—World
Wide 90s—
‘Halt and Catch Fire’ es para mi como una
de esas cajas de dulces que escondes para que nadie te la robe. Tanto he
esperado este año para verla que casi me coincide con el estreno en AMC España
—2 de diciembre—, pero la espera ha merecido la pena totalmente, y al tiempo,
no.
‘Halt and Catch Fire’ ha recuperado ese
ritmo narrativo demoledor de su primera temporada. Se toma su tiempo para
añadir detalles y explicar personalidades, pero lo hace igual de rápido que
introduce elementos nuevos. En las temporadas anteriores veíamos cómo nos
adentrábamos en este mundo de egos, cables, bits y relaciones turbulentas.
En
la segunda temporada el ritmo bajaba para poder adentrarnos en los personajes
un poco más, pero se perdía en sus buenos propósitos y se antojaba algo
anquilosada, como si el peso de sus méritos y errores tirase abajo su ritmo.
Una
de las mayores dificultades a las que se enfrenta ‘Halt and Catch Fire’ es a ser la vecina de al lado de los
ordenadores. La serie nos situará en el auge de la informática, los videojuegos
e internet, pero desde una perspectiva de seguridad creativa que permita a los
guionistas nutrirse de esa atmósfera sin tener que volver a contar las
historias de Jobs y Gates.
El problema, es que hay méritos de esa época que
estos personajes no van a poder conseguir si queremos respetar nuestra propia
coherencia histórica. Por eso ni Cameron, ni Gordon, ni Donna o Joe, van a inventar
la primera consola de videojuegos, ni van a inventar el primer ordenador de
sobremesa, ni nada parecido.
Por eso se nota tanto que a la serie le cuesta un
poco arrancar sin poder jugar la carta del mejorismo americano, aunque es
también otro de los factores que hacen a sus personajes tan interesantes y humanos, por mucho que se note de vez en
cuando esa limitación argumental.
Retomamos
el hilo unos cuantos meses después y, además de ver cómo a Mutiny le parece ir
viento en popa; Cameron y Donna están ahora en california siendo una empresa
más dentro del gran boom de silicon valley, sólo que ahora viven todos juntos
—Gordon incluído— en la misma casa y las tensiones, sumado a la constante
guerra de egos entre estas dos mujeres, van a hacer de la trama de Mutiny un
nuevo aliciente.
Esta parte de la historia se alejara de lo bohemio y se
acercará a un sector mucho más empresarial, donde los negocios —y el machismo
de la época— están por encima de los sueños y los buenos deseos.
‘Halt and Catch Fire’ se reserva de
entrada la carta de Joe. La serie sabe que una vez puesta Cameron sobre el
tablero, que Joe se convierta de nuevo en un personaje polémico es cuestión de
tiempo, por eso postergan su aparición. Cuando volvemos a ver a Joe nos lo
encontramos haciendo una presentación al más puro estilo Steve Jobs.
Un teatro
abarrotado y un producto que salta al mercado con un discurso lleno de palabras
bonitas, que venden la idea de que el usuario medio puede derribar los muros de
todas las limitaciones y que se puede creer en todo. No dice estrictamente eso,
pero es la idea que suelen mandar este tipo de discursos.
Gracias al software
que le robase a Gordon, Joe está al frente ahora de una gran empresa que
desarrolla antivirus. Un punto bastante inteligente sobre el que construir una
trama que no resulte tan intrusiva históricamente y que no desluzca a la hora
de darle ese aire grandilocuente.
En
una temporada donde los secundarios tienen mucha importancia y donde los
principales se balancean perfectamente entre sí, llega el personaje de Ryan.
Ryan es un cerebrito, un chico listo que está cansado de que todos sus
compañeros de Mutiny se pasen el día siendo el programador medio, cuando tienen
talento para mucho más.
Este nuevo personaje supondrá un contrapunto muy bien
traído a todos los principales. Donde el público se va a acabar hartando de las
pataletas de Cameron —y de sus aires de genio incomprendido—, o de la necesidad
de poder y autorrealización de Donna, o del conformismo de Gordon, o el
plurigenialismo de Joe; ahí estará Ryan para darles la vez y la contra al mismo
tiempo.
El problema es que esta trama tan efervescente, refrescante y
maravillosa, se acaba a dos capítulos del final. El personaje de Ryan explota
en su propia ambición y los eventos llevan a meter con calzador una elipsis que
nos llevará hasta los noventa directamente.
Lo malo de este giro es que deja la
sensación de que estos dos capítulos sobran, dado lo impresionante que ha sido
el arco argumental de los ocho anteriores.
Esta trama está perdida en todas las
taras de ‘Halt and Catch Fire’. Donde
se abría un mundo de posibilidades para exponer el boom de las consolas y del
ordenador personal —así como de internet— la serie nos traslada de vuelta a la
base de los problemas base de los personajes y se carga todo lo construido en
la tercera temporada, para crear esa atmósfera de distanciamiento y cinismo.
Cuando los personajes y el momento tecnológico estaban manteniendo el diálogo
más fluido y mejor planteado de toda la serie, damos dos pasos para atrás y
relanzamos tópicos que no le interesaban a nadie.
No es que estos dos capítulos
sean malos, es que no pegan ni con cola en la tercera temporada y se los podían
haber guardado para comenzar la cuarta con fuerza; que, por cierto, será su
última temporada después de que AMC haya decidido —finalmente— cancelar. Siempre
quisieron que fuera la sucesora de ‘Mad
Men’, pero la propia serie nunca se prestó a ello, más allá de un par de
formalidades.
Por
otro lado que no haya más de cuatro temporadas, se recibe con cierto alivio, ya
que estos personajes —al ritmo que va pasando todo—, van resultando cada vez
menos creíbles de cara al futuro. Les ha pasado de todo, y a todos los niveles,
y cada temporada siguen liándola parda.
Como fan sólo me cabe esperar que esta
serie, tan poco valorada y alejada del público mainstream, consiga llegar a un
final coherente y bien cerrado que sea digno de sus propias ambiciones y
planteamiento si prostituir la esencia de lo que siempre ha sido.
Jorge Tomillo Soto-Jove
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