—Un trono para gobernarlos a todos—
Si
hay una pregunta que ha ido surgiendo estos últimos seis años es, si la obra
magna de Tolkien en el cine y la tremenda serie de George R. R. Martin son la una mejor
que la otra. Hoy y tras un largo debate, me dispongo a enfrentarlas
desde un punto de vista crítico.
Si
empezamos la crítica con una comparación de premios, podríamos considerar que
los dieciocho Óscars de la trilogía de Peter Jackson aplastan a cualquiera que
se le eche encima, pero Juego de Tronos batió el récord de ser la serie con más
Emmys de la historia con, por ahora, treinta y siete premios ganados, que se
dice pronto. Lo que debemos pensar cuando el tema salga, en cualquier reunión
familiar o de amigos, es que ESDLA y Juego de Tronos son dos amigos que
conocemos bien y que están teniendo un debate ahí mismo.
ESDLA es un caballero
inglés, un nostálgico empedernido con varios doctorados y fiel amante de las
desventuras de Don Quijote y Sherlock Holmes. Frente a él, está ese colega con estudios que
no quiere reconocer que se está saliendo de la treintena. Tiene un par de hijos
y aún sigue soñando con ser una estrella del rock, aunque su negativismo acaba
enturbiando cualquier conversación.
Están los dos frente a frente en un pub, el
caballero inglés ya lleva más de nueve pintas y se está quitando el corsé de la
educación y las buenas maneras. Mientras da un puñetazo en la mesa, recuerda
con nostalgia las verdes praderas de su Inglaterra natal. Esa campiña que le
hizo soñar y convertirse en el bohemio que es hoy en día. De pronto se
echa a llorar, recordando los estragos de la guerra, y cómo aquello definió su
carácter y el de varias generaciones, que vivieron un horror que no pidieron.
Ante esta situación, la estrella del rock venida a menos, saca pecho y trata de
lucirse con los polvos que echaba de joven. Todas aquellas mujeres y todo aquel
sudor satisficieron la ansiedad de un vividor venido a menos. Crecido, nos
cuenta ahora sus batallitas, tratando de competir con una guerra que no le
tocó.
Relata cómo le abrieron el pecho y corrió la sangre por varios callejones
cercanos, pero al final se tuerce con su propia negatividad y no puede evitar
relatar cómo un viejo compañero de colegio violó a su hermana años atrás, también
con una nada discreta necesidad de atención.
ESDLA
y Juego de tronos nadan en un agua común, pero nadan en direcciones opuestas,
haciendo que casi no parezcan las mismas aguas. Tolkien nos embarca en una oda
de amor a la naturaleza y nos sume en el vívido recuerdo de cómo la guerra y la
industria se abrieron paso por el verde mundo que él tanto amaba.
Su narrativa
tiene mucho peso y un lado tragedista, en el que relata cómo grandes dioses
pusieron al filo de lo imposible a los diferentes pueblos de la tierra llana, y
cómo éstos se ven obligados a dejar al margen sus diferencias y lenguas por una
causa mayor que los aúna a todos.
Por
su parte la obra de George R. R. Martín, con un estilo mucho menos académico
pero más actual, se crece en la existencia de El Señor de los anillos y los
campos, que el nostálgico soñador Tolkien, no quiso cubrir. Nos sumergirá en otro
mundo de espadas y criaturas mágicas, pero construirá sobre temas mucho más
cercanos. Así, sus personajes están mucho más contrastados, definidos por un espíritu
menos épico y mucho más medieval; donde el salvajismo y todas las facetas del
ser humano se manifiestan en todos su terribles exponentes.
Porque que haya un
lado positivo, sólo hace más chocante ver el lado negativo. Veremos cómo sagas
de familias de renombre —y no tanto lustre— se traicionan por unas migajas de
poder y promesas de un trono que pocos llegarán siquiera a ver.
ESDLA
tiene su preciosismo y sus canciones, así como una historia que, pese a un par
de baches, resulta impecable. Sumado a esto, tiene todos los recursos del cine
a su disposición, lo cual hace que su conjunto resulte tan memorable, sin
olvidar su magnífica banda sonora. Esas son ventajas que no desperdicia.
Por otro lado está Juego de tronos, uno de
los campeones —y primeros precursores— de la nueva televisión, que tanto quiere
parecerse al cine y que aprovecha para innovar con momentos contados de
narrativa visual digna de estudio. Más de una vez terminaremos un capítulo llenos de lágrimas y aplaudiendo.
Los dos viven muy cómodos dentro de sus
diferentes ambientaciones, pero Juego de tronos desperdicia constantemente su
amplio abanico de personajes en favor de asquear y sorprender al mismo tiempo
al espectador con su crudeza.
Punto que es tanto negativo como positivo, y al
que ESDLA nunca quiso llegar, pero no lo hizo porque su historia tenía la
solidez necesaria como para no tener que recurrir a atajos que justificasen el
metraje perdido por el camino, como hace la producción de HBO.
Juego
de tronos gana por goleada en cuanto a sus actuaciones, pero ESDLA no tiene una
actuación que destaque por encima de las demás porque sus personajes buscan fomentar la coralidad de su
historia, consiguiendo que no haya escenas sin las cuales el filme no pudiera
funcionar y donde la línea narrativa no se corrompa o decaiga. Hasta las versiones extendidas son redondas.
En cambio Juego
de tronos, no para de estrellarse contra su propia línea de narración, teniendo
horas de metraje inservible en varias temporadas y personajes que nunca
llegarán a aportar nada más que más sangre en pantalla.
En
definitiva, mientras ESDLA es un ejercicio más formal, con una coherencia casi
perfecta y una producción artística, así como una dirección aplastantes, Juego
de tronos está encantada de ser un producto televisivo, que vive de hacer creer
a su público que está viendo cine en la pequeña pantalla.
Sus historias ganan
en crudeza, frente a la algo ingenua trama de ESDLA, pero su conjunto no es tan
brillante y pese a varios episodios que tienen una ejecución maestra, el resto
se contenta con continuar el trabajo de otros de forma efectista y algo pobre. En multitud de ocasiones, le cuesta sobrevivir a la expectación creada por sus propias temporadas.
Si
ponemos en comparación a estos dos titanes de la cultura popular, nos
encontramos con que El Señor de los anillos está muy cerca de convertirse en un
producto imperecedero de una factura casi redonda.
Mientras que Juego de tronos vive contenta de sorprender
al espectador año tras año, con pinceladas de producto artístico, pero sin
acercarse a la brillantez y misticismo de El Señor de los anillos.
Lo mejor
para el espectador, sería permitirse a sí mismo amar a ambas y no caer en
comparaciones que sólo llevarán a ver el vaso medio vacío.
Muy buenos argumentos
ResponderEliminarYo personalmente prefiero El señor de los anillos y el Hobbit aunque he de decir que Game of thrones es brillante.
ResponderEliminarMe gusta más el señor de los anillos
ResponderEliminarJuego de Tronos no hubiese existido sin El Señor de los Anillos , y eso lo dice todo.
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