Hill House, Bly Manor y el uso del espacio | POPCOKEN


 Podemos decir sin lugar a dudas que Mike Flanagan lo ha vuelto a conseguir, ahora que su segunda entrega de "Mansiones encantadas" lo está volviendo a petar en Netflix. Hace dos años empecé a ver 'La maldición de Hill House' abordando la serie con la actitud habitual de "a ver qué mierda me tengo que tragar esta vez", tan común por el pobre uso del género. Pero estaba completamente equivocado; Hill House no sólo es una gran serie si no que es un referente moderno sobre cómo hacer ficción de terror de fantasmas. Lo normal hubiera sido limitarse a trasladar la historia, a adaptarla. Pero Flanagan se crece en las bases de la producción, consiguiendo convertirla en su sello distintivo. Si no habéis visto la serie, yo dejaría de leer aquí. Si, también va por la segunda.

Es en su forma de construir la serie en varias dimensiones donde está el verdadero jugo de las series de "La maldición" y es por eso por lo que he querido aunarlas para este artículo, porque en su narrativa visual se encuentra un diamante en bruto que no podemos dejar pasar: el uso del espacio. Este es un tema que ya he abordado antes, de modo que podemos saltarnos la lección teórica y saltar directos al análisis.

Que exista hueco para todo lo que pasa en Hill House y Bly Manor es precisamente culpa del cine de terror y de los usos que da siempre a su forma de contar las cosas. Todos tenemos en la cabeza a esa chica o ese chico sexy, sudado o cubierto de sangre, por la noche huyendo de alguna cosa horrible. En esta situación suelen pasar dos cosas. Primera: la cámara se queda fija en la víctima y le hace un zoom lento hasta parar. Zoom que va acompañado de un música que cesa al momento.

 Pasan dos o tres segundos donde no se oye nada y de pronto algo sinuoso surge del fondo directo para despertarnos del hastío en la butaca del cine y para asustar a ese montón de adolescentes de la última fila. Y salvo excepciones (grandes películas como 'La semilla del diablo', 'It Follows' o 'Midsommar') esto suele ser lo más normal y habitual. O Segundo: puede que no pase nada, la víctima se gire y un mensaje lamentable o una pista poco sutil nos revelen algo para perturbarnos y acabar encontrando al final de una investigación algo relacionado con la religión y mucha sangre. Todo mal, vaya. 

Entonces ¿que pasaría si alguien se saltase esas reglas? Si la música no fuese un indicativo de alerta o si una escena costumbrista y en calma pudiera reflejar un peligro total, que pasa desapercibido a primera vista tanto para personajes como espectadores? Ahí se pondrían las cosas interesantes. Flanagan usa todo el espacio del que dispone para componer la narración en Hill House y una revisión de esa fórmula para Bly Manor. En sus escenas no todo es lo que parece, ya que los personajes pueden estar tranquilamente desayunando y en una esquina de la chimenea, donde el espectador sólo esperaba encontrar negrura, hay una cara terrorífica.

 Ahí, parada, sin hacer nada más que... bueno, estar ahí. Eso es algo que no se usa para presentar personajes, ya que esos fantasmas no van a interferir de media en la trama porque lo que se quiere reflejar es que aunque no lo veas, sí puede estar ahí. Por eso cuando te das cuenta del truco, sientes con toda la empatía y golpe de efecto posible el peligro que es estar en esa casa. Una casa cuya naturaleza se ve reflejada mediante ese inteligente uso de la composición. Porque en este caso no se trata únicamente de cómo elijes enfocar una escena con la cámara y como se dispone el espacio negativo y el positivo para generar sensaciones.

 También necesita una elaboración previa más pensada sobre dónde y cómo se van a establecer esos fantasmas que "están a la vista". Es en la revisión de las posibilidades que existen para afrontar esta historia donde Hill House cobra tanta fuerza. Este trabajo de mimo y cuidado se ve reflejado también en un episodio que cuenta con cinco escenas de plano secuencia sin truco o recorte digital alguno. Simplemente están rodadas con ensayos y con escenarios que se mueven, viajando entre líneas temporales con los actores y los escenarios. Al final, además de ser una jugada maestra, no tiene nada de sencillo.

Entonces, dos años más tarde llegamos a Bly Manor y si sabemos el truco nos veremos recompensados ya que hay fantasmas y los hay a patadas. Joder están en todas partes. Hasta que no. De pronto pasan un par de capítulos y deja de haber fantasmas. Ninguno, ni a la vista, ni escondido, nada. Pero esto no es por un cambio de dirección, es porque Bly Manor manifiesta otro tipo de historia y la naturaleza de otra casa. Una más condicionada a la naturaleza mucho más humanística de esta temporada que la esotérica de la primera.

 En Bly los fantasmas no existen necesariamente para suponer una amenaza directa para quien venga a vivir a Bly Manor, a menos que te topes con Viola y a tomar por culo todo. Las historias de estos fantasmas están condicionadas a las de la propia casa, sin la fuerza de la cual (la de Viola nuevamente) no podrían existir, irónicamente. Así que toca volver un poco atrás y pensar... ¿dónde vemos siempre al médico de la peste? cerca de la habitación de matrimonio, la favorita de Viola. Pero también lo vemos en el jardín, si, correcto.

 Lo vemos en el jardín tras un arbusto cerca del sendero por el que Viola camina cada noche de vuelta a su tumba. Y lo mismo se aplica para los demás que mueren en Bly Manor. La fuerza de Viola es tan poderosa que crea su propia gravedad, como dice la serie y atrapa a todos en torno a ella y para ella, aunque a día de hoy la propia viola no pueda saberlo.

Y todo esto, Flanagan es capaz de contarlo sin decirlo con diálogos directos, le basta con posicionar sus fichas y tirar millas con el planteamiento elegido para cada casa y cada historia, que ni tienen por qué seguir las mismas reglas, ni tienen por qué parecerse a nivel narrativo. De hecho, el haber elegido la misma casa (que si no lo es que me maten) y muchos actores repetidos, siguiendo la fórmula de 'American Horror Story', hace que notes tanto las similitudes y las diferencias.

 Así cuando vas buscando el mismo posicionamiento en escena al empezar Bly Manor, lo encuentras, para que creas que va a seguir las mismas reglas. Pero luego eso se desdibuja en favor de una historia brutalmente honesta y que no esconde nada a nadie. El resto lo puedes sacar tú solito en el tercer capítulo o llegar hasta el momento en el que resuelvan ese misterio exacto.

Para mi tras estas dos temporadas me ha convencido para tener su nombre en cuenta, ya que no sólo puede dirigir excelentemente si no ser un gran narrador visual y ese nivel de implicación, sobre todo en este género, escasea. Así que de ahora en adelante estaré bien atento.

Bibliografía Popcoken:

-La importancia de las líneas en el cine

-El hombre invisible

-La maldición de Bly Manor.

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