Moonlight | POPCOKEN


—Magia a la luz de la luna—

Sigo enfrascado en la carrera hacia los Óscar —como viene siendo costumbre por estas fechas— y, para esta ocasión, después de ‘Manchester frente al mar’, llega ‘Moonlight’.

Moonlight’ es esa película por la cual yo apostaría este año. Si no da la sorpresa, será la que esté bailando con ‘La la land’ en las categorías de mejor película y mejor dirección, una para cada una. Pero, al margen de sus nominaciones y futuros premios, ‘Moonlight’ da la sensación de sintonizar con la idea de “redención” que tiene la academia. Tras la blancura del año pasado, alguna película con reparto negro había que nominar para hacer sentir mejor sus ligeras conciencias.



 Vale, puede que esté siendo demasiado malo. O no. Moonlight’ es, antes que nada, una historia. Lo es por encima de su fotografía, por encima de su reparto, de su dirección, de todo, y ese es el punto que la hace tan brillante. Tampoco es una historia tremenda; lo tremendo de este tipo de historias es lo poco que gustan a la gente de cierta época, o edad, o educación.



Moonlight’ se divide en tres capítulos: Little, Chiron y Black. Pero siempre nos hará cómplices de todo lo que ocurra en escena. Como si fuésemos un mirón, un amigo más en la sala o la corriente de aire que separa dos bocas. ¿Qué de qué va esta película? De un principio sencillo: un chico negro que huye de gente que trata de aplastarlo por el mero hecho de sentirse más débil que los demás.



 El chico tiene motivos de sobra para creer lo que dicen todos de él: es chiquito, más delgado que Jack Skellington y tímido como para esconderse debajo de una piedra día sí y día también. Pero lo que el pequeño Chiron no percibe es esa fuerza que lo impulsa a poner agua a hervir porque no tiene en casa agua caliente y porque su madre, la drogadicta, tampoco va a hacerlo por él. Sin padre conocido y con una madre que de tal nombre sólo tiene el parentesco de sangre, es normal que el chico se sienta confuso, pero lo que desde luego no ayuda es que los de su generación siempre vayan detrás de él para darle una paliza.



Chiron se verá acogido por Juan o Blue, interpretado por Mahershala Ali, actor a quien recordaremos mejor por su rápido crecimiento en ‘House Of Cards’ y por ser lo mejor de la peor producción de superhéroes de Netflix, ‘Luke Cage. Aunque, para mí, estar el mismo año en uno de los productos más aburridos de la tv y después en una de las películas —si no la película— del año, y la mejor valorada en la historia de metacritic, es un claro sinónimo de versatilidad, o de un buen agente. El caso es que este pequeño traficante le cogerá cariño al chico y viceversa, y compartirán varios de los mejores momentos del filme.



 La escena de natación en la playa es de lo mejor que he visto este año. Porque esa escena es igual que la película: su historia y Chiron, con muy pocas palabras, nos van a hacer testigos de algo bello y conseguirán que sintamos con muy poco —en apariencia— un mundo entero. 



Ya era hora de que alguien les enseñase a los de la estúpidamente sobrevalorada ‘Boyhood’ cómo hacer una película de verdad —sin resultar presuntuoso, ni aleccionador, ni gastar quince años en el proceso— sobre una familia desestructurada, que, aún pareciendo un telefilme, no tenga por qué caer en ello de ninguna forma. Pero tirar de lugares comunes y sensiblerías baratas varias siempre va a vender. ‘Moonlight’ realmente tiene corazón, no hay apariencia, pero sí que hay cosas a expresar más allá de las palabras o los gestos.



 ‘Moonlight’ es una película sobre cómo un niño te cuenta toda una historia con una sola mirada; y es también una historia sobre un joven delgaducho y acomplejado que encuentra en otro chico todo su mundo. Pero la cosa se complica y, al menos, siempre nos quedará el consuelo de que el sexo de esta película no se ha empaquetado en un mensaje alto y claro para todo el público masculino y hetero del planeta. No como ‘En la vida de Adele’, película —y cómic— que cuanto más tiempo pasa más va perdiendo.



Moonlight’ no es una película tan peliculera y dramática como lo fue ‘Brokeback mountain’ porque no lo necesita. Está tan ubicada en su cotidianidad, humanismo y sentido de la vida, que no se para a enmarcarlo en fotogramas edulcorados. Simplemente va a ir volando a ras de suelo, tan cerca que casi nos parezca que lo podemos tocar. Estamos ante una película que, aunque algo lenta, sabe recompensar muy bien a su público si se tiene el tacto suficiente como para ser capaz de ver, oír, callar y aprender, todo al mismo tiempo.




En definitiva, ¿es ‘Moonlight’ para tanto? Ni mucho menos, no estamos ante la mejor película jamás hecha, pero sí que merece sus nominaciones y posibles futuros premios. Además, que encabece la lista de unos premios como los Óscar una película sobre hombres negros gays, sea por el motivo que sea, es un gran paso, que esperemos no sea el último. No es que no haya buenas películas con negros en plantilla, es que ni hay tantas como con blancos, ni van a tener la misma repercusión, porque la industria sabe que es algo que la mayoría de público que va al cine en todo el mundo no desea —aún—ver en masa.



 Lo cual hace que los papeles más relevantes vayan a parar a los arquetipos de siempre, fomentando así que la rueda siga girando y girando y que nos sigamos permitiendo desfalcos como considerar que Cassey Affleck es el favorito al Óscar por su papel en ‘Tiene más expresividad que yo un brick de leche, frente al mar’. De seguir por este camino, ni la industria ni los que la alimentan van a querer cambiar de mentalidad.



Nota: 7,9

Jorge Tomillo Soto-Jove

No hay comentarios:

Publicar un comentario