—Mercantilismo sentimental adolescente—
A
estas alturas es complicado tratar de explicarle a alguien de qué va ’13 Reasons Why’. Da la sensación de que
el boom ha sido tal que todo el planeta ya se la ha visto. Para los pocos que
aún no hayan escuchado la realidad de Hannah Baker llega esta crítica, aunque
también para aquellos que sí lo han hecho. Hannah Baker, esta es tu cinta.
’13 Reasons Why’ es una de esas series
que funcionan tan bien porque crecen bajo el ala de la todopoderosa Netflix,
que sigue consiguiendo año tras año ser el centro de atención. Antes de verse
lanzada a la plataforma de streaming más popular de todas, ’13 Reasons Why’ fue una novela, que vio la luz en 2007, bajo la
firma de Jay Asher. Más tarde sus derechos fueron adquiridos por Universal,
quienes pretendían que Hannah Baker fuera interpretada por Selena Gómez, que
finalmente terminó como productora para lo que acabaría siendo uno de los
mayores éxitos de Netflix. El 31 de marzo se dio su emisión, internet explotó.
El
argumento central de la serie es que Hannah Baker, la típica estudiante de
cualquier instituto americano, se suicidó y antes de hacerlo grabó 13 cintas en
las que desgranaría sus trece motivaciones para terminar con su vida. La serie
cuenta con trece capítulos, pero tiene muchos problemas narrativos. Cerca del
episodio diez la serie podía haber terminado perfectamente —como mucho un
episodio más— sí no hubiera tomado conciencia de sí misma.
La serie lo deja
casi todo listo cerca del diez, pero decide que estando tan cerca del final se
va a dedicar a sobreexplicar todas las tramas, a dar vueltas en círculos con
sus personajes haciéndonos creer que van a importar esas vueltas, para al final
rellenar minutos descaradamente. Las últimas motivaciones de Hannah contadas en
los últimos episodios, cabían en uno y medio. Pero estirarse para vender más no
es su mayor problema.
Lo peor de ’13
Reasons Why’ es que no es una campaña de visibilización de todos los temas
terribles que trata. No está aquí para exponer estas taras y servir de ejemplo
a nadie en un futuro —cosa que ojalá consiga—, está aquí para usar todos esos
tópicos y lugares comunes de los adolescentes torturados —que son demasiados,
gracias sistema— y ganar billetes verdes con ellos.
Analicemos
esto con más calma y con spoilers.
Todo
va bastante bien encaminado, aunque perezoso y con poco interés hasta que
llevamos diez cintas escuchadas. Es aquí cuando la serie decide que Jeff lleva
un tiempo muerto pero nunca le importó a nadie hasta que surge su capítulo. Ni
se molestan en explicar por qué a nadie le entristeció hasta entonces ni por
qué no lo hace después. Y tres cuartas partes de lo mismo para las violaciones.
Salvo por la de la propia Hannah, no da la sensación que la de Jessica le
afectase a nadie —ni a ella misma— hasta que se menciona en las cintas.
Es como
si la serie siguiera una extraña lógica de “si no sale en las cintas, no ha
existido”. Lo peor de esta lógica es que se nutre del más puro y rancio
efectismo. Toda tragedia o tópico planteado por la serie, se transmite como un
giro de guión que mejore la sensación dramática y así asegurarse buenas
criticas y unos cuantos millones de espectadores más. O la serie es
terriblemente torpe a nivel narrativo —cosa que explicaría por qué se cargan a
Alex en los últimos segundos y fuera de escena— o avariciosa como pocas —lo que
explicaría los rumores de una segunda temporada, esté muerta Hannah o no—.
Todo
lo que vayamos escuchando de voz de Hannah será vivido por Clay, que hará de
falso protagonista para que al espectador medio le sea más fácil sentirse
dentro de este puzzle. Clay será convenientemente lento y torpe para que la
serie pueda durar sus trece capítulos con una línea temporal acorde a ellos.
Porque si Clay se hubiera escuchado todas las cintas en una tarde, adiós serie
de éxito. Pero lo peor de Clay es que refleja la propia naturaleza de la serie
cuando decide escuchar las cintas.
Y es que lo hace por miedo a ver qué dicen
de él, no por querer reconstruir las últimas y trágicas horas de Hannah. Es el
más puro de los egoísmos lo que lo lleva a coronarse a si mismo como moralman y
creerse con derecho a decirle a la gente qué hacer o contra quién cobrarse
según qué venganzas. De aquí saco otro problema, que es la propia Hannah. La
serie establece la dinámica en la cual Hannah puede poner a parir la vida de
quién le de la gana y le van a dar la razón y todo el poder —como personaje—
que eso conlleva.
Está bien, muchos se merecían lo que se dice en las cintas,
pero otros no y menos que se juzgue y sitúe la culpa en quienes ella considere.
Si lo pensamos un poco es Hannah Baker quién, con sus dichosas cintas, mata a
Alex. Para colmo la serie se pasa 13 capítulos y mucho en contarnos las cintas,
dejando unos quince minutos para cerrar las tramas de doce horas de serie.
Alguien planteó esto bastante mal y centrándose en el componente de: sacando
malos recuerdos de las adolescencias de todo el planeta, recreo sobre eso la cutre historia de misterio de la serie.
Lo
que sin duda alguna es ’13 Reasons Why’
es un producto genuinamente adolescente, por mucho que quiera venderse como una
serie adulta, no es cierto. Usará todos los tópicos que pueda, aunque
sobrecargue y quite credibilidad, para sensibilizar, polarizar y escandalizar,
así asegura su viabilidad. Eso sí, toda esta historia de trece razones, se nos
contará con gente ofensivamente guapa. Que es la razón final de su éxito. De no
haber tenido este reparto, esta narrativa efectista y de no haberse visto
emitida por Netflix. Ni un 10% de su público actual hubiera sabido nada de
ella.
¿Es ’13 Reasons Why’ una mala serie? No.
Pero si tu adolescencia es un recuerdo lejano. Es más complicado que el
efectismo —o el sensacionalismo con el que trata los momentos duros, casi
recreándose con deleite en las miserias que expone— de la serie funcione y se
vea reducida a tener que jugar en la categoría de drama, donde pierde tantos
enteros que se queda en aras de ser la gran ficción detectivesca fallida sobre
adolescentes que no es.
El gran fallo final de esta serie es haber perdido su
causa humanista por el camino, sacrificada por exagerar todo un poco más hasta
reventar el saco. Es desagradable ver todas estas tragedias expuestas y
utilizadas por y para una causa económica.
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