Made in Abyss | POPCOKEN


—¿Continuará…?—


Recientemente he visto el anime ‘Made in Abyss’, ya que no paraba de escuchar que es “the next big thing”, así que ¿por qué no? Pues porque, antes que nada, si os gustan las historias cerradas, esta no es una de ellas.



La trama da comienzo con Riko: una chica curiosa, con unas terribles anisas de aventura que la llevarán hasta superar cada obstáculo que se ponga en su camino, si el camino no se pone muy rebelde. La pequeña “huérfana” vive en una ciudad en torno a un gran y misterioso agujero del que no se sabe demasiado. En el interior de este vacío siniestro, se encuentran todo tipo de criaturas, artefactos y misterios. El orfanato de la chica, enseña a los niños el oficio de excavar las profundidades en busca de granes tesoros, cuantos más grandes y raros mejor.



 Como no podía ser de otra forma; la curiosidad de la niña la lleva a adentrarse de pleno en una incógnita mucho mayor cuando un día conoce a Reg, un robot humanoide —o un niño robótico, allá cada uno— que la salva, sin saber nadie muy bien cómo, de un monstruo de las profundidades. La niña a su vez es la hija de la mayor leyenda en el gremio, así que, sumado a su espíritu inquieto, todo este conjunto la llevará adentrarse en el gran abismo. Tratará entonces de descubrir sus límites y de resolver sus misterios. Ese es más o menos el argumento, sin entrar en spoilers.



He de decir que de lo primero que me gustó fue el diseño de personajes y el trabajo artístico de los primeros episodios. Los personajes, con sus ojos nucleares, parecen sacados de El Profesor Layton y todo su entramado tiene tantos ecos del mundo del Studio Ghibli que no lo puede negar. Lo diré claramente, el argumento está bastante bien, pero en la primera mitad de la serie el trabajo artístico es una maravilla. La ambientación tiene cuerpo propio, tiene tacto y olor. 



Esos colores, la forma del mundo y, sobretodo, el uso del color para recrear la luz… No se le puede negar ni el mimo, ni el trabajo tan sobresaliente con el que nos presentan esos capítulos. La sensación de intriga te pica y te va atrapando según te enteras más y más de todo el esquema de la narración. Aunque sea un lugar común, el motivo del viaje y el descubrimiento personal, aquí están muy bien trabajados. Tanto es así, que ese espíritu irá creciendo en el interior del espectador, con una sensación de magia indescriptible.



Lo malo de su estética es que, por cómo son sus personajes, uno se pone un tope de expectativas de narración adulta y se equivoca. Y lo hace de pleno. Creemos que estamos ante una inmersión con la calidez y corazón de ‘Final Fantasy’ o 'ICO', pero no, ni de lejos. Es todo una trampa para cogerle cariño a los personajes y luego tener que quedarte a mirar cómo ‘Made in Abyss’  los destroza entre sus fauces. El viaje avanza con algún que otro bache lógico, pero hay detalles —cómo los niños tratan a los animales que se comen, y cómo la serie te lo cuenta— que irán revelando que esta serie no va a ser condescendiente con el espectador y que las cosas se van a torcer de narices.



Porque llegamos hasta Ozen y creemos que estamos preparados para que el descenso continúe. Pensamos que esto ha sido subir el listón para que más adelante se revelen todos los secretos de la serie con más aventura y descubrimiento. Error. La esperanza y la ilusión, se quedan con los colores vibrantes antes de Ozen. Más allá de eso, la trama se vuelve repentinamente cruda y jodida, a la vez que redundante. Al mismo tiempo, la historia del anime en sí, no volverá a avanzar desde este punto. Es algo malo y bueno al mismo tiempo, pero que deja con un sabor de boca extraño.



La parte buena es la misma que la mala; Riko y Reg se detienen por unas razones de peso y ahí la serie nos contará otras historias. Lo curioso es que son terriblemente desgarradoras, casi demasiado. Este anime habla de tú a tú con un público adulto sin edulcorar nada. Nos veremos sumidos en la versión hardcore del episodio de la niña de ‘Full Metal Alchemist: Brotherhood’ y no por lo que pasa, si no por la forma de hacerte trizas el corazón con el tema a tocar y cómo lo toca. Made in Abyss’ no necesita ser un festival de violencia, acción o sangre para consagrarse como algo duro de ver. Lo malo de verdad es que, si se piensa en frío, dejando el sentimentalismo a un lado, estas historias tan sentidas, crueles y crudas no son más que relleno si consideramos que a día de hoy no hay más episodios y puede que no los vaya a haber.



 Si tuviera ante mi otros veinticinco capítulos por delante, le perdonaría más fácilmente a ‘Made in Abyss’ que me enseñe constantemente cosas cómo ver charlar a sus personajes mientras comen. Porque. Sí, le aporta humanidad a la construcción de los personajes, pero retrasa descaradamente el responder a las preguntas más inquietantes sobre el abismo. Al final, echas la vista atrás y lamentas —al tiempo que no— que Ozen durase tantos capítulos o que los durase Nanachi. Luego recuerdas sus historias individuales y se pasa un poco, hasta que te quedas con eso, esa sensación de que la narración te ha pillado a contra pie y le acabas diciendo a la pantalla un “¿Y ya está?”




‘Made in Abyss’ sería la revelación del año si su calidad estética fuera en los trece episodios, igual que en los primeros. Y si su argumento no dejase tanto en el aire, estirando algunas cosas menos importantes para volverlas relevantes a la fuerza y así poder rellenar la temporada. Aunque claro, si tenemos en cuenta que el manga lleva publicándose desde 2012 y que sólo lleva seis tomos, se comprende que hayan estirado su producto. 



Lo malo de eso es que la serie se resiente y difumina tanto el objetivo final, que tan claro e importante era antes del episodio diez. Uno se siente algo estafado, al tiempo que tiene muchas ganas de más, al tiempo que no quiere saber nada más nunca de estos niños. Porque, si hasta aquí se ha puesto tan descarnado —y hardcore— el asunto, no estoy muy seguro de querer saber cómo se resolverá todo, ni a qué precio.



Nota: 7,4

Jorge Tomillo Soto-Jove

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