—“You are tearing me apart, Lisa”—
Nunca
esperé llegar a afrontar una página en blanco que llevase por título ‘The
Room’, pero de verdad, de esa verdad incómoda que te hace sudar frío y
tener sueños extraños al acostarte. Antes de seguir quiero advertir a quien aún
no la haya visto, no es ‘Room’ —la de
Brie Larson—, no, porque entonces sería buena y no casi la peor película de la
historia del cine. ¿Qué narices pasa con ‘The
Room’ y por qué sigue en el cine después de quince años?
A
estas alturas de mi vida, admito con pesar que he visto el trabajo de Tommy
Wiseau tres veces. La primera, como es lo lógico, la vi para afrontar acto
seguido la revisión de James Franco —basada en un libro del propio Tommy sobre
cómo fue hacer ‘The Room’—. La segunda
y la tercera fueron “desvirgando” a amigos, y en una de ellas creo que
estuvieron cerca de mandarme a tomar por c-La primera vez que vi “esto”, este “producto”,
esta “obra” fue un dolor para mi. Como crítico de cine, como devorador de
palomitas y como ser humano. Había oído parte de su leyenda y por supuesto que
me había topado con el “i did naaaat, oh, hi Mark” porque, los memes.
Pero
realmente no sabía a lo que mierda me estaba enfrentando, hacía tiempo que no
bajaba hasta niveles tan profundos y jodidos de mi mismo. Tanto como para estar
a punto de rozar el fondo, donde se encuentra la verdadera peor película de la
historia: ‘Movie 43’ de la cual no me
da la gana de hablar aquí y evito hacerlo en persona.
Me
acuerdo de mi sensación de estar dentro de una película protagonizada por Sasha
Grey, Sinn Sage o Stoya, cuando Johnny/Tommy entra por esa puta puerta de papel
maché, sin pomo o cerradura alguna, o siquiera función más allá de ser el
portal hacia el infierno que hay dentro de ‘The
Room’. Todo huele mal, a cartón piedra y a lubricante vaginal, salvo que
no, ‘The Room’ no es una porno.
No,
porque si lo fuera al menos uno de los dos implicados —la peli o yo— se lo
pasaría bien al acabar de ver los primeros tres minutos. Luego lees que este
atentado contra la lógica y el cine en si mismo le costó al conde Drácula, digo
a Tommy Wiseau, la friolera de seis millones de dólares y… Bueno, imaginadme
cargando una pistola y dirigiéndola a mi boca. ‘The Room’ es basura, pero no, no del todo… bueno sí, pero, no y…
si. Estamos ante uno de esos —terroríficos casos— que sólo se entienden tras
ser parte de la legión de personas abducidas por ‘The Room’.
La
peli va de un tipo que parece salido de una banda de rock de los 80, que es
banquero o algo así, muy sensible y tan buena persona como para parecer el
Jesucristo ucraniano. Porque no, ¿cómo iba Tommy Wiseau a colmar de flores al
personaje que iba a interpretar él, verdad? Pero lo malo no es eso, no es
terroríficamente mala por ser un autofelato en filme. Lo malo tampoco es su
trágica composición, su nefasta fotografía o lo mal que actúa todo el maldito
mundo, o su asqueroso montaje. Lo verdaderamente terrorífico de ‘The Room’ es que hayamos coronado entre
todos como cine de culto a esta pataleta infantilmente machista.
Dentro
del salón de Tommy habitan él, su novia, el jodido psicópata de Denny, Mark, la
madre de su novia que primero tiene cáncer y luego ya no y… bueno, que por ahí
pasa todo dios porque la cochina puerta no tiene pomo y deben regalar galletas
en el portal. Pero el verdadero núcleo del filme, no es palmas palmitas
Tommy/Johnny, es Lisa. Interpretada por la rubia genérica que trabaja de camarera pero que va a
ser actriz en los ángeles. Ella es el mayor cúmulo del mal con
ningún tipo de justificación más allá de tener vagina. La lógica de Wiseau,
nada tostada ni casposa, es que Lisa, que está prometida con el Jesucristo follador, digo
Tommy, es muy feliz hasta que no.
