La era del “remake”
Nostalgia crónica
Jorge Tomillo Soto-Jove
Esta
semana, con lo poco destacable de la cartelera visto y ninguna crítica que
hacer que no conllevase a una monótona y constante manta de palos hacia esas
películas, por lo cual a un servidor no se le ha ocurrido nada mejor que la,
hoy día descabellada, idea de reflexionar. Por lo tanto, un artículo de opinión
ha visto la luz.
El
mundo del cine a día de hoy, al menos dentro del circuito comercial al que
todos tenemos teórico acceso, está plagado de la palabra “remake” y de sus
correspondientes sucedáneos. Hace unos años que comenzó esta tendencia –no sé
si en el mundo del cine fue su origen, pero sí donde se hizo más notable- con
clásicos de hace varias décadas que un par de generaciones se habían perdido y
que, dentro del propio término “remake” y de la diferencia visual con el cine
de hoy en día, quedaba justificado su renacimiento –al menos, dentro de la
lógica de se planteamiento-.
La idea fue un éxito total, tanto es así que si
echamos la vista atrás, seguramente muchos de nuestros clásicos modernos
favoritos sean remakes de películas que no sabíamos que hubieran existido
jamás.
El
problema llega tiempo después, más o menos cuando el superhéroe coloniza la
meca del cine y a su sombra queda la duda de qué hacer para ser una respuesta
rápida y competitiva a este movimiento comercial en el cine. No responsabilizo
a los superhéroes de nada, podía haber sido cualquier otra cosa, pero les tocó
ser explotados en masa y ahí seguimos.
Lo realmente importante es que no
tuvieron una respuesta, el mundo del cine cedió ante una idea que ya estaba
funcionando: explotar la creciente nostalgia. ¿Qué era lo siguiente para unas
generaciones sumergidas por y criadas en la fast food nation? El remake, sumirse
en la nostalgia y la creciente creencia de que todos importan y que cada uno
tiene una gran historia propia que contar, sepa o no cómo contarla.
La ecuación
fast food + creencia del yo, da como resultado la primera generación de menos de
treinta años sumida en una casi total nostalgia y la gran industria del
entretenimiento –que buena culpa tiene de la situación- ha sabido sacar tajada.
Se
instaura el remake y a todos nos encanta la idea, los clásicos de nuestras
infancias están volviendo para llamar a nudillo encarnado a nuestras puertas –como
Jack Nicholson, pero sin hacha- y Hollywood tiene infancias felices para todos.
Los triste viene con la negación que causa esta situación, ahora casi todo
producto novedoso o prueba suerte en la televisión (que pronto también se verá
sumida en el remake) o es despedazada en la pantalla grande –tomando como
ejemplo la mágica, a excepción del manido final, ‘Tomorowland’-.
Pero si una apuesta arriesgada arraiga mínimamente,
el público en su mayoría atacará la novedad, condenándola por no parecerse a lo
mismo de siempre. O puede que nadie la condene, puede que se logre un gran
éxito, pero siempre saldrá la opinión de alguien, que sentando cátedra la
lapide con el argumento de no estar a la altura del estándar establecido.
En el
caso de la ciencia ficción y el cine, siempre se sentará la cátedra de que nada
puede compararse con ‘2001: Una odisea en
el espacio’. Pongo la cinta de Kubrick como ejemplo, porque me gustaría
dejar claro el tema central de mi opinión respecto a los estándares
pre-establecidos.
Cada película, libro, videojuego o cualquier otro producto
del entretenimiento, debería ser evaluado en un contexto de un cierto tiempo a
considerar, y no absolutizar cualquier cosa que fuera una vez buena –a veces
sobra un poco el pensamiento americano-. Odisea en el espacio, es un referente
en el cine de su época y de años
posteriores, pero no puede tomarse como un igual al cine de hoy día.
Esta línea
de pensamiento se puede aplicar a todo. Debatiendo esto con un amigo, él
insistía en que “nos enamoramos una vez y no queremos olvidarlo”. El
pensamiento romántico-existencial no es algo bueno ni malo, no se ha venido a
considerar eso aquí, así como tampoco el amargo clima político económico que
tanto ha propiciado esta situación.
Lo que siempre se podría dedicar un tiempo
a intentar, es a ser lo más objetivo con cualquier cosa que pase ante nuestros
ojos, manos o pantallas y no ceder ante absolutismos firmados por nombres
rimbombantes y grandilocuentes –al igual que se haría igual de bien en hacer
caso omiso a este artículo-, simplemente, aplicar la cultura del yo, de una
forma crítica y abierta.
Si
alguien cree que esta corriente comercial es algo malo, no se equivoca ni
acierta, pero los números no mienten y si esto se ha convertido en una
tendencia como tal, es que vende. Si una propuesta como esta ha logrado
sepultar y relegar al olvido a cualquier tipo de creatividad y acto original,
es porque es mucho más sencillo de conseguir y de ejecutar.
Al igual que,
funciona tan bien en el cine –como cualquier otro medio- porque está instaurada
una poderosa -y cercana a la totalidad- nostalgia. Pero, para el que firma este
escrito, resulta mucha casualidad que justamente sea lo que en nuestras
infancias vimos, leímos o comimos, lo que es absolutamente lo mejor y que
justamente, todos digan lo mismo.
Pero puede que aquella cosa, libro o película
si que fuera tan grande en su época, no le niego eso a nadie, solamente pido
una oportunidad para la época actual y para nosotros mismos para que podamos
vivirla hoy, y no dentro de diez, cinco o dos años, cuando saquen la novela,
película o videojuego sobre 2015. No es una cuestión de negar esta tendencia o
de amarla, es una cuestión de comprender y de tratar de no condenar oportunidades
a lo nuevo y original.
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