—Jason sin rumbo Bourne—
Antes
de comenzar esta crítica, para mi cabe recalcar la nostalgia y el cariño con el
que siempre he tratado a esta franquicia, pues ‘El legado de Bourne’ (2012) fue una de las primeras críticas
publicadas aquí y tener la ocasión de poder repetir una franquicia querida,
siempre es motivo de alegría. El que también vuelve a la franquicia es el
director Paul Greengrass, quien hiciera de ‘El
caso Bourne’ un clásico instantáneo dentro del cine de acción y espionaje
gracias a la primera película que el dirigió, ‘El mito de Bourne’ , para repetir con un sello de oro con ‘El ultimátum de Bourne’.
Un
tiempo más tarde, cuando aún Matt Damon juraba y aseguraba con rotundez que
jamás volvería a encarnar a Jason Bourne surgió ‘El legado de Bourne’. En su correctísmo y trama algo genérica se
encontraban constantes reminiscencias del Bourne de Matt Damon, incluso se le
citaba con elevada frecuencia. No fue una película necesariamente mala, pero
llevar la palabra “Bourne” en su título y en su matriz, la condenaba a
comparaciones que no harían nada más que consumirla y dilapidar sus méritos.
Cuando
parecía que todo estaba atado y bien atado por un poderoso ultimátum, Jason
Bourne vuelve a reaparecer en el mapa. La diferencia esta vez, es que, a
priori, Bourne ya sabe su pasado y qué le hizo quién. Digo a priori, porque al
parecer una peli de Bourne sin redescubrir turbiedades sobre su pasado, no es
una película de Bourne.
‘Jason Bourne’
es la entrega con menos guión de la saga, se pasa la primera hora del filme
buscando pobres y mal traídas justificaciones que vuelvan a poner a Matt Damon
a la caza de la CIA, que, aunque pase el tiempo, siguen siendo peores que satán
y todo lo que hacen es sucio y cruel.
Para
esta quinta entrega nos encontramos a un Bourne que, una vez vencido su enemigo
fatal, no sabe en qué dar y tampoco parece muy feliz de haber conocido sus
orígenes. Dedica su existencia a que le den palizas en peleas callejeras que
podría vencer fácilmente con sus habilidades militares, como si así se
fustigase o tratase de encontrar el sentido a su nueva vida. Todo esto cambia
el día que ve entre el público a una vieja conocida.
En mitad de las revueltas
de Grecia, Jason Bourne, se encontrará de nuevo con su pasado y se verá forzado
a reanudar su cruzada contra los servicios secretos una vez más. No le importa
haber ganado en años, Jason Bourne siempre tiene un minuto para arrasar con la
CIA. Esta falta casi total de guión y de un sentido para sus personajes es el
principal error de ‘Jason Bourne’.
El
filme de Paul Greengrass tenía una oportunidad de oro entre las manos y hasta
tenía a Matt Damon dispuesto a volver a surcar las aguas de la amnesia y las
conspiraciones gubernamentales, pero en lugar de construir otra película
inteligente y con un esquema claro, lo único que tenemos ante nosotros es una
jungla de cristal con una falsa sensación de sofisticación visual que no está
ahí realmente.
La película se dedica a mantener una tensión constante, que no
deja respirar al espectador —para bien y para mal— a base de golpe de cámara
crudo y duro para todo. Sumamos la —injustificada— popularidad de una estrella
en auge (Alicia Vikander) y aseguramos que Matt Damon y su limitado registro
tengan a un actor consagrado que lo respalde (Tommy Lee Jones) y esperamos que
todo funcione con poco más que la presencia de ese jugoso reparto.
Otro
de los problemas de los que adolece seriamente ‘Jason Bourne’ es de la manía de Pul Greengrass de grabar con el
mismo método una escena de acción cuerpo a cuerpo, que una persecución, que un
diálogo tranquilo. Si algo es icónico dentro del universo Bourne son sus
intensas y muy realistas escenas de combate.
Cada golpe de la brillante
coreografía va ayudado de un oportuno giro de cámara en la misma dirección que
el punto fuerte del golpe. El problema de extrapolar este sistema a todos y
cada uno de los planos del filme, grabando tomas muy cortas que fortalezcan
este método, es arriesgado y excesivo.
Si a todo esto le añadimos una
injustificable manía de ir cámara en mano, tenemos muchísimos planos llenos de
escenas muy cortas que disparan la acción de un lado a otro de la pantalla casi
a cada segundo, emborronando casi cada escena. La idea, de sólo escribirla,
resulta agotadora, imaginad entonces lo que supone todo un filme así.
‘Jason Bourne’ es un poco decepcionante,
pero coger el relevo de ‘El ultimátum de
Bourne’, que ganó 440 millones con un presupuesto de 110, es una tarea
titánica. No es que esta entrega sea mala, al contrario, es mucho más que
correcta, si se olvida uno de la constante sensación de no saber exactamente lo
que pasa en ningún momento y si se asume que el control del filme está lejos de
tenerlo el espectador.
Nos
esperan persecuciones y un montón de conspiraciones que no terminan por llevar
a ninguna parte más allá de construir el lado más lúdico del filme, que aún sin
no tener ningún tipo de guión —sobretodo comparado con las tres anteriores— se
sobrepone y construye contra esa tara con muy buen hacer. Matt Damon ha vuelto,
y esperamos que este milagro se de otra vez, ya que Jason Bourne es el James
Bond de esta generación, con todas las consecuencias.
Nota: 6,6
Jorge Tomillo Soto-Jove
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