Pasa un día —que en este universo dura unas
seis horas y siempre empieza al mediodía, para acabar a las cinco de la tarde—
y, al presentarnos a Mark, mejor amigo de toda la vida de Tommy, va Lisa y lo
seduce un poco porque sí, porque tampoco es que él —su puto mejor amigo—se
esfuerce realmente en decirle que no. Según ella, ya no quiere a Tommy y ama
desesperadamente a Mark, quién —además de acabar de aparecer— se lanza al sexo
de escalera menos erótico de la industria del cine. Pero el quid de la cuestión
viene al repartir culpas.
Toda esta situación de “Lisa es una zorra” es el
leitmotiv central del filme. Así que “como es una zorra” la culpa de todo lo
malo que pasa, es suya y sólo suya. ¿Qué se está acostando con el mejor amigo
de Tommy? Culpa de ella únicamente, válgame dios, no vaya a ser que un hombre
tenga culpa de algo en esta trama, mejor culpemos a la rubia, que está otra vez
usando su sexualidad para sí misma. Incluso la mandan a fregar en un momento
dado, y ella accede de buen grado ¡es que es vergonzoso! Que ‘The Room’ tenga ese estatus de “casi
arte” o arte directamente, es por nuestra culpa.
Tommy Wiseau sigue haciendo
pases de su niña mimada en cines de barrio de todo EEUU porque la gente ve ‘The Room’ y se ríe de lo mala que es y
de lo normalizado que tenemos que una mujer sea la villana absoluta porque no
cede su sexualidad al macho alfa de turno, ni a su amigo, ni al jodido niño
psicópata que tienen apadrinado y que luego encima es un cocainómano ¡también
por que sí y para nada! Si obviamos su flagrante machismo en los,
aproximadamente minuto y medio que tarda en volver a surgir, estamos ante un
despropósito de tal proporción que da la vuelta a la bascula, coronándose como
fan favourite y producto pop dentro de la serie B, precisamente por lo
terriblemente mal hecha que está.
Eso es lo que la hace “tan
graciosa/entretenida/genial”, frase que tristemente, hemos dicho todos en algún
momento. Incluso hay quienes tildan a Wiseau de genio o visionario, unos por el
meme y otros de verdad, que es donde duele de verdad.
No
os voy a engañar, me he reído viendo esta película, porque sí, porque es tan cutre
que se vuelve autoparódica, pero luego mi vena de crítico de cine se impone al
chico que ve cine basura con sus colegas para reírse un rato y me acuerdo de
Lisa. Ahí se me pasan los momentos blancos, los chistes sobre mamadas y el
jugar al fútbol más hetero del planeta.
Al pensar en Lisa me acuerdo su jodido
vestido rojo —cómo no— de las narices y de todos los problemas chungos de
sexualidad que Tommy Wiseau nos quiere presentar como “pequeñas taras” de un
hombre modélico, víctima —¡encima!— de las desgracias que ha cometido su mujer
por maldad pura —y aburrimiento— contra él. Este hombre santo y bueno acaba de
la peor forma posible y ahí, su amigo Mark, el amante de su prometida, de nuevo
culpa a la chica de todo el embolado.
Con.
Dos. Cojones. O más bien dos pares, los de Tommy Wiseau y los nuestros, por
haber conseguido que este despropósito llegase hasta aquí, porque resulta que
es más destacable la pobre producción de ‘The
Room’ que el asqueroso y flagrante ejemplo de machismo asumido que
representa. Y lo mejor de todo es que esta reflexión parecerá exagerada o
innecesaria, ya que, antes que nada más, ‘The
Room’ “es una comedia”, “un placer culpable” ¿no? Lo peor es que, de alguna
forma macabra, es toda esta mezcla de humor blanco, humor genérico, sexualidad
disfuncional y machismo, lo que le da ese “aura” a ‘The Room’. Que es un poco la única forma con la que me atrevo a
definir un producto por el que a todas luces me veo siempre superado.
Jorge
Tomillo Soto-Jove
Nota:
0,1
PD: el trailer en sí es parte del meme, ya que se hizo como un proyecto para que pareciera una peli con buena nota en Rotten Tomatoes y ya ha superado el millón de visitas
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