Juego de Tronos 6x09 La batalla de los bastardos


—De cero a héroe—


Antes de acometer este análisis me parece justo dejar claro que quien no haya visto la serie hasta este punto se encontrará con un SPOILER tras de otro. Dicho esto, comencemos.




Si hay nombres de series que todo el mundo ha escuchado mencionar en los últimos años, han sido ‘Breaking Bad’ y ‘Juego de Tronos’, y aunque no estén cerca de la misma calidad —tampoco lo intenta la producción de la HBO— ‘Juego de Tronos’ es un claro referente a día de hoy —le pese a quien le pese—. 



Su recta final merece ser analizada tanto como cualquier otra, lo que se antoja aún más necesario una vez uno ha visto el 6x09 (el noveno episodio de la sexta temporada).



Si hay algún símbolo claro y propio de la serie, además de las matanzas polémicas, es que su noveno episodio en cada temporada es siempre memorable; tanto en un sentido positivo, como en uno negativo, como en ambos. Ya sea la boda púrpura, la boda roja o el juicio de Ned Stark, el episodio nueve en cada temporada siempre marca la diferencia.



‘Juego de Tronos’ ha basado siempre su planteamiento en un comienzo fuerte, con un intermedio de desarrollo y desestructura casi total debido a la sobrepoblación de personajes —y subtramas—, para terminar con un cierre fuerte y chocante. Se va desarrollando hasta un escandaloso cliffhanger, dejando a todos con ganas de más y un muy largo año por delante.



El problema que la sexta temporada expone con claridad supina venía gestándose desde hace varias temporadas. Personajes populares mueren, personajes menos populares heredan los mandos de la nave y, poco a poco, eso se va volviendo una condena. La sexta temporada comienza con fuerza pero pierde todo por el camino, llegando a situaciones de evidente relleno en las que, por ejemplo, vemos a Tyrion organizando un concurso de contar chistes.



 Cuela cogido por pinzas únicamente porque Peter Dinklage rebosa carisma delante de una cámara, y bien podría vender una Coca-Cola dentro de la propia serie y a nadie le importaría. Pero cuando este ejercicio descarado recae en los personajes no estrella, es un desastre.



Dentro de una temporada en la que se nota más que nunca la falta de George R.R. Martin, llega el tan necesitado episodio nueve de la temporada y la espera ha merecido la pena. Este episodio, que ha superado los diez millones de dólares de presupuesto, comienza con la oportuna y pésimamente contada llegada in extremis de la Khaleesi a lomos de Drogon. Este deus ex machina, cutre a nivel narrativo, es totalmente satisfactorio y visualmente espectacular. 



Con la narración al margen, la imagen es la nueva realidad del tono narrativo de la serie, aunque al menos ha llegado alguien con talento para salvar el día. La dirección y la dirección de fotografía son excelentes.



 Una vez pasado el innecesario y satisfactorio pasaje de Meereen, veremos algunos despuntes de grandeza claros en los paseos de Sr. Davos y unos preciosos planos de fondo de atardeceres únicos, que dan a sus trágicas escenas la poética necesaria.



 La batalla por el norte antes del muro está por librarse, todos sabemos que será un espectáculo, pero no sabemos sin Jon Nieve estará a la altura. Será su hermana Sansa quien sembrará la semilla de la duda razonable para devolver al espectador al sentido más puro de Jon Nieve, pues por mucho porte y presencia que conlleve volver de entre los muertos, uno no se convierte en un maestro de la guerra al resucitar.



 La estrategia de Ramsay, que tanto trató de advertir Sansa, se vuelve una realidad y Jon entra al trapo con todo. Una de las cosas más criticadas está en esta secuencia donde, en campo abierto y bajo las flechas de Ramsay, Rickon no tiene a bien correr en zigzag. Pero bueno, a nadie le importaba el personaje lo más mínimo.



La lluvia de flechas cubre el cielo y la batalla más grande de toda la serie da comienzo. Tenemos por delante la mejor media hora de la serie y una de esas escenas destinadas a volverse icónicas y un caso de estudio a la hora de desarrollar conflictos tanto bélicos como no.



 Sólo con la escena de Kit Harrington espada en mano frente a cuarenta caballos al galope nos haremos una idea del estudio escénico desbordando por todos los poros, únicamente contaminado por el protagonismo omnipresente de Jon Nieve, que es especialista en los cien metros flechas; o eso, o nadie apunta a dar al comandante del bando rival. 



Pero debemos obviar esto último y concentrarnos en el brillante desarrollo de una escena sin diálogos que hasta se permite un pequeño plano secuencia con Jon Nieve contra todo y todos. Como dice el propio Harrington en el vídeo del cómo se hizo: “dentro de una batalla hay que elegir un punto de vista, nosotros decidimos seguir a Jon”.



 Todo ocurrirá desde su punto de vista y poco a poco irá perdiendo un terreno que su heroísmo no le devolverá. Las cosas se van torciendo hasta culminar en la escena del enterramiento (otro ejemplo más de buena dirección), donde la claustrofobia torturará con dureza al espectador haciéndole más participe aún de toda la situación.



 La resolución del conflicto es el momento más satisfactorio de toda la serie, rompiendo los límites del fanservice. Podría decirse que, por una vez, ‘Juego de Tronos’ ha hecho justicia de pleno.




A ‘Juego de Tronos’ le esperan —según rumores— dos temporadas de siete capítulos cada una y, a la vista de que es muy difícil que algo como el 6x09 vuelva a ocurrir (en IMDB, de más de 90.000 votos mantiene un 10 de media, como le pasó a “Ozymandias” de ‘Breaking Bad’)



la HBO haría bien en replantearse su futuro y el de ‘Juego de Tronos’, cuyos nuevos viajes exprés y desestructuras narrativas —sin contar los rellenos y los personajes que no van a ninguna parte— pueden acabar por defenestrar totalmente una de las que comenzase como serie cumbre de la Tv, para bien y para mal.

NOTA: 9,6

Jorge Tomillo Soto-Jove

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