El vuelo (Flight) (2012) | POPCOKEN




-'Requiem por un sueño' en el aire.-

*Crítica escrita en 2012*

Hay gente que, pese a la educación recibida, decide orientar su vida en una dirección basada en todas las prohibiciones posibles. Ningún vicio ha de quedarse fuera del paquete de una eterna vida de diversión, o eso piensan cuando comienzan. Pero, llegada una edad, las consecuencias se empiezan a hacer visibles, se amarga el carácter, se arraigan manías y se compensan unos vicios con otros bajo la pobre excusa de seguir como siempre. Entre recuerdos encontramos a Whip Whitaker (Denzel Washington; 'Dejà Vu', 'American Gangster' y 'El libro de Eli') perdido entre las sábanas de un hotel cualquiera, de un lugar en el mundo en que poder dar rienda suelta a la cuesta abajo que es ahora su vida, aunque aún no se haya dado cuenta de ello.




 Una curvilínea mujer desfila por la habitación, el teléfono rompe la calma, interrumpe la desidia de un descanso sumido en intoxicaciones varias, pero nuestro amigo Whip tiene la solución perfecta. No hay nada mejor a la salida del sol que un buen trago de alcohol para tonificarse, aderezado con una rayita de cocaína o dos si la resaca es fuerte. Su mujer le pide -nuevamente, al parecer- que le entregue el dinero acordado en su separación para asuntos escolares. Denzel ironiza acerca de que ese sea el tema más frecuente últimamente en sus llamadas.




Al abandonar el hotel descubrimos que Whip y su 'amiga' trabajan juntos en una aerolínea. Él es piloto y ella una de las azafatas. El día no amenaza lluvia, golpea con ella sin pedir permiso, sin llamar antes y sin hacerlo al irse. Pero ojalá se marchase, está aquí para quedarse y por eso Whip mira al avión con nostalgia. 




Para arrancar la mañana con fuerza, nuestro protagonista se carga un vaso bien lleno de vodka y zumo, nuevamente tonificante. Con este añadido diluido con gotas de zumo, Whip crea en sí mismo el efecto de una bola de nieve. Todo lo que se le vaya añadiendo no la hará parar, la hará crecer e ir más rápido, arrasando así con todo lo que tome por delante en su camino.




Al entrar en la cabina, el copiloto se percata del 'feliz estado' de Washington. Decide obviarlo, explicándose a sí mismo que ese será el estado normal del piloto. Tendrá el día divertido y, así, sigue adelante, traga saliva y mira al frente. El despegue resulta normal y reglamentario, pero pronto un fuerte frente de nubes los golpea de lleno en el morro. La tripulación se anima: las típicas turbulencias, piensan. Whip intuye malas noticias en el frente borrascoso. Los datos meteorológicos no son buenos y, con acierto, decide cambiar la ruta pasando por un atajo para rodear el frente nuboso y obviar una mala tormenta que pretendía interponerse en su viaje y complicarles la travesía. Los viajeros aplauden la perspicacia de su piloto, pero no saben que lo peor está por llegar.




En plena calma y sin ningún tipo de aviso o algo parecido -desconocemos si fue así o está mal contado, pero no tendremos oportunidad de saberlo aún- el sistema de navegación se desbarajusta por completo. Whip y su copiloto no comprenden lo que ocurre, el avión no se deja manejar, no hay ayuda posible. Todas las soluciones que les dan por radio son en vano. El avión cae en barrena sin remedio aparente, pero Whip tira de coraje y talento, aún en su estado, dando con la única solución posible que en estado sobrio pocos se hubiera atrevido a realizar. He de decir que, durante estos minutos de escena, la actuación de Washington resulta nefasta. Es como si estuviera jugando en el simulador, aún con el avión de morro directo contra el suelo, y la ciudad a la vista parece, incluso, disfrutar con la situación.




 No se pone nervioso, no se altera ni participa del pánico general, ni de la sobreactuación de su copiloto; simplemente parece no tener interés alguno por lo que hace. La solución de Whip consiste en dar la vuelta al avión sobre sí mismo forzándolo a estabilizarse para colocarlo nuevamente en posición de equilibrio. Aquí la película no se priva de nada: una mujer vomita, una azafata cae ayudando a un niño, otra se parte el cuello contra un asiento cayendo a peso muerto al estabilizar el avión. Los motores estallan en llamaradas, hay que aterrizar el avión donde sea y así lo hace Whip, llevándose por delante el campanario de una iglesia.




De ciento seis pasajeros, menos de cinco muertos y unos cuantos heridos. Un balance aceptable, relativamente, hasta que se comienza investigar todo y a todos y se pone en duda el estado de Whip a la hora de pilotar. Abren una investigación para averiguarlo y Whip tratará de sobrevivir a ella entre copa y copa.





Pese a estar basada en hechos reales, poco interés hay en esta historia, fuera del accidente. Washington busca recrear la actuación de Nicholas Cage en 'Leaving Las Vegas', pero en ningún momento llega a parecer creíble. Hay un intento de romance perdido entre los grados de alcohol y las drogas, pero es predecible, victimista y de caducidad temprana. Incluso hay de fondo unas referencias religiosas casi fundamentalistas que amargan el tono trágico de un accidente de avión puramente técnico. Quienes busquen en la visión de esta cinta la justificación de dos nominaciones al Óscar, no la van a encontrar. 




Denzel Washington está desubicado completamente y su compañera Kelly Reilly, pese a interpretar a una drogadicta, está siempre demasiado guapa para parecerlo obstaculizando así su actuación, ya que lo que se espera de una adicta son ciertos estragos en la piel, en el rostro y demás, pero esta chica parece siempre como recién duchada. En general, esta película se hace larga para lo que tiene que ofrecer. Esperamos toda la trama una actuación que la lidere, pero nunca acaba por llegar.

Nota: 4,4

Jorge Tomillo Soto-Jove

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