sino que nos adentraremos en las bases de internet. Actualmente, los juegos online y las aplicaciones para chatear están a la orden del día, pero en aquellos años era todo un campo por descubrir.



 Cuando los ordenadores aún funcionaban sin ratón, todo requería interminables líneas de código y los disquetes eran la cima de la tecnología, internet aún estaba por nacer o, más bien, naciendo. De modo que ahí surge Mutiny como respuesta plausible a una corriente en auge.



 Cameron y Donna, las nuevas reinas de la colina, tratarán de hacer viable ese sueño. La diversidad del mundo online se ve retratada como el siguiente escalón al alcance de la mano y no es de extrañar, viniendo de una época donde todo estaba por descubrir y la gente resultaba más impresionable con menos.



 A día de hoy, que salga un nuevo Call of Duty o sucedáneos es casi una cuestión de risa y, seguramente, mientras escribo estas líneas están surgiendo –y cayendo- otros diez o más juegos en línea. Pero en los años ochenta, un juego de tanques dibujados con cuatro o cinco píxeles, al que podías jugar con un amigo que vivía a varios barrios de distancia, era el no va más. 



Para no quemar todos sus cartuchos, ‘Halt and Catch Fire’ ha tomado una medida que tendría que adoptar tarde o temprano: ahondar en los personajes. Si se concibe bien, lo que hace a una historia –sea para el cine o para la tv- digna de verse es que sea coherente con lo que quiere contar y transmitir.



 Para ello es necesaria, y en algunos casos obligatoria, la buena construcción de sus personajes. De modo que, este año, la realidad tecnológica que contaba ‘Halt and Catch Fire’ queda algo desplazada hacia un lado para dejar espacio a la vertiente más humana de su propia realidad.



 Este factor podría ser además su vía para ganar más espectadores, ya que, al bajar el nivel de complejidad tecnológica en sus historias, resulta mucho más fácil de seguir. Ya no hace falta tener un título en informática para poder comprender las conversaciones u objetivos de estos personajes. Ahora basta con tener humanidad y que te gusten las historias dramáticas para poder seguir el ritmo.




Halt and Catch Fire’ sigue siendo un show pujante, aún lleno de frescura y originalidad, pero con menos empuje que en su primera temporada. La cotidianeidad, el drama, la trascendencia o el sentido de la vida, son términos que aparecen en esta temporada y que, pese a ser igual de válidos,



 resultan mucho menos innovadores que el constante pulso narrativo con el espectador que fue su primera temporada. Esperemos poder ver una renovación por otras temporadas y que la “Sombra Hannibal” no se cierna sobre las series que tratan de hacer de la originalidad algo habitual. 

NOTA: 7,1

Jorge Tomillo Soto-Jove

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