¿Por qué el final de ‘A silent voice’ es el cierre perfecto? | POPCOKEN ANIME

Hace poco que la he visto y la verdad es que no quería hacer la crítica. Al menos no quería hacer una que fuese simplemente retratar la película. De hacerla,  me gustaría poder centrarme en algo más, y hoy, mientras escuchaba la canción ‘Lit’ —justo la de la escena final— no pude reprimirme en ningún sentido. Por mucho que me costase volver a este filme, he decidido analizar por qué el final de ‘Koe no katachi’ es el cierre perfecto. Eso si, va a haber spoilers.

Acompañamos a Ishida, desde su más “tierna” infancia, hasta su adolescencia. Viviremos con él su relación con el mundo y cómo conoce a una chica como Nishimiya, que es sorda. Todos estos recuerdos volverán a nosotros cuando el chico, en el punto más bajo de su vida, intente suicidarse. Durante su niñez, en todo el tiempo que compartieron juntos fue uno de los principales artífices del maltrato hacia la discapacitada. 

Es este factor lo que hace que se vea traumado y decidido a cambiar, cuando todos los que el creía amigos, comienzan a tratarlo a él como trataban a Nishimiya. En ese punto vemos la escena más importante. Ishida se tapa los oídos y la película nos muestra de pronto cruces en las caras de las personas. Estas cruces representan la incapacidad que siente Ishida de enfrentarse a la mirada de los demás y por tanto, a exponerse frente a ellos. Ahora el que antes fuera el maltratador, mediante la experiencia, se ha convertido en otra víctima más. 

Ha sumido su carácter en la culpa total y no es capaz de mantener una vida por sí mismo. Cada interacción social lo sume en un conflicto interno que el enfrenta siempre mediante la sumisión y la aceptación de que, de alguna forma, que haya pasado algo malo es su culpa por el mero hecho de existir. Porque mientras exista, él cree que no merece más que eso, la culpa. O así decide afrontar su pasado, claro.

La trama va avanzando despacio pero bastante bien contada, aunque con algún que otro altibajo de ritmo, llegándose a hacer un poco pesada cerca del tramo final por sus momentos tan modismo de anime, que el género siempre se empeñará en perpetuar. El caso es que un montón de mierda sucede, pero la relación entre Nishijima e Ishida sale adelante, son amigos y el uno ha podido apoyarse en el otro. Al principio fue él quien intentó suicidarse y finalmente la salva a ella de hacerlo, aunque cae al río mientras lo hace, quedando así en coma. 

En este momento es cuando la película juega mejor sus cartas, al margen de la escena del balcón y los fuegos artificiales —que es donde realmente se ve la mano de la directora y su equipo, que manejan perfectamente la tensión del momento—, porque nos han dejado sin el protagonista. De golpe y porrazo ya no tendremos las reflexiones de Ishida sobre su mundo y cómo interactuar con la culpa o cómo esconder sus sentimientos a favor de sacar una relación a flote, o cómo perder totalmente el control de sí mismo y cargarse todo lo que tenía. 

Y, es que es en su falta donde más vamos a darnos cuenta de que estamos entendiendo a Ishida, porque veremos reaccionar a los demás personajes de forma que refuercen lo que nos ha ido presentando el protagonista. La peli juega siempre con la mirada directa a cámara, que es una forma muy sencilla y efectiva de establecer una total empatía con lo planteado por su narración. Mientras nos involucremos con Ishida, la peli funcionará.

Un buen día el chico vuelve del coma y todos sus amigos lo arropan. Él propone ir al festival juntos y ahí es donde llega el cierre perfecto. Ishida se encuentra en mitad de toda una multitud, todos con sus cruces en la cara. El piano de ‘Lit’ entra en escena con más fuerza y se sincroniza a la perfección con el tono y la narración. Ishida se lleva las manos a las orejas y las retira despacio, el piano se alza —conservando su dulzura— y justo en ese momento álgido, las cruces caen. Todas las caras se van descubriendo, por que ahora Ishida es capaz de mirar a la gente a la cara.

 Su culpa lo ha estado destrozando toda la vida, pero Nishiyima y él, ayudándose en los momentos más bajos de ambos, han podido sobrevivir a esos sentimientos. Yo no he interpretado esta escena como que Ishida de pronto supere todos sus problemas, si no como que ahora va a intentar salir de ese lugar oscuro en el que se había enclaustrado y va a empezar a tratar de vivir.

Lo que hace de esta escena algo tan perfecto y poderoso es la forma en la que narran con música, sin diálogo. Todo el filme me ha destrozado tanto, porque no es efectista al hablar sobre estos temas, usando un registro adolescente. Al contrario, ha acertado tanto en sus formas que, sin haber pasado exactamente por esta situación, he vuelto a mis propios traumas de adolescencia y me he sentido perfectamente representado, sin estarlo realmente. Porque yo he pasado por momentos oscuros y he pensado como Ishida. Pero verlo así, con la empatía que aporta estar mirándolo constantemente a los ojos, ha sido como sentir que esto ha pasado en una realidad donde he vivido yo. 

Por eso es tan duro y satisfactorio ver cómo se abre al mundo y se caen las cruces, porque resuelve con una perfecta sensación de circularidad y porque establece el mensaje positivo para todos los que han sufrido traumas en su juventud; ahora, al menos durante los dos minutos que dura la secuencia, podrás creer que tras la tormenta llega la calma.

Después de este cierre tan bonito, nuevamente con modismos baratos de anime como el limpiarse las lagrimas con las muñecas —gesto que odio— o el, de pronto colocar a todo personaje viviente —incluso el cabronazo de pelo rubio— como friendly, vemos que desluce un poco a este poderoso final. Pero oír cómo nuevamente Ishida escucha latir su corazón, es el final perfecto para esta historia. 

Porque no se centra en vendernos la relación amorosa, ni carga toda la trama con imprudentes dosis de efectismo —como hizo ‘Your Name’—. Aquí, las autoras de esta obra, se centran en la causa humanista y en mandar un mensaje mediante este final optimista. Pero representan con tanta fuerza lo que se siente en ese estado y no amarillean al hablar de bullying, que eso le hace ganar muchos más enteros que los que pierde por el camino con sus puntos flojos, que no son muchos. Aunque los que puedan, deberían acudir este día 16 a las salas de cine para su estreno en España y dejar que la dulzura y el amargor de esta película los lleve de la mano durante dos horas difíciles de olvidar.

De ahora en adelante, la tonadilla de piano de ‘Lit’ me va a acompañar en mis recuerdos de adolescencia y en mis momentos difíciles, porque esas teclas y esa sensación de renacer que transmiten, son la verdadera forma de la voz de ‘A silent voice’.