Moonlight gana a mejor película. Óscars 2017 (opinión) | POPCOKEN

‘Moonlight’ es la mejor película.



Sea como fuere.



Otro año más me he hecho un buen bol de palomitas para atender online a la entrega de premios más famosa del mundo. El teatro Dolby volvía a albergar a tantos famosos americanos como españoles la serie ‘Cuéntame’ —o alguno más— y Jimmy Kimmel iba a ser el maestro de ceremonias del hundimiento del titanic de las de entregas de premios, o quizá la gala más rentable a nivel publicitario de la historia de la academia.



La noche comenzaba dando un poco de carnaza antes de meter los premios aburridos, y así, Mahershala Ali, pasaba de ‘Luke Cage’ a mejor actor de reparto dentro del mismo año cinematográfico; si eso no es un ascenso meteórico, nada lo es. Luego fueron saliendo los premios y los divertimentos tan típicos de los Óscar, tan vacuos e innecesarios como todos los años, pues si algo les gusta a los americanos es montar un espectáculo bien grande de cualquier acontecimiento. Así tenemos casi cinco horas de una entrega de premios que difícilmente hubiera llegado a dos sin esa grandilocuencia, pero claro, ciertos actos responden a ciertas reputaciones.



Según avanzaba la noche fueron saltando algunas alarmas, como que la deplorable ‘Manchester frente al mar’, que no se deja salpicar por las polémicas al contar con un blanco adinerado en su reparto, ganase el mejor guión original o aún peor, que una basura del tamaño de ‘El libro de la selva’ se alzase como mejores efectos especiales por encima de ‘Doctor Extraño’, o ya el disparate total, que ‘Suicide Squad’ —nominada por azar y alguna copa de más— ganase a mejor maquillaje por encima del trabajazo de ‘Star Trek: Beyond’. Jimmy Kimmel estaba al cargo y eso se notaba totalmente, esta gala de los Óscars nos estaba contando una serie de chistes sin gracia que se iban acumulando como las grandes pilas de heces de ‘Jurassic Park’.

—Amy Adams presentando un premio de la organización
que no la quiso nominar—


El óscar a mejor fotografía de ‘La La Land’ y el de mejor actriz de reparto —merecidísimo— de Viola Davis, iban calmando las aguas, porque, aunque la inefable y sobrevalorada hasta el hastío ‘Zootropolís’ se estaba llevando el premio gordo de su categoría, había aún un regusto agradable con ciertos premios y que Damien Chazelle ganase como mejor director acababa de subir todas las apuestas, pero entonces EEUU se retrató de nuevo. Cassey Affleck, pese a que la polémica sí le costase todo a ‘El nacimiento de una nación’, se alzaba terroríficamente con el Óscar a mejor actor principal, mientras su hermano aplaudía, olvidando que podía ser un buen director y guionista, recordando el esfuerzo que le debió costar sacarle brillo al apellido Affleck para todos los viejos casposos de la academia. 



Puede que los jueces de puerta cerrada cedan para contentar diferentes intereses, pero que un país que ha elegido democráticamente a Donald Trump, sitúe como cara de la empresa a un hombre blanco adinerado de una familia de toda la vida del país, y su pequeña y rancia sociedad, no es ninguna sorpresa. Es ese algo que uno no quería ver ante sus narices. Sí, de cara a las cámaras no paramos de ver a cantantes, actores, actrices y otros diferentes artistas —adinerados— quejándose de Trump, pero tras los focos se esconde la realidad no tan visible, pero sí muy palpable.



 Es esa realidad la que ha ejercido el voto más rancio de los últimos años, premiando la absoluta parquedad interpretativa del niño bonito de los Affleck. Al menos fue agradable recordar la cantidad de razzies ganados por ‘Batman Vs Supermany ver cómo Ben Affleck veía ante sus narices como no era él el Affleck que ganaba el Óscar a mejor actor.



Lo que menos esperaba yo en una situación tan desagradable y tensa era un cambio total de vertiente, y encima uno doble. Lo que en inglés se llama un “game changing” y en español se podría describir como una vuelta de tuerca total. Primero, con Cassey ganando ese premio tan importante, esperaba que el de mejor actriz apestase a naftalina y se lo dieran a Natalie Portman por el mero hecho de haber interpretado a la viuda de américa, al margen totalmente de su talento o calidad interpretativa en una película que a día de hoy aún no he podido ver. 



Y llegó mi gran sorpresa; los que me conocen saben que para mi es una musa, mi absoluta favorita. La llevo siguiendo desde sus más tempranos comienzos, donde —de aquella— la poca prensa que hablaba de ella la trataba de convertir en el relevo generacional innecesario de Mila Kunis. Lo sé yo tampoco lo entiendo, pero seguir su trayectoria y ver cómo Emma Stone recogía el Óscar a mejor actriz —de las manos de Leonardo DiCaprio, para coronar la sesión de autofanservice— ha sido tan especial y emotivo para mi como el saber del último tango que bailará Jack Nicholson. Palabras mayores.



Pero los Óscar, aparte de retratar a Estados Unidos, también estaban por cerrar 2016 con el sello que merece un año tan desaliñado e injusto. Llegaba el premio a mejor película y surgió el nombre de ‘La la land’.



 Los miembros del equipo y el reparto estaban turnándose para dar el siguiente discurso cuando surgió: ‘La la land’ no era la película que figuraba en la papeleta como ganadora absoluta, si no ‘Moonlight’. Al parecer la academia se había columpiado de mala manera y fue parte del propio equipo de ‘La la land’ quienes decidieron anunciarlo, retirándose con mucha más clase que la administración que organizaba ese circo.



Lo peor de todo es que ‘Moonlight’ es la mejor película bajo estas circunstancias. Ahora, todo el lucimiento o publicidad que pudiera ganar la peli se verá reducido a titulares sensacionalistas sobre la cagada en los Óscars y no sobre la calidad del filme, que la tiene y muchísima. Los Óscars crean el precedente de destruir un momento tremendamente importante para el cine, para el cine de color y para resarcirse a sí mismos de su reputación racista de la gala anterior. Pero sobretodo, lo más triste es que dilapiden con su torpeza —guionizada o no, espero que no— a una magnífica película.




Jorge Tomillo Soto-Jove

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