—“Nostalgia” escrito en luces de neón—
‘Stranger Things’ es la nueva sensación,
la serie de moda en la cresta de la ola. Tras su estreno el día 15 de julio, su
popularidad ha ido creciendo hasta el punto en el que le llegas a coger manía
antes siquiera de haber visto un solo tráiler. Los hermanos Duffer firman ‘Stranger Things’ y Netflix pone el resto,
lo cual, sin duda alguna, es la razón del noventa por ciento de su éxito. Aún
sabiendo que me arriesgo a levantar ampollas por lanzar una crítica realista/negativa
contra algo que está gustando a todo el mundo, prefiero arriesgarme y, siempre,
dudar.
La
serie se compone por un total de ocho episodios de cerca de una hora cada uno,
ciertamente es una alegría que esta vez no hayan estirado la temporada como
ocurriera tanto con Daredevil como con Jessica Jones, que se veían fatigados
cerca de su recta final. Menos con el episodio 1x06, los hermanos Duffer
escriben y dirigen todos y cada uno de los siete restantes, ‘Stranger Things’ es su niño mimado y se
nota.
En su trama nos encontraremos a un afable grupo de niños, con claras reminiscencias
de películas retro. Esta pequeña banda se dedicará a jugar a juegos de rol de
mesa hasta que una noche uno de ellos desaparece de la faz de la tierra.
El
misterio va llegando a los oídos de todos los habitantes de uno de esos pueblos
que bien pudieran estar sacados de un libro de Stephen King, sólo que sin la
pesada atmósfera y la minuciosa construcción de una estructura social. Todo el
mundo parece tener algo que decir dentro de este trágico suceso hasta que cosas
más extrañas empiezan a darse.
Todos
los episodios establecen un nexo de fin e inicio continuados, lo cual —aunque
ya lo hicieran con los siete primeros capítulos de la primera temporada de
Daredevil— sigue siendo una novedad en la televisión, que tan acostumbrados nos
tiene a los cliffhangers candentes. Eso es algo que también ha cambiado
Netflix. Netflix, con sus producciones construye de una forma en la que su
producto sea más fácilmente consumido por los devoradores de series.
Ese tipo
de espectador que se ve una o dos temporadas de una serie en un día sin
importarle nada más. Si a ese tipo de espectador le lanzas la temporada de una
serie completa en el mismo día de su estreno, tu producto será consumido sin
que haya tiempo de que sea olvidado. Y sí bajo ese plan de negocio, ruedas tu
serie de forma que todos los capítulos estén directamente conectados si elipsis
ni —casi— cortes, entonces tienes un superventas.
‘Stranger Things’ es una serie que tratará
de echar raíces con fuerza en su marco temporal. Si algo sabe la industria del
cine y de la televisión actual, es que estamos ante la/las generaciones más
nostálgicas hasta la fecha, y si hay una época en la cima de esa montaña de
sueños y suspiros, son los ochenta.
‘Stranger Things’ ha hecho los deberes y lo demuestra con cada referencia a los
tópicos favoritos de todo el mundo que o bien vivió la época o quiso haber
nacido en ella. Todo está orientado en sus primeros capítulos a revivir esa
sensación ochentera, casi tanto que la trama se ve algo desplazada por tanto
imaginario popular desgastado. La trama del niño desaparecido da una rápida
vuelta de tuerca cuando 11 entra en escena.
11 es una niña de pocas palabras
que a todas luces ha sido prisionera de algún tipo de fuerza militar
experimental. Con 11 llega el núcleo de la serie, todo funciona por, para y
hacia ella. Lo malo de el tema de toda la conspiranoia que invoca la aparición
de 11, es que revela la cara más honesta de ‘Stranger Things’. La serie
tiene muchos misterios por delante que resolver, de modo que no nos va a dejar
sin respuestas a lo ‘Perdidos’,
sacando de poco en poco escenas sobre los orígenes de todos y cada uno de los
misterios.
Esta sinceridad al descubierto hace que ‘Stranger Things’ se convierta en una carretera de un único carril, o
como se diría en el mundo del videojuego: su estructura es totalmente
“pasillera”. ‘Stranger Things’ va
justificando mientras sigue creando misterio, pero esta forma de plantear sus
tramas hace que dudar de algunos personajes o sacar más de una única lectura de
los villanos se haga imposible.
Sabes que la gente que tiene contacto con las
cosas extrañas de la serie no se va a equivocar a la larga porque te han ido
enseñando flashbacks de cómo se gestaban cosas igualmente raras. Este es el
principal error —y un ligero mérito— de la serie, que de no consumirse “al
estilo Netflix” sería otro tema muy diferente, no algo tan cochamboroso como ‘Wayward Pines’ pero sí algo cercano.
‘Stranger Things’ es increíblemente
monótona si uno es capaz de ver más allá de sus luces de colores y predecibles
sustos. Los villanos, tanto humanos como no, no tienen ningún tipo de
presencia, ni asustan, ni los llegas a odiar, sabes que aparecerán, levantarán
un poco de polvo y no llegará la sangre al río.
Su contrapunto, el bando de los
buenos, es un coro de personajes bien planteados y ejecutados con efectismo
pero que tampoco van a suponer ningún punto de verdadero interés más allá de su
coralidad. Si, puede que lleguemos hasta el episodio ocho en una sola noche,
pero sin llegar a ser una decepción, tampoco tendrá una huella que dejar.
‘Stranger Things’ es una jugada muy
estudiada, se trata de un producto con tintes y sabores de cine ochentero, pero
diseñado para brillar dentro de la televisión, ya que si tuviéramos esta
historia en el cine no llegaría ni a poder jugar en la misma liga que la
prescindible ‘Super 8’.
Concluimos
así que, fuera de toda la nostalgia por seguir perpetuando aquello de “todo
tiempo pasado fue mejor”, tenemos ante nosotros la comida rápida de las series
película, se ve fácil, te hace sentir bien y no deja una digestión pesada, pero
tampoco hay en ella viso alguno de innovación o creatividad, tanto a un nivel
narrativo, como en su planteamiento, como en su correcta —y básica— ejecución
de manual.
PD:
Si alguien esperó alguna vez que Winona Ryder hiciera en ‘Stranger Things’ lo que Matthew McConaughey en ‘True Detective’, se equivocó con la lista del reparto de ‘Inocencia Interrumpida’.
NOTA: 5,8
Jorge Tomillo Soto-Jove
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