Víctor Frankenstein | POPCOKEN


—La redención de Daniel Radcliffe.—




Con el postergado estreno de un filme debutante a finales de 2015 (noviembre), nuestro país encuentra en esta dejadez una afortunada coincidencia. Con la venida de ‘Víctor Frankenstein’ a nuestras salas de cine, podemos aventurarnos a afirmar que tenemos sobre nosotros una primavera “monstruosa”. No perdamos de vista que con la fallida revisión del clásico zombie en ‘Orgullo y prejuicio y zombies’ se rompía una lanza a favor de los mitos clásicos del cine y de la cultura popular —al menos de algunos de ellos-.



 El problema era que, con el prejuicio de los zombies, no nos íbamos a meter en la zona de la piscina que cubre. Pero ‘Víctor Frankenstein’ no le tiene miedo a nada. Por no tener, no tiene ni pudor ni conocimiento de sus propias limitaciones; pero eso es parte de esa chispa de carisma que la caracteriza.



Cuando se gestaba un oscuro relato de terror que acabaría por convertirse en novela y posteriormente en un clásico y obra de culto a todos los niveles del cine moderno, no se establecía como eje central a un ser que, a día de hoy, todo el mundo conoce.



Nacía entonces, bajo el crujir de un rayo —y en la pluma de Mary Shelley, que derivaría en un total de tres versiones del mismo libro publicadas—, el monstruo de Frankenstein: una bonita historia, una criatura tiernamente temible y una máscara fija en cada Halloween. Para esta primavera de monstruos clásicos, lo que propone ‘Víctor Frankenstein’ es justamente la evidencia que podría acompañar a un título así.



 Paul McGuian, director de la extrañamente buena ‘El caso Slevin’, ha decidido bajarse de la Tv —donde estaba asentado desde 2010— para retomar su particular y algo genérica visión del cine. Para esta ocasión McGuian, con el guión de Max Landis —escritor que destaca por ‘American Ultra’-, va a plantear el origen del monstruo de Frankenstein ubicándolo tiempo atrás y desde el punto de partida en el asunto de Víctor Frankenstein. Y fíjense que digo “punto de partida”, ya que el punto de vista protagónico lo establecerá el personaje de Daniel Radcliffe, que rápidamente se convertirá en un nuevo Igor.



Esta aventura, que le debe casi todo su desarrollo visual a Robert Downey Jr. y su Sherlock Holmes, comienza en lo más profundo del circo, donde un hombre brillante es maltratado como payaso de circo por ser jorobado y tener más cara de pena que la que el propio maquillaje aporta.



 Radcliffe y su particularmente mal ubicado personaje, están enamorados de la joya de la corona del circo, aunque, como era de esperar dentro de este forzado derroche bucólico, la joven acróbata Lorelei da con sus huesos en el suelo desde lo alto de su columpio.



 Es entonces cuando el acelerado joven Víctor Frankenstein y el futuro Igor se lanzan a la arena a socorrer a la muchacha y, dado que uno ha estudiado realmente medicina y otro la ha aprendido a la luz de la vela y sin práctica alguna, aquélla se ve salvada.



El payaso, ahora héroe, no disfruta de mucha gloria, ya que es encarcelado por el tirano dueño del circo, a quien el guión olvidará con conveniente rapidez una vez el dinámico Frankenstein haya sacado a su nuevo amigo/ayudante/mascota de su encarcelamiento.



 Nuevamente la conveniencia y la desquiciante personalidad de Frankenstein hacen que este nuevo Igor sea relevado de sus jorobas, que, según el filme, no son más que temporales acumulaciones de líquido que –casualmente- nunca más se volverán a dar.



Con esto explicado, espero que el paciente lector se haga una idea de cómo funciona la lógica del presente filme. ‘Víctor Frankenstein’ espera atraparnos en el supuesto y desbordante carisma que James McAvoy trata de insuflar desesperadamente a su personaje. Tristemente, tendremos que ver a McAvoy estrellarse continuamente contra la pared de la dura y fría sobreactuación. Su personaje no tiene sangre en las venas, sino una mezcla de bebida energética con cocaína.



 En cambio Daniel Radcliffe, con su mal ubicada versión de Igor, reluce más que nunca en toda su carrera. Parecía que con La dama de negro’ —un papel para el que aún era demasiado joven— su incursión en el cine, fuera de la saga Potter, iba a resultar muy costosa, pero vista esta interpretación se abre una nueva puerta para Daniel.



 El personaje está muy mal contado desde un punto de vista únicamente narrativo: según el filme, Igor ya existía, pero desapareció sin que nadie supiera muy bien cómo —ni el propio guionista parece saberlo o intentarlo— y, gracias a la magia de la conveniencia, a nadie le despierta sospecha alguna que un nuevo joven supla a un hombre adulto con el que, como comprobaremos, no tiene nada que ver. Sin embargo, las taras evidentes del guión solo son un mérito más que se apunta Daniel Radcliffe, más acertado aquí que nunca. 



Daniel Radcliffe tiene un enérgico y único método para actuar. O eso parecía hasta que, aprovechándose de sus propias carencias, ha conseguido incrustar matices en un filme que ni los necesitaba, ni los deseaba, ni pretendió jamás. Radcliffe se muestra vibrante y cautivador, su personaje refleja una evolución constante, lo que le convierte en el contrapunto ideal para el desbordante exceso de excesos interpretativos que lanza McAvoy en cada diálogo que le toca pronunciar.



 Lo curioso de esta situación es que supone darle la vuelta a la tortilla a determinadas previsiones: donde se presuponía que estaba llamado a reinar el talento de un actor pujante como James McAvoy, se alza en cambio el sorprendente y refrescante Daniel Radcliffe, a quien imagino que el doblaje asesinará vilmente.




‘Víctor Frankenstein’ es un filme sobre el hombre que diseñó al monstruo, poniéndonos en el papel de su ayudante para poder ser espectadores de toda esta obra. Así, su ritmo se irá ajustando hasta la corrección a medida que va tomando cuerpo, si consigue ganarse una confianza que los primeros minutos de la proyección —y un errático y algo perdido James McAvoy— tratarán de exterminar.



Nota: 6,6

Jorge Tomillo Soto-Jove


No hay comentarios:

Publicar un comentario