—Cenicienta matando Zombies—
Siempre es una buena ocasión para hacer un viajecito al siglo XIX y reeditar la amplia ristra de tópicos que ello conlleva. Gracias a toda una corriente literaria, hemos llevado al cine un lugar injusto, con insistente tendencia al drama y un acabado visual que parece justificar todo tipo de barbaridades. Romances idílicos, relaciones sádicas y truculentas, en el género hay de todo, hasta cosas que es mejor no nombrar.
Lo que no había hasta hace unos años, era la vuelta de tuerca definitiva que sólo podía surgir de juntar todo lo apolillado de las películas de mujeres encorsetadas, con zombies sedientos de sangre y cerebros. Con ‘Orgullo + Prejuicio + Zombis’ nos veremos nuevamente transportados a una época que solamente figura en los libros de historia para justificar la carrera de Keira Knightley.
Un tiempo de apariencia, vestidos, miradas de significados ocultos y, ahora, zombies. Todo lo que tanto tiempo se cultivó como suaves dejes, dulces gestos y miradas reveladoras, se tuerce ahora bajo el yugo del muerto viviente para satisfacer a un público acostumbrado a la casquería visual y a las irracionales masacres propias del género.
Los zombies siempre han sido un lugar común en el imaginario popular. Puede que ahora su sitio haya sido tomado —el sitio de todos— por los hombres con capa, lanzarredes y escudos indestructibles, pero el zombie ya estaba ahí antes. Si algo nos da más miedo que las bombas atómicas, bajo las cuales nacieron los superhéroes, es el oscuro y desconocido rincón de la muerte, ese lugar a donde todos van pero nadie vuelve.
Con otras palabras: ¿qué ocurriría si alguien volviera? La respuesta más tradicional a esa pregunta no es lo que hizo del zombie todo un fenómeno. La visceralidad y el terror latente en un enemigo lento que nunca cesa (gracias ‘It Follows’ por aquella jugarreta), es lo que hizo del zombie un personaje fijo en los albores de las historias de terror.
Lo curioso es que, según fue evolucionando el género, el muerto viviente se mudó a los terrenos del humor retorcido y negro, donde pudo echar unas extrañas raíces que lo afianzaban aún más en nuestra cultura. Sabiendo todo esto -tanto de los zombies como de ‘Orgullo y prejuicio’-, juntar ambos tópicos en una sola película disparará las palomitas por toda la sala.
Las palomitas seguramente volarán, pero también puede que por el camino se crucen con algún que otro bostezo. Si el espectador no es un adolescente o un fan de las películas de serie B o del estrafalario trabajo de Sam Raimi, encontrar su lugar entre las filas de ‘Orgullo + Prejuicio + Zombis’ va a requerirle un esfuerzo considerable.
Tenemos ante nosotros una versión ligera de ‘Sucker Punch’ —o así pinta en sus comienzos—, con menos pretensiones y a falta de un Zack Snyder sumido en el slow motion —y su exceso— como si ello viniera unido al hecho de estar rodando cine de acción de calidad, cosa que nunca llega a ocurrir. Sí que tenemos ligueros y cuchillos, porque esos planos de bellas mujeres armándose para la batalla resultan mucho mejor y son más sugerentes que sus pobres escenas de acción, sobre todo si se tiene en cuenta la habitual posición de la mujer en este tipo de entuertos.
‘Orgullo + Prejuicio + Zombis’ se aleja de cuanto pudo haber sido en el terreno de la acción dentro de esta ciencia ficción de época, por decirlo de alguna forma. Los pocos combates que hay están tratados de forma casi aséptica y con poco o ningún interés, más allá de ver a unas cuantas chicas guapas machacando cabezas sin cerebros.
En problema principal de ‘Orgullo + Prejuicio + Zombis’ es que su núcleo, el muerto viviente, está ausente casi toda la película y sólo despunta en un par de momentos por pura conveniencia argumental. Además de ser una extraña ausencia, los zombies no llegan a estar demasiado bien presentados.
Los que han adaptado el libro homónimo, podían haberse decidido por acogerse al zombie estándar (ese que babea y arrastra los pies) y, ya a partir de ahí, reconstruir el argumento de ‘Orgullo y Prejuicio’ añadiendo generosas dosis de sangre. Pero también falla el filme en este punto: pronto veremos que sus no muertos son bastante especiales, dando lugar a extraños encuentros con los protagonistas que uno no sabe si tomarse como gags humorísticos o como un trasfondo argumental que nunca llega a salir a flote.
El reparto está bastante bien escogido, pero resulta complicado imaginarse a los personajes de ‘Orgullo y Prejuicio’ con unas caras que no sean Keira Knightley y Matthew MacFadyen. Y, al menos para un servidor, el tratar de recordar por sus nombres quién era cada cual con qué nueva cara, ha hecho de los primeros veinticinco minutos del filme un trago confuso y algo agrio.
Otro de los defectos de esta producción es que no se ha tomado demasiado en serio, ya que se podía haber ejecutado mejor y con un mayor presupuesto; de esta manera, el tono perpetuo de telefilm sería menos evidente.
Finalmente, llega el momento de una conclusión y ésta es bastante evidente: si alguien ha acudido a las puertas de este filme con expectativas artísticas o con la finalidad de ver cine de autor, se ha equivocado radicalmente de sala.
El interrogante y la confusión llegan con los fans del mundo zombie y las películas que exponen este tópico del terror a las tierras del humor negro. ‘Orgullo + Prejuicio + Zombis’ tiene la materia prima, pero se queda corta de todo lo que ella misma propone. El resultado es una película extrañamente tibia y aséptica que, por no decantarse hacia una u otra tendencia, se ha quedado en una injustificable tierra de nadie.
Nota: 4,1
Jorge Tomillo Soto-Jove
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