-Mariposas y polillas negras-
Ya
se ha estrenado en nuestro país lo nuevo de Guillermo del Toro, ‘La Cumbre Escarlata’. Tras rendir un
épico homenaje al cine de monstruos kaiju, del Toro vuelve a presentar una de
sus obras en las que siempre trabaja a casi todos los niveles, para rendir
tributo esta vez a las casas encantadas y al género de terror fantasmagórico.
Tener
un filme con el nombre de del Toro es casi una ocasión que celebrar, ya que
cada proyecto que inicia, o se cancela varias veces o se atrasa una década. Con
‘La Cumbre Escarlata’ el tema se
remonta hasta ‘El laberinto del Fauno’.
Desde 2006 estaba escrita esta historia que hoy se ofrece, pero Guillermo del Toro
se volcó más en otros proyectos como ‘Hellboy
II: El ejército dorado’ o tratar de coquetear con El Hobbit en vano. Tras ‘Pacific Rim’, Legendary Pictures se
interesó por saber qué tenía del Toro en mente y él les ofreció tres proyectos:
“En las montañas de la locura”, una adaptación occidental de “El conde de Montecristo”,
y “La Cumbre Escarlata”.
Esta última fue elegida por ser, según la productora, "el
mejor proyecto para ellos, en el momento justo". Tan extraño ha sido el
camino recorrido hasta llegar a lo que tenemos a día de hoy en las salas de
cine, que basta con decir que los protagonistas que se tenían en mente para la
película eran Benedict Cumberbacht y Emma Stone. Sin embargo, que Tom
Hiddleston y Mia Wasikowska –sin olvidarse de Jessica Chastain- heredasen los
roles más destacados da un aire mucho más coherente al filme.
La
película comienza con la presentación del fallecimiento –y posterior vuelta- de
la madre de nuestra protagonista, quien, como pronto vemos, tiene buenas
razones para vivir obnubilada por los fantasmas. Se trata de una Mia Wasikowsa
(a quien ya tuviéramos como Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton y
en la extraña ‘Stoker’) especialmente
aniñada gracias a la voz de Michelle Jenner (que, además de nuestra reina ‘Isabel’, fue Hermione Granger durante
toda la saga Harry Potter).
Esta joven adinerada, soñadora y escritora de
vocación, conocerá al hombre misterioso en torno al cual girará el filme. Aquí Tom
Hiddleston, con su aire bohemio y etéreo, cuyo dulce mirar puede ser un arma de
doble filo, resulta mucho mejor elección que Benedict Cumberbacht. Sólo con
verle entrar en escena el espectador lo entiende y asume.
La
joven Mia se verá rápidamente embelesada por este misterioso y fascinante
caballero, que siempre que se presenta en sociedad o junto a su hermana luce un
vestuario peculiar. Este es un detalle tremendamente importante que representa
el gran –y casi único- mérito significativo del filme: su visualidad. Todo el
arco visual, con tintes góticos pero afincado voluntariamente en lo victoriano
y su magnífico tratamiento de luz y color, es parte de la propia línea
narrativa.
Si observamos con detenimiento la evolución del vestuario,
comprenderemos que el plan de algunos personajes se basa en aparentar no estar
sumidos en una ruina total, y que, a otros, ser absolutamente ricos no los
convertía en unos inútiles. Además, para aquellos que permanezcan ajenos a
cualquier tipo de tendencia estética, bastará con seguir las referencias en los
diálogos.
El
problema de ‘La Cumbre Escarlata’ es
que se asemeja notablemente a una pompa de jabón: por fuera, fascinante y llena
de colores, pero totalmente hueca y bastante frágil por dentro. La lenta
construcción de los protagonistas está justificada pero resulta banal,
permitiéndose el lujo de incluir personajes como el interpretado por Charlie
Hunnam (a quien ya vimos con del Toro en ‘Pacific
Rim’ y en ‘Hijos de la Anarquía’),
que pasaba por allí justificando un final no necesitado, por otra parte, de ninguna
justificación.
La estructura narrativa se establece en un esquema tradicional
de planteamiento, nudo y desenlace, como las novelas y películas a las que
rinde homenaje. El planteamiento resulta excesivo, el nudo fascina y el
desenlace tiene algo que da la sensación de no terminar de encajar, si
conseguimos pasar por alto sus incongruencias.
Otro
problema que acarrea ‘La Cumbre
Escarlata’, al igual que su hacedor, es el de la excesiva visceralidad
puntual. Hay momentos concretos donde su violencia visual resulta totalmente
innecesaria, rompiendo el tono narrativo mantenido hasta su llegada. Hay puntos
donde encaja, pero son pocos. La mayoría resulta fuera de lugar y muy
desagradable.
El
reparto del filme se antoja clave y confuso; la interpretación de Mia
Wasikowska, salvando el fotograma de inicio y cierre, es genérica y causa poca
empatía o ninguna. Pese a ser la protagonista de pleno, los personajes de Tom
Hiddleston y Jessica Chastain se llevan toda la atención que no acapara la
magnífica casa donde se desarrollan el nudo y el desenlace.
Hiddleston, al
igual que pasa con el vestuario, aporta mucho más con su forma de mirar que a
través de todos sus diálogos, hasta que el desenlace vilipendia su personaje.
El personaje de Jessica Chastain acaba siendo el verdadero punto de inflexión
del filme: junto a Mia Wasikowska, reivindican la figura de la mujer que no
necesita de un hombre que la salve o resuelva sus asuntos por ella.
‘La Cumbre Escarlata’ no es un filme de
terror. Lo que en ella hay es intriga y misterio sepultados por una increíble
presencia visual y la muy acertada composición musical de Fernando Velázquez.
Al final, al igual que ‘Pacific Rim’
era un tributo a los monstruos japoneses, ‘La
Cumbre Escarlata’ es un homenaje de pleno a las casas encantadas, del que
Lovecraft y Poe estarían más que orgullosos.
Sin embargo, puede sumergir al
espectador en su exquisita visual o derribarlo con su tedio. Quizá sólo los
amantes de del Toro lleguen a considerarla una de las películas del año. Para
los demás será un agradable entretenimiento, con varias lecturas y una historia
olvidable.
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